El equipo permanecía inmóvil, las respiraciones entrecortadas, las miradas fijas en el espejo. La imagen de la niña había desaparecido, pero lo que habían visto no era algo que simplemente pudieran olvidar. No era una visión pasajera, no era una alucinación colectiva. Era una verdad impresa en el lugar, un recuerdo tan real y tangible como la casa misma.
Nadie hablaba. Nadie se movía….
El aire en la habitación se sentía más pesado de lo que debería ser, como si cada partícula estuviera cargada con la presencia de lo que acababan de presenciar. El último aliento de la niña aún parecía latente, resonando en el espacio sin sonido, impregnado en las paredes, atrapado en un bucle inquebrantable.
Laura apretó los labios, su pulso todavía acelerado. Algo dentro de ella se sentía alterado, como si su cuerpo hubiera absorbido parte del frío de aquel reflejo.
Omar pasó la vista de un lado a otro de la habitación, buscando cualquier otra pista que le dijera que aquello no había sido más que un truco de la mente. Pero no había explicación lógica.
—Dime que hemos alucinado —susurró finalmente.
Pero nadie respondió.
Clara, con la mirada aún fija en el espejo, se llevó una mano al pecho, tratando de controlar su respiración. No podía explicar lo que sentía, pero su cuerpo reaccionaba como si hubiera estado en peligro.
James, por otro lado, seguía analizando el espejo.
Extendió la mano, casi con reticencia, rozando con los dedos la grieta que se había formado. La superficie estaba fría, pero no como el vidrio común… sino con un frío que parecía provenir de dentro, como si algo más que la imagen hubiera quedado atrapado en él.
El equipo estaba reaccionando de formas diferentes.
Omar estaba negado, buscando una explicación racional.
Clara estaba temblorosa, tratando de contenerse.
James seguía analizando, queriendo entender lo que había pasado.
Laura, en cambio, sentía algo más.
La presencia.
Porque, aunque la imagen de la niña se hubiera desvanecido, ella jamás se había marchado realmente.
Laura giró lentamente la cabeza hacia la cama.
El colchón.
El hundimiento que antes era apenas visible… ahora era más profundo.
Como si algo invisible hubiera decidido sentarse allí, en el mismo lugar donde la niña murió.
Las luces titilaron levemente, y entonces el sonido
Un golpe pequeño.
Como el sonido de un dedo tocando el vidrio desde dentro.
Omar soltó un insulto ahogado.
—Esto no está bien —susurró.
El aire se volvió pesado, y Laura sintió una presión en el pecho, como si algo la estuviera empujando hacia el dormitorio otra vez.
Clara se tensó cuando otro sonido débil quebró el silencio.
El roce de algo deslizándose sobre el suelo.
La silla. Moviéndose otra vez.
Pero esta vez, nadie la estaba observando por una pantalla. Esta vez, estaba frente a ellos.
La madera raspó la harina en el suelo. Se movió unos centímetros… y se detuvo.
Como si la niña estuviera probando algo.
Como si quisiera ver qué harían ahora.
James reaccionó primero, agarrando a Laura por el brazo.
—Vámonos. Ahora.
Omar y Clara no discutieron. Todos querían salir de esa habitación.
Cruzaron el umbral rápidamente, con una tensión en la piel que no disminuía, como si el aire mismo los estuviera reteniendo.
Pero entonces… el sonido regresó.
La silla se movió otra vez.
No solo un poco.
Más fuerte. Más agresiva.
El grupo se detuvo bruscamente en el pasillo, sin atreverse a girar.
Y entonces, todo quedó en silencio.
Nada más se movió.
Nada más sonó.
Laura sintió que su corazón martilleaba en sus oídos.
Omar tragó saliva. Clara apenas respiraba.
El pasillo parecía más largo de lo que recordaban.
James giró la cabeza lentamente hacia la habitación.
La silla estaba justo donde la habían visto moverse por última vez.
Pero el espejo…
El espejo se veía diferente.
¿La grieta era más grande?
O quizás… quizás solo era un efecto de la luz.
O no.
James cerró los ojos un instante, intentando recuperar el control.
—¿Volvemos? —susurró Laura.
El grupo se giró abruptamente hacia ella.
—¿Estás loca? —murmuró Omar
Pero Laura no respondía como si fuera una decisión.
Era una necesidad.
Algo en ella le decía que aún no era momento de irse.
Clara dio un paso hacia atrás, mirando la puerta de la habitación.
Omar negó con la cabeza.
James apretó la mandíbula.
Y entonces, el aire cambió otra vez.
La casa los estaba desidiendo.
Y ahora… todo quedó en silencio.
Profundo.
Sofocante.
Inquebrantable.
Como si la niña finalmente hubiera tomado una decisión.