La sombra de Emma

Me llamo Ema, soy una joven mujer de la zona sur del Gran Buenos Aires, vivo con mi marido en una humilde casa  del partido de Ezeiza y trabajo en un local de comidas rápidas en la peatonal de Lomas de Zamora.

Trabajo en el horario vespertino desde las 14 horas hasta las 22 horas que cierra el local. Camino unas cuadras junto a algunos compañeros de trabajo hasta la estación del tren Roca, ellos viajan hasta LLavallol y yo viajo hasta Ezeiza donde me espera mi marido que saca a pasear al perro.

Hace una semana mi marido tuvo un accidente en el trabajo y no puede ir a buscarme a la estación. Por eso, camino apurada con miedo. Una noche sentí que algo extraño me seguía, una especie de sombra oscura y siniestra, que camina detrás mío desde el trabajo hasta mi casa. Al llegar allí se aleja, parece que el calor del hogar y la luz intensa la ahuyenta.

Sin embargo, esta noche algo raro paso, la sombra está adentro de mi casa, entro con mi marido. Ya se comió al perro y a mi marido, sólo quedamos el gato y yo que estamos encerrados en la pieza, la siento detrás de la puerta, sé que me encontró.

Escribo está carta para avisarle a mi familia y advertirles que una sombra tenebrosa existe y devora cualquier ser vivo. Si están leyendo estas palabras es porque me comió a mi también.

Días más tardes la madre de Ema fue a visitarla. Tocó el timbre pero nadie salía, abrió la puerta con la llave extra que tenía. El perro estaba acostado junto a los pies de su dueño que yacía sentado sobre el sillón, muerto con un tiro en el pecho.

Ema estaba en la pieza, acostada en la cama con un tiro en la cabeza.

El frasco de pastillas recetado por el psiquiatra permanecía intacto sobre la mesita de luz junto a un papel escrito con palabras ilegibles.

El gato miraba la escena desde el techo del placar mientras se relamía la sangre de las uñas