La secretaria perfecta

Mi jefe es un tarado

Alguna vez te has preguntado ¿por qué rayos tengo que trabajar? Bueno, yo lo he hecho durante exactamente, 6 meses.

Desde que me gradué como comunicadora social, mi sueño siempre fue trabajar en la imprenta más reconocida de la ciudad de Nueva York, Pagecopi. Sin embargo, creo que a veces los sueños se vuelven pesadillas por culpa de alguien más… Oh, sí, y en mi caso esa pesadilla se llamaba Gabrielle Enrique Moretti un italiano odioso que emigró a Estados Unidos hacía unos cuantos meses, cuando nos presentaron dije “genial, creo que podemos llevarnos bien” pero… En definitiva, me equivoqué porque ese malnacido era como la mezcla de freezer con Orochimaru juntos (referencia otaku) en fin, trato de sobrevivir con mi terrible jefe, ya que no pienso dejar mi sueño por un cretino orgulloso que se cree mejor en todo.

 

Siempre he dedicado mi vida a este trabajo, a pensar de no tener la necesidad, puesto que mi familia son unos ricos asedados de Texas, ellos viven cómodos en su finca mientras yo creo que en realidad necesito forjar mi propio camino, odiaría decir que mis éxitos dependen del dinero de mis progenitores, por lo tanto, estudié para graduarme como comunicadora social y aunque las cosas están un poco complicadas respecto al ámbito económico, pienso que en algún momento tendré el puesto como jefa principal de la imprenta. 

 

Siempre me ha gustado pensar en positivo, soy de las que les gusta ver el vaso medio lleno, y considero que todas las cosas se deben a un gran aprendizaje, aunque eso quiera decir que mi jefe sea un gran tarado. 

 

—Emma, necesito que hoy te quedes hasta tarde para realizar las próximas portadas del mes, sabes que la empresa está de aniversario y debemos dar noticias que atrapen al lector —ordena Gabrielle.

 

—No hay problema, se te ofrece algo más —pregunto y niega, sin embargo, cuando estoy a punto de salir de su oficina me vuelve a llamar.

 

—Emma, por favor, tráeme un café, expresó con leche —pide y antes de darme la vuelta tuerzo los ojos, no obstante muestro una sonrisa con un “por supuesto Gabrielle, enseguida” Debo ser perfecta, claro, Emma Clarke la mejor secretaria de todas dispuesta cuando su jefe la necesita. 

 

Camino arrastrando un poco los pies para bajar a la recepción y atravesar la calle, porque desde luego el café favorito de Gabrielle, está en Starbucks. Hago una fila larga de unas 20 personas para pedir el café y después de pagarlo y soportar las quejas de las personas que están detrás de mí, porque no es solo un café, expresó con leche, yo conozco a ese hombre desde hace meses y sus indicaciones para un café, son: La leche descremada, 01% grasa y el café no puede estar amargo, el equilibrio de ambos debe ser perfecto y solo dos cucharadas de azúcar porque él cuida mucho su salud.

 

《 Memorice todo a la perfección después para no tener problemas con ese asunto 》

 

 

Regreso al edificio llegando al elevador para oprimir el botón, encuentro al jefe de recursos humanos justo al salir en el piso correspondiente quien me sonríe, a decir verdad no comprendo por qué, pero le devuelvo la sonrisa como gesto amable, sigo mi camino y encuentro a Angi una compañera de pasillo que se acerca para “felicitarme” no tengo idea por qué, pero eso hace.

 

《 ¿Me ascendieron de puesto y no me he dado cuenta? 》

 

Pienso y en realidad no me atrevo a preguntarle cuál es la razón de sus felicitaciones. Así que sigo mi camino hasta llegar a la oficina de Gabrielle, toco una vez y él me indica pasar.

 

—Aquí está tu café —menciono avanzando hasta el escritorio para dejarlo encima, él me observa con detenimiento y me siento incomoda al no escuchar que diga nada, pero no hago preguntas y solo me despido —, Iré a mi cubículo —señalo detrás con mi pulgar y su rostro sigue reflexivo. Antes de salir una vez más me llama y con poca fuerza de voluntad me giro.

 

—Cierra la puerta por favor, esto que te diré es importante —pide con más amabilidad que de costumbre, yo lo conozco bien y sé este no es Gabrielle. 

 

—Ok, bueno —señalo tomando asiento con nerviosismo. Él se me queda viendo y empieza a hablar, sin embargo, no comprendo a qué se refiere. 

 

—Sabes, desde que llegué aquí de Italia me ha gustado este país, no pensé que llegaría tan lejos, pero aquí estoy —indica aún con el mismo tono pensativo—, Emma, necesito pedirte un favor —me mira y abro los ojos poniéndome tensa—. Quiero que tú te cases conmigo para poder tener la residencia permanente en este país —confiesa y siento que voy a caerme de la silla.

 

—¿Qué? Gabrielle, yo… Es que… No puedo, ¿eso no es ilegal? —cuestiono y niega.

 

—No, si ellos no te descubren, Emma, el jefe de recursos humanos, acaba de venir a mi oficina, al parecer tuve un problema porque pasé una señal de alto y en este país al parecer cualquier infracción es digna de deportación —dice volteando los ojos.

 

—Pues sí, debes ser cuidadoso para la próxima, y en serio Gabrielle, lamento que te esté ocurriendo una cosa así, pero no puedo ayudarte, eso de casarnos es bastante complicado y no me gustaría ir a la cárcel si nos descubren —explico tratando de sonar razonable, pero él endurece sus facciones. 

 

—Emma, de verdad quise hacerlo por las buenas, pero… Pues, no me dejas otra opción, ya le dije al jefe de recursos humanos que tú y yo manteníamos una relación durante estos meses, él lo sabe y no tardará mucho en correr ese rumor por toda la empresa, ¿sabes qué significa?

 

《 Desgraciado 》

 

Pienso desconcertada. 

 

—Qué me van a despedir —murmuro con decepción. 

 

—Exactamente, pero esto se puede arreglar, yo tengo buenas influencias en esta empresa, no lo olvides y así me vaya a Italia, puedo hacer que tu carrera tenga éxito, o fracaso en este maravilloso país —impone como amenaza. 




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