La Senda De Los Perdidos

Capítulo 9: El Precio de la Decisión

Max extendió la mano hacia la esfera de luz. Apenas sus dedos la tocaron, una explosión de energía se extendió desde la balanza, sacudiendo la sala y arrojando al grupo al suelo. La esfera de oscuridad se desintegró, y la criatura dejó escapar un rugido que resonó como un trueno, haciendo temblar los cimientos de la torre.

—¡¿Qué hiciste?! —gritó Sam, cubriéndose la cabeza mientras fragmentos del techo caían a su alrededor.

—Restauré el equilibrio —dijo Max, con voz tensa, mientras intentaba ponerse de pie.

La criatura avanzó hacia él, sus pasos resonando como un tambor de guerra. Su silueta se expandió, llenando la cámara con su presencia.

—Has escogido la prisión —dijo, su voz cargada de desprecio—. Pero todo tiene un precio, mortal.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, la criatura extendió un brazo hacia Max. Una sombra negra se enroscó alrededor de su cuerpo, levantándolo del suelo. Max gritó, sintiendo como algo frío y afilado penetraba en su mente y su alma.

—¡Déjalo! —gritó Clara, lanzándose hacia la sombra, pero fue repelida por una fuerza invisible que la arrojó contra la pared.

—Él se ha ofrecido, aunque no lo sepa —dijo la criatura, mirando directamente a Max—. Para sellarme de nuevo, alguien debe tomar mi lugar.

Max intentó hablar, pero no podía respirar. En su mente, una serie de imágenes lo inundaron: el abismo, el corazón de la torre, y finalmente, una figura humana atada con cadenas negras, inmóvil, rodeada por un vacío infinito. Comprendió lo que la criatura quería decir.

—No… —murmuró, luchando contra la presión que lo envolvía—. No puede ser así.

—Así ha sido siempre —respondió la criatura—. Tu mundo disfruta de su luz porque alguien elige quedarse en la sombra.

Max cerró los ojos, buscando una salida, una forma de evitar ese destino. Pero no había otra opción. Si no tomaba el lugar de la criatura, el abismo la liberaría, y todo lo que conocía sería destruido.

—Lo haré —susurró finalmente.

—¡¿Qué?! —gritó Laura, luchando por acercarse a él—. ¡No puedes!

—Es la única forma —dijo Max, mirándola con tristeza—. Ustedes tienen que salir de aquí. Tienen que vivir.

La criatura soltó un rugido satisfecho y alzó su brazo, aumentando la intensidad de las sombras que envolvían a Max. Las cadenas que habían desaparecido comenzaron a formarse de nuevo, pero esta vez, se enroscaban alrededor de él, atándolo al lugar donde la criatura había estado prisionera.

—Espera… —dijo Max, con la voz entrecortada mientras sentía que su cuerpo se desvanecía—. Prométeme algo.

—Lo que desees —respondió la criatura, con una sonrisa que era puro vacío.

—No los lastimes. Deja que salgan de aquí.

La criatura lo observó en silencio durante un momento que pareció eterno. Finalmente, asintió.

—Tienen mi palabra.

Con un último grito, Max fue consumido por las sombras. Su cuerpo desapareció, y en su lugar, las cadenas se cerraron con un eco que resonó en toda la torre. El latido volvió, pero esta vez, era más profundo, más pesado, como si estuviera marcado por el sacrificio.

Clara cayó de rodillas, con las lágrimas corriendo por su rostro.

—No… no puede ser… —susurró, su voz quebrada.

Laura la abrazó, sus propios ojos llenos de dolor, pero sabía que no podían quedarse.

—Tenemos que irnos —dijo, mirando a Sam, quien estaba paralizado por el impacto de lo que acababa de suceder—. Él lo hizo por nosotros. No podemos dejar que su sacrificio sea en vano.

La criatura, ahora libre de las cadenas, comenzó a desvanecerse, su silueta disipándose como humo. Antes de desaparecer por completo, miró al grupo una última vez.

—El camino de salida está abierto. Aprovechen su oportunidad… antes de que cambie de opinión.

El suelo bajo ellos comenzó a temblar nuevamente, pero esta vez no por la presencia de la criatura, sino porque la torre estaba colapsando.

—¡Corran! —gritó Laura, levantándose y ayudando a Clara.

El grupo salió disparado por el túnel que se había abierto. Las paredes se derrumbaban a su alrededor, y el aire estaba lleno de polvo y el zumbido de la estructura agonizante.

Finalmente, alcanzaron la salida, emergiendo en el campo infinito. El cielo gris estaba cambiando, volviéndose más claro, como si la presencia de la criatura hubiera estado contaminándolo todo.

Cuando miraron hacia atrás, la torre colapsó por completo, hundiéndose en el suelo como si nunca hubiera existido.

El grupo se quedó en silencio, observando cómo el lugar que había sido su pesadilla desaparecía.

—¿Ahora qué hacemos? —preguntó Sam, con la voz temblorosa.

Laura miró hacia el horizonte. El paisaje, antes muerto, comenzaba a llenarse de matices de color. Era como si el mundo mismo estuviera despertando.

—Seguimos adelante —dijo, aunque en su interior sentía el vacío de la pérdida de Max.

Clara se giró hacia donde la torre había estado.

—Max… espero que estés en paz —susurró.

Sin embargo, en lo más profundo del abismo, Max no estaba en paz. Sentía las cadenas apretándose alrededor de su ser, cada segundo una lucha para contener la oscuridad que intentaba escapar. Y aunque no podía hablar, sabía que el mundo estaba a salvo… por ahora.




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