El vestido blanco estaba empapado en carmesí.
Los hilos de oro bordados en el tejido brillaban bajo la luz de las antorchas, como serpientes que se burlaban de su agonía. La princesa Elina no podía mover los brazos, no podía gritar. Solo sentía el frío del mármol del altar penetrando su espalda, mientras la vida se le escapaba en ríos oscuros.
—No fue un accidente —pensó, clavando los ojos en el cielo nocturno. Las estrellas parpadeaban, indiferentes.
La ceremonia había sido una farsa. Una trampa.
Sus hermanas, con sonrisas de víboras, le habían ofrecido la copa de vino “bendecido”. Su madre, la reina, había desviado la mirada cuando el sacerdote pronunció las palabras que no eran de unión, sino de condena:
—Que la sangre de la hereje purifique este linaje.
El veneno quemó su garganta antes de que pudiera reaccionar.
Y entonces, cuando ya no quedaba aire en sus pulmones, algo le habló. No una voz, sino un eco que resonó desde las sombras más antiguas del mundo:
—¿Quieres verlos arder?
Elina no respondió. No hacía falta. Su odio fue la firma en el pacto.
***
El despertar fue un latigazo.
Se incorporó con un jadeo, las sábanas de seda enredadas en sus piernas como sudarios. El cuarto olía a lavanda y cera, a los viejos muebles de nogal de su juventud.
—Demasiado familiar… —pensó.
—No puede ser…
Corrió hacia el espejo. El rostro que la observaba era el de una niña de quince años, pero sus ojos... sus ojos brillaban con algo que no era humano.
Un golpe en la puerta la hizo estremecerse.
—¿Señorita? El duque Arlén ha llegado para el banquete de compromiso —anunció la voz de su doncella, dulce e ignorante.
Elina apretó los puños. Recordó la sangre en el vestido, la risa de sus hermanas, el silencio de su madre. Hoy era el día en que todo comenzaba.
Pero esta vez, no sería la cordera sacrificada.
—Diles que bajo en un momento —respondió, mientras una sonrisa fría le recorría los labios.
Algo se movió en la penumbra del cuarto. Como si las sombras se inclinaran hacia ella, hambrientas.
Porque ahora, la sangre de Elina no solo corría… cantaba.
Y prometía venganza.
Editado: 16.07.2025