Las columnas del gran salón estaban decoradas con hiedras doradas y cortinas carmesí. El banquete de compromiso debía ser una celebración, pero a los ojos de Elina, era una pantomima llena de víboras vestidas de seda.
Cada sonrisa era una daga.
Cada copa, una trampa.
Cada palabra amable, veneno disfrazado de miel.
Descendió las escaleras con paso firme, como si no supiera lo que venía. Las damas murmuraban sobre su vestido azul medianoche, sobre su peinado nuevo, sobre lo “hermosa” que se veía. Nadie notó la frialdad de sus ojos.
La reina no la miró. Las hermanas sí.
Y sonrieron.
Elina les devolvió la sonrisa. Había aprendido a mostrar los dientes como lo hacen los lobos.
—Mi querida prometida —dijo el duque Arlén, acercándose con una copa de vino entre los dedos. Su voz era dulce, pero sus ojos calculaban como un mercader envenenando un trato.
—Mi señor —respondió Elina con una inclinación de cabeza perfecta.
Tomó la copa. El líquido rojo tembló apenas.
No por miedo.
Sino por rabia contenida.
—Por nuestro futuro —brindó Arlén, levantando su copa.
—Y por los secretos que enterramos —respondió ella, y bebió.
El veneno no estaba en esta copa. Hoy no.
La música empezó. Un vals lento. Elina sintió el murmullo de algo más bajo la melodía: un susurro que vibraba en sus huesos.
_El eco del poder._
Cuando el duque tomó su mano para bailar, algo dentro de ella se quebró. Una chispa de magia se encendió, no visible, pero ardiente. Una corriente de sombra se deslizó por su brazo, y los dedos del duque se helaron por un instante.
—¿Qué…? —Arlén la miró, sorprendido, con una expresión que ella no olvidaría jamás.
—¿Algo no va bien, mi señor? —preguntó, inocente.
La música seguía. Nadie más lo notó. Pero en ese segundo, el duque sintió un escalofrío. Uno que no venía del vino ni de la sala.
Venía de ella.
***
Más tarde, cuando las luces se apagaron y las máscaras cayeron, Elina se quedó sola en el balcón del ala oeste.
Extendió la mano.
Y la sombra respondió.
Una mariposa negra, hecha de humo, surgió de su palma y flotó en el aire como si buscara una víctima.
Elina la observó con calma. Sonrió.
—Ahora sí. Que empiece el juego.
Editado: 17.08.2025