El silencio opresivo que siguió a la desaparición de Ana se rompió cuando Omar, presa del pánico, se giró y corrió torpemente hacia la puerta abierta, sin importarle dejar atrás al resto. Nina, aferrada a su brazo como un náufrago a una tabla de salvación, lo siguió de cerca, su rostro blanco y sus ojos fijos en el pasillo oscuro, buscando desesperadamente una salida de la Casa de los Espejos
Clara, aún temblorosa y con la mirada perdida, reaccionó al movimiento de Omar y Nina como un resorte. Sin decir una palabra, con un miedo silencioso reflejado en sus ojos, se levantó tambaleándose y los siguió; su única prioridad era no quedarse sola en esa habitación aterradora.
James, aunque su cuerpo aún temblaba por la visión de Ana y su sonrisa helada, sintió un tirón de responsabilidad al ver a Laura inmóvil, con la mirada fija en el umbral vacío.
—Laura, tenemos que irnos —dijo James, su voz aún ronca por el miedo pero con un tono de urgencia. ¿No viste lo que pasó? Esa... esa cosa nos encerró y luego... desapareció con esa horrible sonrisa. No es seguro quedarnos aquí.
Laura negó lentamente con la cabeza, sin apartar la mirada del lugar donde Ana se había desvanecido. Su rostro mostraba una mezcla de miedo y una obstinada determinación.
—No, James. No podemos irnos ahora. Ella... ella se está manifestando. ¿No lo entiendes? Estamos cerca. Cerca de entender por qué está aquí, por qué está tan enfadada. Huir ahora significaría que todo lo que hemos pasado no ha servido para nada.
—¿Que no ha servido para nada? —exclamó James, con incredulidad y un creciente tono de desesperación. ¡Casi nos muestra cómo la envenenaron, nos encerró y luego nos sonrió de una manera que me heló la sangre! ¿Qué más necesitas para darte cuenta de que esto es peligroso?
—Peligroso, sí —admitió Laura, volviéndose finalmente hacia James, sus ojos llenos de una extraña mezcla de miedo y fascinación. Pero también... importante. Siento que estamos a punto de entender algo crucial. Si huimos ahora, quizás perdamos nuestra única oportunidad de ayudarla... o de entender lo que realmente está pasando en esta casa.
James vaciló, su mirada oscilando entre el pasillo oscuro por el que Omar, Nina y Clara habían desaparecido y la figura firme de Laura, cuya determinación brillaba a pesar del miedo en sus ojos. Su instinto le gritaba que huyera, que pusiera la mayor distancia posible entre él y esa presencia aterradora. Pero la idea de dejar a Laura sola en esa casa, enfrentándose a lo desconocido, le resultaba inaceptable.
—Estás siendo terca, Laura —dijo James, su voz aún temblorosa pero con un tono de resignación. Pero... no te voy a dejar aquí sola.
Laura lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio. —James...
Antes de que pudiera decir nada más, se escucharon voces amortiguadas que provenían del pasillo. Eran los gritos ahogados de Omar y Nina, llenos de terror y confusión. Un golpe sordo resonó en la distancia, seguido por un silencio aún más inquietante.
La preocupación se apoderó de James. —¿Qué les pasa?
En ese instante, Clara apareció de nuevo en el umbral de la puerta, su rostro aún pálido y sus ojos desorbitados. Se tambaleó hacia atrás, tropezando con el marco de la puerta.
—No... no podemos salir —balbuceó Clara, su voz apenas un hilo. La puerta principal... está cerrada. Y... vimos algo... en los espejos del vestíbulo...
Su voz se quebró, incapaz de articular el horror que había presenciado. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras negaba con la cabeza repetidamente.
El miedo de James se intensificó. No solo estaban atrapados en la habitación, sino que parecía que la propia casa se oponía a su huida. La realización de que no podían escapar tan fácilmente como esperaban debió haber llegado también a Omar y Nina, a juzgar por sus gritos.
Lentamente, con el terror aún grabado en sus rostros, Omar y Nina regresaron a la habitación, arrastrando los pies como si estuvieran caminando hacia su propia perdición. Sus ojos estaban llenos de un miedo que superaba cualquier deseo de escapar.
—Está... está en todas partes —susurró Omar, su voz apenas audible. La vimos... en los espejos... como si nos estuviera observando.
Nina asintió frenéticamente, sin poder articular palabras. Sus lágrimas corrían libremente por sus mejillas.
La esperanza de una fuga rápida se había desvanecido, reemplazada por una sensación de estar acorralados. Los cinco miembros del equipo estaban de nuevo juntos en la habitación de Ana, atrapados por una presencia que parecía tener control sobre la propia casa. La decisión de Laura de quedarse, impulsada por una necesidad de comprender, ahora los había encerrado a todos en el corazón del misterio, sin una vía de escape aparente.