-Yo he perdido a mis compañeras, ¿no las has visto…? dijo la gaviota. Volaban todas juntas, en formación. Siempre volamos así... es una regla muy estricta… las más jóvenes van por delante y las más viejas por detrás… pero yo no pude seguirlas… sucede que, con estas alas… así como están…
-¿Hacia dónde te diriges? Preguntó el pingüino.
-Hacia el norte, donde el clima es cálido y podemos pasar allí todo el invierno. Es tan divertido estar allí… hay playas y palmeras y llegan aves de todas partes del mundo … La gaviota se detuvo. El barco y la jaula marina se alejaban, y ella se había quedado flotando sobre la superficie del mar, soñando despierta como solía hacerlo. Así que la gaviota comenzó a mover sus patas y con gran esfuerzo logró acercarse otra vez al pingüino.
-¡Ey, pingüino!, dijo la gaviota cuando ya estuvo cerca, ¿Dónde es que te llevan?
-A tierra firme… contestó el pingüino.
-¡Oh, que bueno! dijo la gaviota.
-Ahí van a venderme a algún loco coleccionista de animales silvestres…
-¡Oh, que malo…! dijo ahora la gaviota. ¡Ey! ¡Pero yo puedo ayudarte!
La gaviota se paró sobre una de las redes, y con su largo pico comenzó a tirar de una de las cuerdas. No le costó mucho deshacer los nudos… cuando era más pequeña se pasaba horas viendo a los marineros en los muelles hacer y deshacer nudos en sogas como esas, incluso en sogas más gruesas. Un momento después, la gaviota logró hacer un hueco en las redes los suficientemente grande como para que nuestro pingüino pudiera escapar. ¡Y así lo hizo!
Ahora la gaviota y el pingüino flotaban en el agua, libres los dos. Subían y bajaban con las olas, y la jaula marina en la que viajaba el pingüino quedó vacía sin que los cazadores se dieran cuenta.
-¡Muchas gracias, gaviota! dijo el pingüino.
-No fue nada, dijo la gaviota muy contenta.
-Ahora podré regresar a mi casa, dijo el pingüino.
El barco de los cazadores furtivos se alejaba cada vez más, y la gaviota estuvo a punto de preguntarle a su nuevo amigo si sabía dónde habían ido el resto de las gaviotas, cuando el pingüino dijo:
-Gaviota, ojalá puedas reunirte con tus compañeras muy pronto….
-¡Ey! Espera, no te vayas tan rápido, dijo la gaviota.
Pero el pingüino se hundió y despareció bajo el agua.
-Bueno, dijo la gaviota, parece que otra vez me he quedado sola...
Miró hacia arriba, hacia el cielo, por donde había visto alejarse a sus compañeras. No sabía qué hacer. Luego bajó la mirada, y se quedó allí, flotando en la inmensidad del océano, a merced de las olas que de vez en cuando la cubrían por completo. Extendió sus alas, y las observó por un largo momento. Las manchas de petróleo seguían ahí, entre sus plumas. La noche iba a ser muy larga, tal vez con la salida del sol pudiera pensar mejor.
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Editado: 15.06.2024