“Un domingo diferente”
Los fines de semana deberían ser mucho más largos. Deberían extenderse al menos un par de días más, y los lunes, en lugar de ser una extensión de la rutina laboral, deberían ser considerados parte del fin de semana, para que uno pudiera disfrutar de un respiro sin el peso de la semana encima. Pero, como no siempre podemos tener lo que deseamos, aquí estoy, enfrentando un domingo en el que el tiempo parece detenerse.
Otro capítulo de Las Chicas del Cable ha llegado a su fin, y con él, el característico olor a pastel de mi madre se esparce por la casa. Ese olor me resulta reconfortante, pero también me trae una extraña melancolía. Justo cuando pensaba que el día se desvanecería en una interminable quietud, el sonido del timbre irrumpe en el aire, un toque de vida en mi triste tarde.
Con una pereza infinita, me arrastro hacia la puerta. Ahí está, un joven repartidor con una sonrisa amable y un paquete en sus manos. El paquete, claramente, es mi salvación en este día gris: mi comida.
Dejo la bolsa sobre la mesa y, antes de sentarme, me dirijo a la cocina para retirar el postre del horno. No hay nada que calme más el alma en un día tan gris y lluvioso que una exquisita comida chatarra y un dulce recién horneado. Cualquier chica que se encuentre pasando un triste domingo puede entender lo que significa esa combinación: una pequeña felicidad en medio de la tormenta.
Papá se fue de viaje de negocios con Lombardi, o al menos eso fue lo que me dijo. Aunque, si soy honesta, creo que en realidad es más bien un viaje de vacaciones. Siempre me ha gustado pensar que se escapa de la rutina, aunque él nunca lo admitiría.
Ahora, finalmente, me siento a la mesa y abro la bolsa. Mmmm... ¡Esta hamburguesa está verdaderamente exquisita! El restaurante de Don Rick es, sin lugar a dudas, el mejor en Bellagio. Su comida siempre tiene ese toque especial que la hace inolvidable.
Mientras doy el primer bocado, me siento, por un momento, en paz. Y aunque la lluvia no cesa, al menos sé que este pequeño placer será suficiente para atravesar este día con una sonrisa.
Un sonido arranca mi concentración en la pantalla. Mi teléfono está sonando. Lo busco entre los cojines del sillón, palpando con ansiedad hasta que finalmente lo encuentro.
“Llamada de Sr. Lombardi”.
Frunce el ceño. Hoy es domingo. Mi día libre.
Una sensación extraña se instala en mi estómago mientras deslizo el dedo sobre la pantalla para contestar.
Los pocos segundos que tarda en responder me parecen una eternidad. El aire se estanca en mis pulmones. No. Esto no puede estar pasando otra vez. No puedo perder a mi padre también.
Mi cuerpo aún está en tensión cuando lo escucho terminar.
Mis ojos se abren con incredulidad.
Un silencio se instala entre ambos mientras proceso sus palabras.
Mi corazón late con fuerza. No es solo la responsabilidad lo que me emociona, sino el hecho de que mi padre confíe en mí.
Me muerdo el labio antes de preguntar. Mi curiosidad me está matando.
Para cualquier abogada a un año de graduarse, esta es la mejor oportunidad que podría recibir. Algo bueno tenía que traer este horrible día.
Cuelgo la llamada con las manos temblorosas. Por un momento, me quedo quieta, tratando de asimilarlo. Luego, como una niña pequeña a la que acaban de darle un regalo, salto y grito de felicidad.
Tengo que buscar un buen outfit perfecto – pienso-
Corro hacia mi habitación y me lanzo sobre mi vestidor, revisando con rapidez cada prenda. Necesito algo que refleje seriedad, seguridad y profesionalismo. Si mi madre estuviera aquí, me diría que un conjunto sencillo y oscuro proyectaría imponente actitud.
Finalmente, escojo el último traje que compré: un conjunto completamente negro con un body de tirantes marrón y mis botas altas del mismo tono.