La luna llena brillaba en el cielo, la brisa nocturna acariciaba la montaña, no había un alma a la vista… y un hombre hermoso acababa de lanzarse a sus brazos.
¿Había algo más romántico y embriagador que esto en todo el mundo?
Elina, rebosante de una “felicidad” fulminante, pasó por todos los tonos del rojo en apenas un instante: escarlata, carmesí, granate, rubor de rosa... hasta que su rostro finalmente volvió al color natural. Echó una mirada de soslayo al desvergonzado Adonis que tenía enfrente y, con solemnidad, se irguió con todo el decoro del mundo.
—Ya que tanto insistes… supongo que no tengo más remedio que aceptar tu propuesta —dijo con gravedad.
Giró los dedos con elegancia y, en medio del gesto, unas finas agujas de acero aparecieron ocultas entre sus nudillos, brillando con una amenaza inequívoca.
*Atrévete a tocarme, y te atravieso la cara, pedazo de cerdo.*
…
Las manos apenas se rozaban, las mejillas se acercaban peligrosamente… Y de pronto, una bola de pelo blanca salió disparada desde algún rincón, ejecutando un salto mortal con giro acrobático, para terminar con sus cuatro patas firmemente plantadas… ¡en la cara de ambos!
Elina no dudó en abofetear al intruso con la palma abierta y retrocedió tres metros de un salto.
La bola de pelo —el célebre Maestro Yuanbao— cayó con elegancia justo en la palma extendida del joven. Se revolcó una vez y se abrazó a sus dedos, lloriqueando con agudos chillidos.
Elina lo fulminó con la mirada, despreciando profundamente a aquella criatura. Vale que había evitado un momento incómodo, pero… ¿no era ya demasiado su sentido de la posesión?
Su mirada se deslizó por encima del roedor mimado hasta posarse nuevamente en el hombre. Después de años vagando por tierras salvajes, Elina se consideraba buena juzgando personas. Aquel sujeto, aunque bromista hasta el descaro, no dejaba entrever ni un ápice de lujuria en su mirada. Su elegancia y carisma eran evidentes, y pese a su galantería provocadora, su alma parecía… limpia.
¿Solo había intervenido porque presenció cómo Pei Yuan intentaba hacerle daño?
La Escuela de la Espada Celestial tenía un gran prestigio en el Imperio de Taoyuan. Solían recibir altos funcionarios y nobles. ¿Y si aquel hombre estaba vinculado a la escuela? ¿Por qué entonces ayudarla a enfrentarse a ellos?
Elina respiró hondo. No tenía sentido obsesionarse con un misterio sin solución inmediata. Si aquel hombre quería hacerle daño, podría haberlo hecho en cualquier momento, sin tantos rodeos.
Lo que sí tenía claro, era que había cuentas que debía saldar.
*Elina no pierde tiempo con lo que no puede cambiar. Pero tampoco deja impunes las heridas que le causan.*
Editado: 17.08.2025