La secretaria perfecta

Momentos vergonzosos

Capítulo. 

 

 

—Oye, hijo, qué estás esperando. Dale un beso a tu chica —grita el abuelo y el vino que aún tengo en la boca sale disparado. No soy capaz de ver a Gabrielle al rostro porque mis mejillas arden hasta más no poder, siento que quiero desaparecer en un cohete a marte. Las cosas empeoran cuando todos empiezan a cantar a coro.

 

—Bésala, bésala, bésala —para completar el mal momento.

Yo conozco a mi jefe desde hace algún tiempo, sé que la última pareja que tuvo no funcionó y hasta ahí llegó mi investigación, ya que no era mi problema indagar sobre el asunto, pero lo poco que puedo saber sobre su vida amorosa es que ninguna mujer se resiste cuando las besa, quizás tiene algo que provoca hipnosis severa en las víctimas. O eso es lo que dice Evelyn una chica de planta baja que es muy buena amiga de una ex suya, según la mujer estaba embelesada y no podía sacárselo de la cabeza después que la besó. 

 

《 Tengo miedo 》

 

Pienso aterrada y lo veo finalmente al rostro. 

 

—Qué hacemos —susurro temerosa de que él grite “todo esto es una farsa, yo detesto a su hija” no obstante, me toma de los antebrazos con sumo cuidado sin dejar de verme a los ojos y la comisura de su labio derecho se alza levemente. 

 

—Solo sígueme la corriente —musita por lo bajo para que solamente yo pueda oírlo, creo que está tramando un plan el cual nos va a sacar de este embrollo, empero de la nada se acerca con delicadeza a mí y junta sus labios con los míos. Me quedó helada porque jamás hubiera esperado eso, sin embargo, con toda la ternura que nunca he podido experimentar, Gabrielle me besa en los labios y luego se separa. 

Trago un nudo grueso que se atascó en mi garganta y todos aplauden el hecho de que obligaron a dos extraños a tener contacto labial solo por supuestamente, “celebrar el amor” a lo mejor están todos emocionados por el hecho de que al día siguiente íbamos a celebrar el aniversario de los abuelos. Lo único de lo que si puedo estar segura es que no podré ver a mi jefe igual, después de eso. 

 

***

 

Después de cenar mamá nos lleva a nuestras habitaciones, subimos las escaleras y solo escucho como ella planifica todo lo que haremos durante las vacaciones y sus palabras solo me suenan lejanas porque no puedo sacarme de la cabeza ese estúpido beso. De pronto Gabrielle me toca el brazo y reacciono dando un respingo.

 

—¿Sí? —contesto temerosa de que él sepa lo que pasa por mi mente. 

 

—Quería saber si te encuentras bien, te notas preocupada —señala deseando saber y asiento por instinto—, ¿si qué? —cuestiona.

 

—Ah, que estoy bien, jajaja, no te preocupes —digo ocultando los nervios y seguimos a mamá hasta la habitación donde supongo que va a dormir Gabrielle. 

 

—Bueno mis niños, hemos llegado, tuve tiempo de preparar algo bonito y cómodo para ambos —nos muestra el lugar y no tengo tiempo de procesar y tampoco escuchar bien lo que ella dice. Pasen una bella noche, los veo mañana en el desayuno —agrega despidiéndose y yo la sigo.

 

 

—¡Thc!, ¡tch! —escucho detrás de mí, y no tengo tiempo para girar, mamá me observa confusa y frunce el ceño.

 

—¿A dónde vas cariño? —interpela y amplío los ojos.

 

—Eh… Pues a mi habitación mamá —respondo con inocencia y ella ríe, me sujeta de los hombros dándome la vuelta y luego enseña el lugar.

 

—Emy, esta es su habitación, digo, la de los dos. Dormirán aquí, ya que has mencionado ustedes son pareja por eso le preparé una habitación para ambos —explica. Yo grito por dentro viendo a Gabrielle que parece haberlo entendido desde un inicio, por eso cuando seguí a mamá intentó llamarme, pero ya era muy tarde. 

 

—¡Ah, claro! Perdona mamá, estoy un poco cansada por el viaje —menciono y ella sonríe besando mi frente. 

 

—Dulces sueños cariño —dice con amor y finalmente, nos deja solos. La puerta se cierra y siento que este día no ha podido ser peor. 

 

—Oh, por favor, siento que estoy en una pesadilla Gabrielle —suelto dando vueltas en la habitación de aquí para allá. Él me detiene de los brazos y me ve a los ojos.

 

—No entres en crisis Emma, ya encontraremos una solución, por lo pronto creo que puedo dormir en el piso y tú en la cama —propone y jamás he estado más de acuerdo con él en algo, no sé por qué, pero verlo a los ojos por primera vez me genera confianza y me relajo.

Acomodamos cobijas en el suelo con almohadas para hacer lo más cómodo posible ese lugar y al quedar listo llega la otra parte del momento incómodo.

—Bien, ese es el baño —pregunta y asiento—, Ok, voy a ducharme y luego puedes entrar tú, entiendo que ustedes las mujeres suelen demorarse más al ducharse  —comenta y al acordar el orden de entrada para asearnos cada uno, tomamos los turnos correspondientes. 

 

Gabrielle entra y tarda unos 20 minutos y luego sale. Su cabellera oscura está mojada mientras la seca con una toalla, el olor de su perfume se mete por mis fosas nasales llevándome a la luna, cierro los ojos embelesada hasta que él me devuelve a la tierra.

 

—¿Emma? Te toca —indica y sacudo la cabeza poniéndome de pie para irme al baño casi corriendo. Sin querer lo veo de reojo y me percato de que la camisa de su pijama tiene los botones abiertos, el torso se le ve y me doy cuenta de que eso de ir al gimnasio constantemente se nota.

Entro a la ducha y me tomo el tiempo necesario para relajarme, creo que demoro unos 40 minutos y al rebuscar entre mis cosas recuerdo que tontamente, por pensar que cada uno tendría su habitación dividida, solo he traído pijamas que desde luego no puedo usar delante de nadie. 

 

—Rayos —me quejo, no puedo hacer otra cosa, así que me pongo la estúpida pijama corta y antes de salir asomo la cabeza por la puerta, veo que Gabrielle está acomodado debajo de las cobijas que armamos en el suelo para que estuviera más cómodo. Con el temor de que me vea salgo corriendo hasta la cama y antes de llegar me golpeo la pierna con la dura madera, siento que una corriente está pasando por mi pantorrilla y caigo a la cama ahogando un quejido.




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