El shock se extendió rápidamente por el resto del equipo, como una onda expansiva de terror puro. Los ojos de James, que momentos antes mostraban frustración y determinación por derribar la puerta, ahora estaban vidriosos, reflejando un miedo visceral que lo paralizaba. Sus músculos se tensaron, listos para la huida, pero su mente parecía bloqueada, incapaz de procesar la visión que tenía delante. Su respiración se aceleró, convirtiéndose en jadeos cortos e irregulares.Omar, que ya estaba al borde del colapso tras el grito de Ana y el encierro, se desmoronó aún más ante la aparición física de la niña. Un gemido lastimero brotó de su garganta, y se llevó ambas manos a la boca, como si intentara contener un grito aún mayor que amenazaba con desgarrar su cordura. Sus ojos se movían frenéticamente, como los de un animal acorralado, buscando desesperadamente una vía de escape que su razón le decía que no existía. Fue Nina quien rompió el silencio opresivo de una manera desgarradora. Al ver la figura pálida y etérea de la niña en el umbral, la realización brutal de la verdadera naturaleza de lo que estaban enfrentando la invadió con una fuerza abrumadora. Un grito agudo y lleno de un pánico incontrolable brotó de su garganta, un sonido visceral que reflejaba el terror que la consumía por completo. Sus manos temblaban incontrolablemente mientras retrocedía, chocando con una silla vieja que cayó al suelo con un golpe seco que apenas registraron en su estado de histeria.Clara, que hasta ahora había permanecido en un estado de shock casi catatónico, con la mirada perdida en el vacío, reaccionó al grito de Nina como si fuera un detonante que la arrancara de su parálisis. Sus ojos se abrieron de golpe, llenos de un miedo lúcido y aterrador, y un grito similar, aunque más ahogado y cargado de una histeria contenida, escapó de sus labios. Sus manos se aferraron a su pecho, como si intentara proteger su corazón que latía con una violencia dolorosa.En medio de la cacofonía de terror humano, la figura de Ana permaneció inmóvil en el umbral, aparentemente impasible ante su reacción de pánico. Lentamente, con una gracia espectral que resultaba aún más inquietante, su cabeza se inclinó ligeramente hacia un lado, como si estuviera examinando a sus aterrorizados observadores con una curiosidad fría y distante. Y entonces, levantó la mirada.El cabello oscuro y lacio se apartó ligeramente de su rostro, revelando unos ojos oscuros y profundos que parecieron absorber hasta la última mota de luz de la habitación, dejando tras de sí solo un vacío insondable. Pero lo que realmente heló la sangre del equipo, lo que se grabó en sus mentes como una cicatriz imborrable de puro terror, no fueron sus ojos vacíos, sino la lenta y deliberada sonrisa que se extendió por sus pálidos labios. No era una sonrisa infantil e inocente, la sonrisa de un niño feliz; era una mueca sutil pero profundamente inquietante, carente de cualquier calidez o alegría, y llena de una cualidad indefiniblemente siniestra. Parecía burlarse de su miedo, como si disfrutara de su terror, como si su pánico fuera una fuente de retorcida satisfacción.El contraste entre el grito de angustia que habían escuchado momentos antes, un lamento de dolor puro, y esta sonrisa helada, calculadora y casi depredadora, fue escalofriante hasta la médula. ¿Qué clase de espíritu era esta niña? ¿Qué significaba esa sonrisa antinatural en su rostro espectral? ¿Era una máscara que ocultaba un tormento aún mayor, o era la verdadera expresión de una entidad oscura y resentida?Antes de que pudieran siquiera formular una pregunta en sus mentes aterrorizadas o reaccionar de alguna manera coherente, la figura de Ana comenzó a desvanecerse. No fue un movimiento brusco o repentino, sino una lenta y gradual disolución, como si su forma etérea se estuviera volviendo cada vez más tenue, como humo disipándose en el aire, hasta que la tenue luz del oscuro pasillo comenzó a brillar a través de ella. En cuestión de segundos, la niña espectral desapareció por completo, desvaneciéndose en el aire como si nunca hubiera estado allí, dejando tras de sí solo el eco persistente de su sonrisa perturbadora y el terror paralizante que se había apoderado de los corazones del equipo.El silencio volvió a caer sobre la habitación, un silencio pesado y opresivo, cargado del eco espectral del grito de Ana y la persistente imagen de su sonrisa helada. Solo las respiraciones agitadas y temblorosas del equipo rompían la quietud. Sus ojos, aún dilatados por el horror, escrutaban el umbral vacío donde la niña había estado hacía apenas un instante, buscando alguna señal de su regreso, alguna explicación para lo que acababan de presenciar.La visión había sido breve pero inolvidable, y la sonrisa espectral se había grabado en sus mentes como una advertencia helada, un presagio de lo que aún estaba por venir. Ya no solo estaban lidiando con un espíritu atormentado por una tragedia pasada; la sonrisa sugería una conciencia oscura, una intención desconocida, quizás incluso una malevolencia latente que acechaba en las sombras de la Casa de los Espejos. El miedo que sentían ahora era mucho más profundo, teñido de la inquietante certeza de que se habían topado con algo mucho más complejo, peligroso y siniestro de lo que jamás habían imaginado en sus peores pesadillas. Estaban atrapados en una danza macabra con un espíritu cuya tristeza parecía haber mutado en algo mucho más oscuro y amenazante.