Jeremy despertó sobresaltando de la cama cuando un el sonido de un rayó resonó en su habitación. El sonido reverberó por todo el apartamento, haciendo que las paredes vibraran. Se levantó, todavía aturdido por el sueño inquietante que había tenido. Caminó hacia el baño, tratando de despejar su mente de las imágenes aterradoras que lo habían perseguido durante la noche.
Mientras se miraba en el espejo, otro rayo más fuerte que el anterior cayó. La luz que generó se coló por la ventana e iluminó la estancia por un breve instante, pero fue suficiente para que Jeremy viera algo que lo dejó paralizado: su reflejo en el espejo no era el suyo. En lugar de su rostro, vio la máscara de mapache con los espeluznantes ojos sangrientos. Su corazón se aceleró y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Cerró los ojos y los abrió de nuevo, pero ahora el reflejo era normal: su propio rostro pálido y sudoroso. Sacudió la cabeza, tratando de despejarse de la visión perturbadora.
"El remordimiento es el estruendo más grande de nuestra alma", pensó, mientras intentaba convencerse de que no fue real lo que vio. Pero la inquietud persistía como una sombra que no podía sacudirse.
Asustado, y sintiéndose desorientado, salió del baño y se dirigió hacia la sala. Al llegar, encontró a su hermano Jeison sentado en el sofá, con Jordán, el gran danés, temblando en sus brazos. El perro, normalmente tan tranquilo y protector, estaba visiblemente asustado por la tormenta. Jeison, al ver a Jeremy, se emocionó al ver que ya había regresado.
—¿Estás bien, Jeremy? —preguntó Jeison, con una mezcla de preocupación y curiosidad en su voz.
Jeremy asintió, tratando de recuperar la compostura. Se sentó junto a su hermano y acarició a Jordán, tratando de calmarlo.
—Sí, solo tuve un mal sueño. —respondió Jeremy, evitando recordar la atrocidad que vivió.
—Parece que la tormenta está empeorando, Jere. —comentó Jeison mirando hacia la ventana.
La lluvia golpeaba con fuerza el vidrio de la ventana, y los relámpagos iluminaban la oscuridad de la noche, penetrando también el interior de apartamento.
Jeremy asintió nuevamente, sin decir nada. Desde que llegó, había dormido toda la mañana, tarde y parte de la noche. Sus pensamientos volvían una y otra vez a la visión en el espejo y al ritual de la noche anterior. No podía sacudirse la sensación de que estaba atrapado en una pesadilla, una de la que no podía despertar.
Jeison no pudo pasar por alto la actitud extraña de su hermano, notaba como su lenguaje corporal lo esperaba, además su instinto fraternal se lo aseguraba.
—¿Algo te preocupa, Jere? —preguntó Jeison con suavidad—. ¿Cómo estuvo todo? Me preocupaste, estuviste fuera mucho tiempo. Estuve a punto de reportarte como desaparecido, estaba por salir del departamento hacia la delegación cuando llamaste.
Jeremy dudó. Quería decirle a su hermano todo, confesarle sus miedos y la terrible decisión que había tomado, pero sabía que no podía. Las advertencias de Toro y Búfalo fueron demasiado claras y reales, y no podía poner a Jeison en más peligro del que probablemente ya lo puso.
—Todo está bien. Lamento haberte preocupado, nunca estuve en peligro—dijo finalmente, forzando una sonrisa—. Solo necesito descansar un poco más, luego hablamos, Jei.
Jeison lo miró con desconfianza, pero decidió no presionar a su hermano. Se limitó a asentir y a seguir acariciando a Jordán, que comenzaba a calmarse un poco.
Jeremy se levantó del sofá y se dirigió hacia la cocina, sentía algo de sed. Abrió el refrigerador y sacó una botella de agua, bebió mientras intentaba por milésima vez controlar su mente traicionera. Mientras bebía, sus pensamientos volvieron a la mujer que había marcado. No podía dejar de preguntarse qué había pasado con ella después del ritual de integración, difícilmente Toro la dejaría libre, de eso estaba seguro. ¿Estaría viva? ¿O había sufrido un destino peor? El remordimiento y la culpa lo consumían, y sabía que tenía que encontrar respuestas. Sus decisiones lo habían llevado por un camino del cual no sabía cómo salir.
Después de un rato, regresó a la sala y se sentó nuevamente junto a su hermano en el sofá. Jeison lo miró con una expresión de comprensión tratando de hacer notar su apoyo y preocupación.
—Jeremy, sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? —dijo Jeison, rompiendo el silencio.
Jeremy asintió, agradecido por el apoyo de su hermano, aunque no pudiera contarle lo que estaba pasando.
—Lo sé, Jei. Gracias —respondió, intentando sonar convincente.
Jeremy no dejaba de pensar en lo que vendría. Sabía que en tres días tendría que volver a enfrentarse a los enmascarados, pero por ahora, se aferró a la calma momentánea que calor de la presencia de su hermano y su perro le proporcionaban, y trató de encontrar la fuerza para lo que estaba por venir.