La sombra de la leyenda

Capitulo 10

Después de la intensa y perturbadora búsqueda de información sobre la Casa de los Espejos, el equipo necesitaba desesperadamente un respiro La arena dorada de la playa de La Caleta, bañada por el sol y acariciada por el suave murmullo de las olas, ofrecía una promesa de alivio. Omar y Nina, visiblemente agotados por la experiencia, fueron los primeros en lanzarse al agua, sintiendo la sal y el frescor del mar como un bálsamo para la angustia que aún los atenazaba. Clara se extendió sobre su toalla, cerrando los ojos al sol, buscando desconectar de la constante sensación de irrealidad que la ausencia de su reflejo le provocaba. Laura se sentó cerca de ellos, observándolos con una mezcla de preocupación y una tenue esperanza de que este día de descanso les hiciera bien. James, sin embargo, aunque presente en cuerpo, parecía ausente en mente, su mirada a menudo desviándose hacia la imponente silueta del Castillo de San Sebastián que se alzaba en el extremo de la playa.

Pasaron varias horas en la playa, disfrutando de la relativa normalidad del entorno. Los gritos de los niños jugando en la arena, las conversaciones animadas de los bañistas y el suave vaivén de las olas creaban una atmósfera de tranquilidad que contrastaba fuertemente con el terror vivido en la casa. Omar y Nina parecían relajarse por momentos, sus risas apagadas resonando sobre el sonido del mar. Clara incluso logró dormitar bajo el sol.

Después de un almuerzo ligero en un chiringuito cercano, James se acercó a Laura con una mirada de curiosidad contenida. —¿Qué te parece si vamos a echar un vistazo al castillo? Omar, Nina y Clara parecen estar disfrutando del sol. Podríamos ir y volver antes de que anochezca.

Laura, aunque aún preocupada por la urgencia de resolver el misterio de la Casa de los Espejos, entendió la necesidad de seguir las pistas que se presentaran. Además, sentía una creciente curiosidad por la historia de Cádiz y sus leyendas. Aceptó acompañarlo.

Caminaron juntos hacia el Castillo de San Sebastián, cruzando el puente de piedra que lo conectaba con la playa de La Caleta, paralelo al serpenteante Paseo Fernando Quiñones. El viento marino azotaba sus rostros, y el rugido constante de las olas rompiendo con fuerza contra las antiguas murallas del puente creaba una atmósfera evocadora, una mezcla de belleza y una sutil sensación de inquietud.

Llegaron a la entrada del castillo y descubrieron que la puerta principal estaba abierta de par en par, invitándolos a explorar su interior. El amplio patio de armas se extendía ante ellos, rodeado de los robustos muros de la fortaleza. Recorrieron el lugar, observando la sobria arquitectura militar, los cañones oxidados apuntando al mar y las imponentes vistas de la bahía de Cádiz. James estaba particularmente interesado en la historia del castillo, imaginando las vidas de los soldados y los prisioneros que habían pasado sus días entre esas piedras.

Se adentraron en las oscuras galerías y los pasadizos abovedados, intentando imaginar dónde podrían haber estado ubicados los antiguos calabozos. Llegaron a una zona más apartada, con pequeñas aberturas en los muros que sugerían celdas subterráneas, húmedas y frías. Aquí, en el silencio opresivo del lugar, James se detuvo en seco, con el ceño fruncido.

—¿Has oído eso? —preguntó en un susurro.

Laura aguzó el oído, pero solo escuchó el lejano graznido de una gaviota y el eco de sus propios pasos. —No oigo nada, James. ¿Qué pasa?

—Creo... creo que he oído una especie de susurro. Muy débil, casi como un lamento lejano.

Volvieron sobre sus pasos, deteniéndose en diferentes puntos de la oscura galería. James insistía en que había escuchado algo, una voz tenue y cargada de tristeza. Laura, por más que intentaba concentrarse, no percibía nada más que el silencio denso del antiguo castillo.

James se debatía entre su escepticismo inherente y la persistente sensación de haber escuchado algo real. La atmósfera del castillo, impregnada de siglos de historia y quizás de sufrimiento, era palpable y podía estar jugando con su imaginación. Laura, más sensible a las energías del entorno, percibía una tristeza latente en el aire del castillo, una sensación de inquietud que resonaba con la melancolía que había sentido cerca de la Casa de los Espejos, aunque no podía identificar voces claras.

Después de explorar el castillo durante un rato más, sin que James volviera a escuchar el susurro, decidieron regresar a la playa. Encontraron a Omar, Nina y Clara más relajados, sus rostros ligeramente quemados por el sol. Compartieron su experiencia en el castillo, la posible voz que escuchó James y la atmósfera cargada de historia del lugar.

El sol comenzaba a descender sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y dorados. El equipo se reunió de nuevo en la playa, disfrutando de la calma del atardecer. El día de descanso había ofrecido un respiro bienvenido, pero la experiencia en el Castillo de San Sebastián había reavivado sutilmente la sensación de que los ecos del pasado y el sufrimiento aún resonaban en Cádiz, esperando ser escuchados. La pregunta de si la voz escuchada por James era real o producto de su imaginación quedó flotando en el aire, añadiendo una nueva y misteriosa capa a su creciente investigación.



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En el texto hay: leyenda, terror, terrorpsicolgico

Editado: 27.05.2025

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