La Secta del Sapo

4. ¿Trato?

La noche resultó en una mezcla de insomnio y sueño intranquilo. Cuando por fin amaneció, se encontró sentado en el borde de un catre de la habitación desconocida donde Búfalo lo había guiado. Los acontecimientos de la noche anterior se apilaban en su mente como sombras moviéndose en la oscuridad, siendo la segunda razón (después del golpe que le habían proporcionado) del dolor de cabeza que sentía.

Se levantó lentamente y caminó hacia la única ventana de la estrecha e inhóspita habitación, en el exterior, la neblina persistía como un recordatorio constante de la larga noche anterior. Al notar el día apagado y marchito, el cuerpo le tembló involuntariamente, temió que se tratara de un mal augurio.

Jeremy recordó las palabras de Toro y la oferta que le había hecho, tentadora, pero aún no conocía el trasfondo y eso lo inquietaba. Por un lado, tenía presente que esa podía ser la única y última oportunidad para dejar atrás todos sus problemas financieros.

Mientras reflexionaba, escuchó un suave e imprevisto golpe en la puerta, y antes de que pudiera responder, la puerta se abrió lentamente. Dando pisadas solemnes, Toro entró en la estancia con su habitual expresión imperturbable y sombría.

—Buenos días, Jeremy —saludó Toro con calma.

El rubio lo miró con ansias, su presencia causó un auge de nervios en su interior.

—Espero que hayas descansado. —prosiguió Toro al no recibir respuesta.

Jeremy asintió sin tener claro si debía responder con la verdad o mentira.

—Gracias, Toro, me siento mejor. —respondió, aunque en realidad seguía sintiéndose nervioso y confundido.

Toro se acercó hasta quedar a casi a un metro de Jeremy, y se inclinó hasta tomar posición de cuclillas.

—Jeremy, tengo presente que mi propuesta te ha dejado con muchas preguntas, por eso estoy aquí, para responder y escuchar cualquier preocupación que haya surgido durante la noche.

El joven inhaló profundamente, reuniendo valor para plantear una pregunta que lo tenía intranquilo.

—¿Quiénes son ustedes, exactamente? ¿Y por qué piensan que yo podría ser útil?

Toro observó a Jeremy con seriedad antes de responder, eran preguntas que había visto venir.

—Somos una organización que se encarga de resolver problemas que otros no pueden manejar. A veces eso implica trabajos que están fuera de los límites de la ley, pero siempre con un propósito mayor en mente.

Jeremy frunció el ceño, tratando de procesar toda la información, únicamente logró confundirse más.

—No lo tengo claro aún, pero tengo la idea de que es algo un tanto oscuro, ¿me equivoco?

—No diría que sea algo oscuro, pero para dejarte sin dudas y en palabras tuyas diré que sí.

—Pero... ¿por qué yo? No soy un criminal ni estoy involucrado en actividades ilegales.

Toro asintió, como si hubiera anticipado la pregunta.

—No buscamos criminales, Jeremy. Buscamos personas con un sentido de lealtad y discreción. Tú has demostrado habilidades para moverte en ambientes complicados y manejar situaciones de alto estrés, lo demostraste en nuestra platica de ayer. Eso es lo que me interesa.

Jeremy reflexionó sobre las palabras de Toro. No podía negar que su vida había tomado un giro inesperado, y al aparecer, ahora marcaba un rumbo que pretendía ser algo peligroso. Necesitaba con urgencia una salida para sus problemas financieros, y la oferta de Toro parecía ser la única opción viable.

—¿Y si no acepto? —preguntó Jeremy, con la esperanza de explorar otras posibilidades, pero a la vez temiendo escuchar una respuesta indeseada.

Toro se inclinó hacia adelante, su mirada penetrante caló en lo más profundo del alma de Jeremy.

—Entonces estarás por tu cuenta nuevamente, como hasta anoche. Podemos garantizar tu seguridad por ahora, pero no podemos protegerte para siempre, eso te lo aseguro. Solo te voy a recordar algo, esa mujer seguirá siendo un problema para ti, te ha hecho la vida imposible y por supuesto mereces más que so.

Jeremy apretó los puños con fuerza, sintiendo la presión de la decisión que debía que tomar. Sabía que cualquier opción que eligiera tendría consecuencias profundas y duraderas, por lo que hacía complicado dar con la elección correcta.

—Déjame pensarlo un poco más —dijo finalmente, deseando ganar algo de tiempo para considerar todos los riesgos y beneficios, y, sobre todo, esperando que Toro no malinterpretara que había pedido más tiempo para meditar.

Toro asintió y sonrió, mostrando por primera vez algo de simpatía. Y dijo:

—Por supuesto, tómate el tiempo que necesites, estaré aquí cuando estés listo para hablar.

Toro se levantó y salió de la habitación, dejando a Jeremy con sus pensamientos preocupantes. El rubio sabía que al tomar la decisión que eligiera, su vida cambiaría sí o sí para bien o para mal.

Por la noche, Jeremy se encontró nuevamente en presencia de Toro. La habitación estaba iluminada por una luz tenue, creando sombras que danzaban en las paredes mientras ambos hombres se miraban atentamente.

—¡Acepto, Toro! —expresó directo.




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