La sombra de la leyenda

Capitulo 15

El terror visceral del interior de la Casa de los Espejos los impulsó a una huida desesperada, un instinto primario de supervivencia que perforó la densa capa de sus miedos individualizados. En medio de las sombras danzantes, los susurros helados y la desintegración de la realidad, una conexión frágil se reestableció. Quizás fue la mano temblorosa de Laura buscando la de James, o el grito ahogado de Nina llamando a Omar, pero en ese momento de crisis, la necesidad de escapar superó el aislamiento de sus pesadillas personales

Su fuga fue caótica y brutal. Cada habitación presentaba nuevos horrores, ecos de sus miedos más profundos materializados en el espacio. Atravesaron puertas cerradas a patadas, se arrastraron por pasillos oscuros donde las paredes parecían estrecharse, y corrieron a través de habitaciones donde los objetos levitaban amenazantes. En momentos fugaces, se ayudaron mutuamente: James, ofreciendo un brazo firme a Nina tambaleante; Omar, guiando a Laura a través de una habitación donde el suelo parecía ondularse. La urgencia de dejar atrás ese infierno los impulsó a seguir adelante, ignorando las punzadas de terror que aún los acosaban.

Al salir de la casa, tropezando por el umbral roto, la luz del atardecer los golpeó con una fuerza casi cegadora después de la oscuridad opresiva del interior. El mundo exterior parecía extrañamente normal, un contraste grotesco con el caos visceral que acababan de experimentar. La ausencia de sus reflejos en los escaparates cercanos seguía siendo una perturbadora constante, un recordatorio imborrable de que algo fundamental había cambiado.

Necesitaban desesperadamente un ancla en la realidad, un refugio donde la normalidad, aunque superficial, pudiera ofrecerles un respiro. La idea de un lugar público, lleno de gente ajena a su horror, los atrajo como un faro en la oscuridad de su trauma.

Llegaron a un bar cercano a la Alameda, con la ropa sucia, el pelo revuelto y los rostros pálidos marcados por el terror. Se desplomaron en una mesa apartada, exhaustos y temblorosos, pidiendo agua y algo de comer con voces apenas audibles. El murmullo de las conversaciones ajenas los envolvía, hablando del clima, de resultados de fútbol, de la vida cotidiana que para ellos parecía ahora tan distante.

Fue entonces cuando escucharon un fragmento de conversación que los heló hasta la médula. Dos hombres en la barra hablaban con despreocupación.

—...Al final la han vendido, ¿sabes? La vieja Casa de los Espejos, ahí cerca de la Alameda.

—¿En serio? ¡Ya era hora! Menuda ruina, afeando la zona. ¿Y quién la ha comprado?

—Unos inversores, creo. Dicen que van a hacer pisos turísticos de lujo. La ubicación es perfecta, con vistas al mar.

El silencio cayó sobre la mesa del equipo como una losa de piedra. James dejó caer el vaso de agua, el líquido derramándose sobre la mesa sin que él pareciera notarlo. Laura se quedó con la mirada perdida, su rostro inexpresivo. Omar apretó los puños con rabia contenida.

Nina soltó una risa amarga y quebrada, que atrajo brevemente la atención de algunos clientes del bar. —¿Pisos turísticos de lujo? —dijo con incredulidad, su voz temblando ligeramente. "¿Todo lo que hemos vivido... todo el terror... y van a hacer apartamentos para turistas?"

James finalmente levantó la mirada, sus ojos inyectados en sangre y llenos de una rabia fría. —No puede ser... ¿Es en serio? —¿Nadie sabe lo que pasa en ese lugar?

Laura habló por primera vez desde que escucharon la conversación, su voz apenas un susurro cargado de incredulidad y dolor. —Ana... su sufrimiento... ¿Simplemente lo van a borrar así? ¿Como si nunca hubiera existido?

Omar golpeó la mesa con el puño, haciendo tintinear los vasos. —¡Es una puta broma! Estuvimos a punto de morir ahí dentro, vimos cosas que desafían toda lógica... ¡Y a nadie le importa! Solo quieren hacer dinero.

Clara, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló con una voz cansada y llena de resignación amarga. —Supongo que para el resto del mundo, solo es una casa vieja y abandonada. Nadie vio lo que nosotros vimos. Nadie sintió lo que nosotros sentimos.

Nina volvió a reír, una risa hueca y desesperada. —Así que... ¿Para eso escapamos? ¿Para ver cómo construyen un solárium en la habitación donde casi perdemos la cordura?

James se levantó de golpe, su silla raspando contra el suelo. —No... no puede terminar así. Tiene que haber algo que podamos hacer. Alguien tiene que saber lo que pasa en esa casa…

Laura lo miró con tristeza. —¿Quién nos creería, James? No tenemos pruebas. Solo nuestros recuerdos... y la falta de nuestros reflejos, que nadie más ve.

Omar se puso de pie también, con determinación en el rostro. —Quizás no nos crean... pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Tenemos que intentar algo. Por nosotros... y por esa niña.

Clara suspiró, levantándose lentamente.

—Supongo que no tenemos nada que perder.

Nina se secó una lágrima rebelde. —No dejaré que su sufrimiento se convierta en el reclamo de un folleto turístico.

El equipo permaneció de pie en el bar, sus rostros reflejando una mezcla de frustración, rabia y una recién nacida determinación. La noticia de la venta de la Casa de los Espejos, en lugar de derrotarlos, parecía haber encendido una nueva llama en su lucha. La indiferencia del mundo exterior ante su terror los había impulsado a actuar, aunque no tuvieran claro cómo podrían enfrentarse a una fuerza tan impersonal como la especulación inmobiliaria, ni cómo podrían hacer que alguien creyera en los horrores que acechaban tras las paredes de la casa condenada a la transformación.




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