La mañana siguiente, el equipo se reunió con Miguel antes de que el resto de los obreros llegaran a la Casa de los Espejos. Había una tensión palpable en el aire, una mezcla de esperanza y nerviosismo ante la posibilidad de obtener más información sobre la presencia que habitaba la casa
—Miguel —comenzó Laura con suavidad—, creemos que el espíritu de la niña, Ana, podría estar ligado a una habitación específica de la casa. Basándonos en lo que sentimos allí, creemos que podría ser la habitación al final del pasillo del primer piso, la que tiene la ventana tapiada.
James añadió: —Cuando estuvimos allí, sentimos una tristeza muy fuerte en ese lugar. Y Nina... ella tuvo una visión muy clara de una niña asomándose por la ventana, antes de que estuviera tapiada.
Miguel escuchó atentamente, con el ceño ligeramente fruncido. "La del final del pasillo... sí, la he visto. Está llena de polvo y escombros. No parece haber nada especial.
—Por favor, Miguel —insistió Nina—, preste atención cuando esté allí. ¿Siente algo diferente? "¿Ve algún objeto que parezca fuera de lugar o que pudiera haber pertenecido a una niña?
Miguel asintió, aunque su escepticismo aún era evidente. —Lo intentaré. Estaré trabajando cerca de esa zona esta mañana. Si noto algo raro, os lo diré.
Pasaron las horas con una tensa espera. El equipo vigilaba discretamente la casa desde la distancia, mientras Miguel y los otros obreros comenzaban sus tareas. Finalmente, a media mañana, el teléfono de James vibró. Era un mensaje de Miguel: —Chicos, tenéis que ver esto. La habitación del final del pasillo... se siente diferente. Y he encontrado algo raro.
El equipo se reunió con Miguel en un rincón apartado, lejos de los otros obreros. Miguel parecía ligeramente perturbado. —No sé cómo explicarlo —comenzó—, pero esa habitación... el aire es más frío, como si no entrara el sol. Y hay un silencio... diferente al resto de la casa. Como si estuviera... esperando algo.
Luego dudó un momento antes de continuar. —Y... he encontrado esto. —Abrió la palma de su mano, revelando una pequeña canica de cristal, de un color azul pálido y con una ligera iridiscencia. —Estaba en el centro de la habitación, en el suelo. No había nada más alrededor. Las pocas cosas que hay están llenas de polvo y pegadas a las paredes.
—¿Una canica? —preguntó Omar, incrédulo
—Sí —respondió Miguel—. Una canica. No parece nada importante, pero... ¿Por qué estaría ahí, sola, en medio de la habitación?
Nina se acercó para verla mejor. —Podría haber pertenecido a Ana. Un juguete...
James examinó la canica con atención. —Es pequeña... de un niño.
Laura sintió un escalofrío. —Miguel, ¿notó algo más en la habitación? ¿Algún otro objeto fuera de lugar?
Miguel frunció el ceño, esforzándose por recordar. —Ahora que lo dices... sí. Había una silla pequeña, de madera. Estaba apartada de la pared, en el centro de la habitación. Las otras sillas estaban apiladas en una esquina. Esta estaba sola... como si alguien la hubiera movido.
El equipo se quedó en silencio, contemplando la pequeña canica azul y la imagen de la silla solitaria en el centro de la habitación silenciosa. El hallazgo de Miguel, aunque sutil, parecía confirmar que esa habitación tenía una importancia especial y que una presencia, quizás la de Ana, aún interactuaba con ella de alguna manera.
Después de esa noche habían decidido ir a la casa; querían comprobar algo, querían saber si la silla la había movido la niña o uno de los obreros. Habían mirado por internet algún truco para saber si es la niña quien mueve la silla. Mientras buscaban algo, llegó Nina, algo entusiasmada.
—Chicos, vengo del almacén que hay en la Cruz Verde. Allí había una mujer mayor que estaba hablando de espíritus y cómo mueven los objetos. Le pregunté cómo se podía averiguar —dijo Nina bajo la atenta mirada de sus compañeros.
—¿Qué es lo que hay que hacer? —preguntó Omar.
—He comprado este paquete de harina,la mujer me dijo que lo pusiera alrededor de la silla y ahí se ve quién realmente mueve la silla —explicó Nina.
—¿Y si la silla la mueve algún obrero en vez de la niña? —preguntó James, intrigado.
—Pues entonces veremos las pisadas y si ponemos cámara esta noche ya sabremos la verdad —le dijo Nina.
Después de esa explicación fueron decididos a la casa, entraron en la habitación de la niña, pusieron alrededor de la silla la harina e instalaron una cámara chica. Cuando llegaron al hotel se pusieron a revisar la cámara, estuvieron un par de horas vigilando sin ver nada sospechoso; sobre las tres de la madrugada vieron algo que los dejó impactados: la silla se movía sola, no había nadie para moverlo.