Estaba aterrado, no sabía qué hacer, quería alejarse, mantenerla a salvo de él mismo, pero al mismo tiempo deseaba estar con ella, cuidarla, protegerla, pero no sabía cómo.
Ziehen sabía, mejor que nadie, como el gobernador podía usar cualquier punto débil para sacar provecho de ti, lo había hecho con los chicos, amenazando a sus familias, a las personas que les importaba, con él haría lo mismo.
Cuando Naila se sintió mejor y no estaba en peligro, prefirió volver a su cama, no porque no quisiera estar a su lado, sino más bien por qué debía pensar qué hacer, sucumbir antes sus sentimientos o ignorarlos por completo.
A pesar de no saber qué hacer, no podía evitar mirarla, fijarse en ella.
Recordó las primeras veces que la vio, delgada, pálida como si estuviera enferma, su cabello corto y opaco, su carácter que impone respeto, aquellos ojos fríos que no mostraban ningún atisbo de sentimiento. Siempre distante y lejana a todo lo que sucedía, como si estuviera en su propio mundo, peligrosa, al punto que nadie se quería acercar a ella.
Ahora había ganado peso, se le notaba en su rostro más redondo, ya no se le notaban las clavículas cuando usaba poleras sin mangas, se veía más saludable, su pelo había crecido y ahora estaba más sano y brillante. Lo más importante, es que toda esa persona peligrosa que pensaba que era, ya no estaba más o más bien, si lo estaba, pero no era que quisiera atacarlos a ellos.
Solo había una chica amable y preocupada de aquellos que le importaban, se involucra con los demás, y sus ojos mostraban cariño y amor.
Le encanta ver su sonrisa, escuchar su risa, estar a su lado, cosas que no estaba dispuesto a dejar por Brais.
Pero se supone que él debía ser precavido todo para mantener a su padre, ahora se cuestionaba si seguir las reglas todo por ella, porque deseaba ser feliz, aquello que se le fue arrebatado desde que se llevaron a su padre.
— Me encantaría que conocieras a mis hijos, siento que se llevarían bien — Zorobabel era un hombre muy amable, que había estado un par de días en casa, tuvo un buen amigo por un tiempo hasta que se fue.
— ¿Cuántos hijos tiene?
— 6, tres mujeres y tres hombres — Estaban almorzando, esperando que su padre llegara del trabajo — sus nombres son Ayuni, la mayor, Naila, Ernst y Erik, gemelos, Ursum e Ilse, la menor.
— ¿Ellos están en Cerillan? — el hombre asintió — Algún día me encantaría ir y conocerlos.
— Esperemos que sí.
Zorobabel fue una buena persona con la que pasar el tiempo, siempre le hablaba de su familia, de sus hijos y esposa, el cariño que les tenía se notaba cuando hablaba con él. Ahora conocía a uno de sus hijos, y la estaba poniendo en peligro.
En otras ocasiones de su vida, le han gustado chicas, nunca lo correspondieron, Naila era diferente, se conocían, no había prejuicios de su parte hacia él, o por lo menos eso era ahora, pero le asustaba llegar a tener algo con ella, aunque fuera algo pasajero y no de larga duración.
Estaba asustado, no le preocupaba lo que le pudiera pasar a él, pero si a ella, podían usarla y eso significaba que podrían hacerle daño para hacerle daño a él.
Sabía perfectamente cómo funcionaba Brais, él lo había visto muchas veces e incluso lo había ayudado.
Sus trabajos con el gobernador siempre eran de intimidación a gente que no había seguido las reglas, ya sean por qué le compartían recursos a las ciudades pobres o se sabía que habían hecho comentarios que se tomaban como traición.
Ziehen iba con estas personas y las amenazaba, que si no hacían lo que el gobernador quería, aquellas personas que querían sufrirían las consecuencias.
Varias veces vio cómo torturaban a niños, adultos, como se los llevaban presos, y en el peor de los casos los mataban ahí mismo, en frente de la persona involucrada.
No quería que eso le pasará a Naila.
— Deberías decirle — hablo una voz, estaba en la habitación solo, sentado en su cama, vigilando a Naila que descansaba. Se giró y vio a Creyl.
— ¿Decirle qué?
— Que te gusta — Creyl sonrió levemente y se sentó en la cama de al lado — no creas que no nos hemos dado cuenta, la forma en cómo la miras, te preocupas excesivamente de ella, no hay que ser un genio.
— No lo sé — Ziehen miro a la chica un poco antes de volver su vista a su compañero — no quiero que la utilicen, que le hagan daño por mi culpa.
— ¿A qué te refieres?
— Sé que el gobernador los tiene amenazados con sus familias, así fue que los convenció de presentarse a los experimentos — se detuvo y suspiró — no quiero que hagan eso con ella, si el ejército sabe que me gusta y me importa, será peligroso para ella.
— ¿Y si nunca pasa nada? — pasaron unos minutos sin decir nada hasta que el chico habló — ¿Te obligas a ocultar tus sentimientos por algo que puede nunca suceder?
— Hubiera pensado que tú estarías en contra.
— He visto que eres una buena persona, te preocupas genuinamente por ella — era extraño recibir un cumplido de parte del chico, por lo que no sabía cómo sentirse — no eres esa persona que yo tenía en mi mente cuando nos conocimos, eso me hace estar seguro que ella encontró a una buena persona.