La casa era gigante y era la típica casa victoriana. A pesar de que se veía antigua, tenía cierto encanto. Llamé a la puerta y una chica con el pelo rubio y ojos rojizos me abrió. Esperaba que me abriese un hombre, pero me abrió la puerta una adolescente. Era bella. Su belleza era inhumana.
-¿Eres la sirvienta?
-Sí - contesté sin perder mi sonrisa.- ¿Eres Damián?
La niña llamó a su hermano. Escuché un gruñido y unos pesados pasos. Damián apareció detrás de la niña y era tal y como me lo describieron: Era alto y robusto. Tenía el pelo negro y unos ojos rojizos. Tenía una nariz afilada y una barbilla y mandíbula marcadas. Era muy guapo, igual que la niña. El tampoco parecía humano.
Sonreí y le miré. Su mirada era penetrante. Tan fría y asesina que te invadía una extraña sensación, un escalofrío te recorría el cuerpo.
Fui mandada a esa casa bajo un propósito que provocaría mi propia tumba...