La Secta del Sapo

PRÓLOGO

La noche se cernía sobre el pequeño apartamento, mientras una tormenta rugía afuera. La lluvia golpeaba con fuerza las ventanas, y los truenos resonaban en el aire, acompañados por relámpagos que iluminaban brevemente las cortinas rasgadas. El frío era intenso, y el ambiente dentro del apartamento estaba impregnado de una inquietud palpable.

Jeremy, se encontraba sentado en el borde de una vieja silla, con sus ojos verdes fijos en la pila de facturas que había sobre la mesa. Con una mano corrió un poco los rizos dorados que le impedían la vista. Su apariencia fornida y su altura no eran suficiente para ocultar la preocupación reflejada en su rostro.

Al otro lado de la habitación, Jeison, su gemelo, salía de una habitación apoyándose en unas muletas de plástico. El cabello rubio y lacio caía sobre su frente, y cada que avanzaba era un recordatorio del accidente que le había costado la mitad de la pierna derecha hace un año. Jeison era tan alto como Jeremy, pero su cuerpo delgado y la necesidad de las muletas añadían una vulnerabilidad a su figura.

—Jeremy, ¿cómo vamos a salir de esta? —preguntó Jeison con una voz cansada. Sus ojos mostraban una mezcla de preocupación y resignación.

El hermano de cabello rizado suspiró, sin apartar la vista de las facturas. La pregunta le causó un par de punzadas en la frente, atestiguando el estrés que lo consumía.

—No lo sé, Jei. Intento lo que puedo, pero no es suficiente. Las deudas siguen creciendo, me temo. Tengo el presentimiento de que Lauren se las ingenió evitándome conseguir un trabajo.

El sonido de unas uñas contra la cerámica resonó acercándose. Se trataba un hermoso gran danés, se acercó a su amo, apoyándole su enorme cabeza en el regazo, como si intentara ofrecerle consuelo. A pesar de que el perro corpulento era suyo, prefería pasar mayor tiempo con su hermano, a él en realidad no le molesta, ya que se trataba de una criatura bastante chineada, y los problemas con que cargaban le impedían prestarle el tiempo necesario. Jeremy acarició el pelaje gris del buen Jordán distraídamente, con la mente trabajando a todo lo que podía en busca de alguna posible solución.

El timbre del teléfono rompió el silencio tenso de la habitación. Jeremy se levantó rápidamente, sintiendo una punzada de esperanza y miedo al mismo tiempo. Internamente deseó que alguno de los currículos que había entregado días atrás hubiera dado fruto, y que lo estuvieran llamando para una entrevista de empleo. Al atender, una voz áspera y amenazante lo saludó al otro lado.

—Señor Jeremy, lamentamos infórmale que dispone cuatro semanas para saldar la deuda correspondiente, de lo contrario nos veremos obligados a embargar las pertenecías que tengas.

Jeremy sintió un sudor frío recorrerle la espalda. Sabía que no tenía los 20,000 dólares que necesitaba para saldar esa deuda médica. Después del accidente de Jeison, el saldo en el hospital fue alto, pero tiempo después se llevó una sorpresa desagradable, los intereses habían aumentado drásticamente, luego de verse envuelto en una estafa por alguien en quien confiaba: su exesposa.

Sin dar respuesta, cortó la llamada y se desplomó en la silla.

—Jeison, debo que encontrar una forma de conseguir ese dinero. No podemos perder lo poco que nos queda.

Jeison asintió, mientras pensó que en realidad ya no tenían nada más que perder, lo único que les quedaba de valor eran las pertenecías dentro del departamento, unos cuantos muebles y electrodomésticos,

—Pero... ¿cómo? Ya hemos agotado todas las opciones.

Jeremy apretó los puños, recordando un rumor que había escuchado en un bar hace un par de días. Se decía que había un grupo sombrío que prestaba dinero, aunque las condiciones eran... misteriosas. La angustia lo empujaba a considerar esa alternativa, aunque claro, sabía que no era buena idea.

—Hay algo que podría intentar. No es seguro, al contrario, es peligroso, eso creo. Quizás sea nuestra única opción.

Jeison frunció el ceño. Sabía que no era buena idea, pero asintió lentamente.

—Haz lo que tengas que hacer, Jere... No podemos rendirnos ahora.

El gemelo de cabello rizado se levantó decidido. Sabía que esto podría ser su última oportunidad para salvarse a sí mismo y a su hermano de vivir en la calle. Se sentía dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso si significaba involucrarse con ese supuesto grupo sombrío.

Jeremy no puedo evitar recordar cómo todo había comenzado a desmoronarse tras el accidente. Antes de aquel fatídico día, su vida parecía estar encaminada. Tenía un su propio negocio en un par de propiedades, una esposa y una vida relativamente cómoda, pero después del accidente, todo cambió. Aun así, sabía que no era culpa de su hermano, sino del destino que les arruinó la vida a ambos, por haber atravesado aquella piedra que obstaculizó todo.

La noche seguía su curso, con la tormenta rugiendo con fuerza afuera, y los relámpagos iluminando brevemente la habitación. El de cabello rizado se levantó de la silla, dejando que Jordán se acomodara a sus pies, y miró a Jeison, que luchaba por mantenerse positivo a pesar de todo.

—Mañana iré a ver a esa gente de la que te hablé —dijo Jeremy finalmente—. No sé qué esperar, pero no tenemos otra opción.

—Confío en ti, hermano. Solo... ten cuidado.




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