La sombra de la leyenda

Capitulo 20

La visión de los andamios abrazando la Casa de los Espejos que vieron el otro día había sido un golpe en el estómago para el equipo, una señal tangible de que el tiempo se agotaba. Sin embargo, la inesperada advertencia del obrero les ofreció un resquicio de esperanza, una confirmación externa de que no estaban solos en su percepción del horror que habitaba la casa

Otro obrero, un hombre llamado Miguel con manos curtidas y una mirada cansada pero amable, se había acercado al equipo con una ceja levantada. —¿Vosotros sois los que andabais por aquí el otro día, no? —Tenéis cara de haber visto un fantasma. Su tono era entre curioso y ligeramente burlón, pero había una sombra de inquietud en sus ojos.

James tomó la iniciativa. —Algo así. Usted ha sentido algo extraño en la casa, ¿verdad?

Miguel dudó un instante, mirando de reojo la fachada sombría.

—Pues... sí. Esta mañana. Entré en el salón para ver el tema de un muro que hay que tirar... y hacía un frío que pelaba, ¿sabes? Y eso que afuera hacía un sol de justicia. Y luego... como un susurro. Como si alguien me hablara al oído, pero no había nadie.

Se encogió de hombros, restándole importancia. —Sería el eco o algo.

Laura se acercó un poco más, su voz suave pero intensa. —No creo que fuera un eco, Miguel. Nosotros también hemos sentido cosas aquí. ¿Podría describir el susurro? ¿Qué le hizo sentir?

Miguel frunció el ceño, esforzándose por recordar. —No... no entendí nada. Solo... como una niña. Triste, ¿sabes? Y como... enfadada también. Una sensación muy rara. Y luego, la impresión de que alguien me observaba, aunque no viera a nadie.

Los miembros del equipo se miraron en silencio; los paralelismos con sus propias experiencias eran escalofriantes. Nina dio un paso adelante. —

Miguel, lo que usted sintió... nosotros lo hemos experimentado mucho más intensamente. Esta casa... no es normal. Aquí pasó algo terrible.

Omar asintió con gravedad. —Creemos que el espíritu de una niña está atrapado aquí. Y no quiere que la derriben.

Miguel los observó con una mezcla de incredulidad y creciente preocupación. —Una niña... ¿Un espíritu? Hombre, yo no creo mucho en esas cosas...

—Pero sintió algo, ¿verdad? —insistió James Algo que no puede explicar.

Miguel suspiró, rascándose la barba incipiente. —Sí... eso sí. Se me puso el vello de punta, la verdad. Y eso a mí no me pasa fácil.

Clara intervino con voz firme. —Miguel, necesitamos que nos crea. Hemos visto cosas... cosas que no se pueden explicar. Y con la obra, creemos que la situación podría empeorar.

Durante los siguientes minutos, el equipo compartió con Miguel una versión resumida de sus encuentros en la Casa de los Espejos: la ausencia de sus reflejos, las voces, los objetos que se movían, el terror que los invadió. Evitaron los detalles más escabrosos al principio, centrándose en los fenómenos que Miguel podría encontrar creíbles basándose en su propia experiencia.

Miguel escuchó en silencio, su escepticismo inicial dando paso a una creciente intriga y una palpable inquietud. Cuando terminaron, se quedó mirando la casa con una nueva perspectiva.

—Joder... si lo que decís es verdad... —murmuró, sacudiendo la cabeza lentamente. —Yo pensaba que era cosa mía, el cansancio... Pero lo del frío... y la voz... Ahora que lo contáis..."

Laura se acercó, con la mirada llena de esperanza. —Miguel, necesitamos ayuda. Usted está dentro. Puede ver y oír cosas que nosotros no. ¿Nos ayudaría a entender qué pasa aquí... antes de que sea demasiado tarde?

Miguel dudó un momento, mirando al equipo y luego la imponente fachada de la casa. La idea de fantasmas y espíritus seguía siendo difícil de asimilar, pero su propia experiencia de esa mañana y la sinceridad en los ojos del equipo lo hicieron vacilar.

—No sé qué puedo hacer... —dijo finalmente, con incertidumbre. —Pero... si vuelvo a sentir algo... os lo diré. Estad por aquí mañana por la mañana. Empiezo temprano.

Una oleada de alivio recorrió al equipo. Habían encontrado un aliado inesperado en su desesperada lucha contra lo inexplicable. La voz de Miguel, aunque vacilante, era un hilo de esperanza en medio de la oscuridad que rodeaba la Casa de los Espejos.




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