Jeremy llegó nuevamente al callejón de LicoShots. La lluvia persistente había convertido el asfalto en un rio que reflejaba las luces de neón de las discotecas cercanas. Recordaba claramente la última vez que estuvo aquí: saliendo apresuradamente por la puerta trasera, con el peso de lo que había hecho presionándole el pecho.
Esta vez, sin embargo, no se trataba de un escape, sino una entrada deliberada. La puerta al final del callejón resultó apenas visible entre las sombras, era el destino que lo esperaba. Cuando vio una luz apagarse y prenderse tres veces sobre la puerta, supo que era la señal para acercarse. En ese momento se dio cuanta que estaba siendo vigilado desde las sombras sin él haberse dado cuenta. Decidido, avanzó cauteloso, su corazón latía fuertemente amenazando con salirse.
La puerta se abrió lentamente, revelando el interior oscuro de la estancia. Jeremy se adentró a la oscuridad, alerta ante cualquier movimiento o sonido entre las sombras. A medida que sus ojos se ajustaban a la penumbra, distinguió una figura macabramente familiar: a Toro, sin su máscara, sentado en una silla al fondo del lugar.
El hombre levantó la mirada al ver a Jeremy entrar, y una expresión de satisfacción cruzó su rostro solemne y misterioso. Jeremy se acercó con pasos firmes, nervioso por lo que pudiera suceder esta noche.
—Mapache —dijo Toro en voz baja, aun así, el susurró resonó en el silencio tenso del lugar—. Has llegado justo a tiempo.
Jeremy asintió, intentando ocultar la ansiedad que lo carcomía por dentro. Sabía que esta reunión marcaría un nuevo punto en su relación con este misterioso grupo al que había sido arrastrado.
—¿Qué es lo siguiente? —preguntó con interés, tratando de mantener la calma mientras se detenía frente a Toro.
El hombre permaneció en silencio por un momento, evaluando a Jeremy con una mirada penetrante antes de hablar.
—Esta noche, te probaremos, Mapache. Tienes que demostrar que eres digno de nuestra confianza —dijo finalmente, su voz resonó en la pequeña estancia como un eco ominoso.
Jeremy asintió nuevamente. No había vuelta atrás ahora, y eso solo acumulaba más la carga sobre sus hombros.
Toro se levantó con una calma y tomó la máscara que descansaba en la parte posterior de la silla. Con movimientos calculados, se ajustó la máscara sobre el rostro, transformándose de repente en una figura más sombría y amenazante. Jeremy, tomó la máscara que Toro le tendió en ese instante, y se la colocó, esforzándose en ocultar su inquietud. Observó cómo la figura del toro macabro se volvía aún más oscura a través de su máscara.
Sin decir una palabra, Toro se dirigió hacia una de las tres puertas metálicas al lado derecho de la habitación. Las puertas eran idénticas, pero la del medio sobresalió entre las otras cuando se abrió lentamente, revelando un interior aún más oscuro. Cuando Toro ingresó, Jeremy lo siguió, y apenas pudo reconocer la figura de Búfalo que estaba a un costado de la puerta metálica. Cuando la puerta fue cerrada, Jeremy sintió la mirada penetrante de Búfalo sobre él mientras avanzaban.
Jeremy sintió cómo su pulso se aceleraba con cada segundo que pasaba. El pasillo al que ingresó estaba sumido en una penumbra ominosa, impregnada de un olor a humedad y muerte que le revolvía el estómago. Solo una débil luz al final del pasillo parecía ofrecer una salida o una entrada a un lugar aún más oscuro y desconocido.
Con pasos cautelosos pero decididos, Jeremy siguió la luz, dejando atrás la seguridad relativa de la habitación inicial.
Mientras avanzaba hacia la débil luz del final, Jeremy se preparaba mentalmente para lo que pudiera encontrar al final del pasillo, sabía que cada decisión que tomaba lo acercaba más a un destino incierto, donde cualquier cosa podría suceder.
Cuando Jeremy finalmente cruzó la puerta, se encontró en una habitación que nunca había visto, pero tenía un aire inquietantemente familiar. Al igual que durante el ritual de integración, había cuatro cirios negros de un metro de altura distribuidos en las esquinas de la estancia. Esta vez, no había restos de carne putrefacta en el suelo, pero en el centro yacía una mesa de aluminio frío sobre la cual estaba una mujer. Sus manos y pies estaban sujetos a las esquinas de la mesa con arneses ajustados, temblando de frío ya que no llevaba ni una prenda que la cubriera.
Jeremy la reconoció de inmediato: era la misma mujer con la que había hablado la noche anterior en el callejón, a la que había marcado con el extraño símbolo en el vientre: una gota atravesada por una flecha de punta triangular apuntando hacia abajo. Un escalofrío recorrió su espalda mientras miraba la escena desconcertante frente a él.
En ese instante, los demás enmascarados ingresaron a la estancia, vistiendo las túnicas negras y con los ojos rojos ensombrecidos por las llamas rojas danzantes de los cirios.
—¡Mapache, Mapache! —gritaron todos girando alrededor de la mujer morena.
Jeremy sintió un hormigueo en el pecho mientras el miedo se apoderaba de él. ¿En qué se había metido realmente? Había entendido que su papel sería espiar a las personas a las que Toro prestara dinero como un detective encubierto, o conseguirles clientes discretamente, pero lo que estaba presenciando ahora confirmaba que este grupo estaba involucrado en algo mucho más oscuro y peligroso.
Además de Toro y Búfalo; Perro, Cerdo, Cabra y Caballo, comenzaron a acariciar el vientre de la mujer, por momentos presionaban con fuerza haciendo que la morena dejara escapar quejidos de terror y dolor.