La puerta abierta al pasillo oscuro generó una mezcla de alivio y profunda desconfianza en el equipo. Después de sus esfuerzos inútiles por forzarla, su repentina apertura se sentía antinatural, como si una fuerza invisible hubiera cedido a su voluntad... o tuviera otros planes para ellos
—¿Qué...? —murmuró James, con el ceño fruncido, examinando la cerradura como si esperara encontrar algún mecanismo oculto.
—¿Crees que...? —comenzó Nina; su voz temblaba de inquietud.
—Es una trampa —la interrumpió Omar, con la certeza sombría pintada en su rostro. Nos encerró, nos asustó... ahora nos deja salir. No es para ayudarnos.
Laura, aunque aliviada por la perspectiva de escapar, compartía su cautela. La sonrisa espectral de Ana seguía grabada en su mente, y la idea de que esa presencia estuviera jugando con ellos era escalofriante.
—Tenemos que tener cuidado —advirtió Laura. No sabemos qué nos espera ahí fuera.
Con cautela, el equipo abandonó la habitación de Ana, adentrándose de nuevo en el pasillo lúgubre. La sensación de ser observados se intensificó al salir al espacio abierto del pasillo. Las sombras parecían moverse por sí solas, y el silencio de la casa era ahora un silencio expectante, como si algo estuviera agazapado, esperando su próximo movimiento.
Mientras avanzaban por el pasillo, revisando las puertas de las otras habitaciones, la sensación de estar inmersos en un macabro juego se hizo más fuerte. Algunas puertas estaban inexplicablemente cerradas, otras se abrían con un chirrido inquietante hacia habitaciones vacías y llenas de polvo. Era como si la casa misma estuviera viva, respondiendo a sus intenciones con obstáculos y falsas esperanzas.
Finalmente, llegaron a la escalera que conducía a la planta baja. La encontraron bloqueada por una acumulación repentina de escombros y muebles viejos, apilados de forma ilógica, como si alguien o algo hubiera intentado impedir su descenso.
—¡Esto no es casualidad! —exclamó James, pateando frustradamente una silla rota. Nos está bloqueando el camino.
La realización de que Ana, o alguna otra fuerza dentro de la casa, estaba manipulando su intento de escape se hizo innegable. La puerta abierta de la habitación de Ana no había sido una liberación, sino quizás una forma de dirigirlos hacia otros peligros. Estaban atrapados en el juego de un espíritu atormentado, sin saber cuáles eran las reglas ni cómo ganar.
La visión de la escalera bloqueada por una barricada improvisada de escombros y muebles rotos golpeó al equipo con la fuerza de una bofetada. La esperanza de una salida fácil se desvaneció, reemplazada por una frustración amarga y la escalofriante certeza de que estaban atrapados en un juego macabro orquestado por la presencia invisible de Ana.
—¡Maldita sea! —exclamó James, pateando con rabia un trozo de madera astillada que formaba parte del bloqueo. ¡Esto es ridículo!
Nina dejó escapar un sollozo ahogado, cubriéndose el rostro con las manos. Clara permanecía en silencio, mirando la barricada con una expresión de terror resignado.
Fue entonces cuando la tensión acumulada en Omar finalmente explotó. Su rostro, pálido y surcado por el miedo, se contrajo en una mueca de rabia impotente. Se giró bruscamente hacia Laura y James, con los ojos inyectados en sangre.
—¡Esto es vuestra culpa! —espetó Omar, su voz temblaba por la ira y el miedo. Yo no quería venir a España. ¡Se lo dije a Laura desde el principio! Pero no, teníais que venir a esta maldita casa. ¡Ahora estamos atrapados aquí, por vuestra culpa!
Laura lo miró con incredulidad y dolor. —Omar, ¿qué estás diciendo? Estábamos juntos en esto. Queríamos ayudar...
—¡Ayudar! —la interrumpió Omar, con una risa amarga y casi histérica. ¿Ayudar a un fantasma que nos está torturando? ¡Mirad a nuestro alrededor! Estamos atrapados, aterrorizados... ¡Y todo porque vosotros dos teníais que jugar a los cazafantasmas!
James dio un paso adelante, con el rostro enrojecido por la ira ante la injusta acusación. —¡Cálmate, No es momento para esto. Estamos todos asustados, pero culparnos no va a ayudarnos a salir.
—¡Claro que es vuestra culpa! —insistió Omar, ignorando a James. Vosotros insististeis en venir. Vosotros nos metisteis en este infierno. ¡Y ahora vamos a morir aquí por vuestra estúpida curiosidad!
Las palabras de Omar, cargadas de miedo y resentimiento, crearon una atmósfera aún más tensa y opresiva en el pasillo. La desesperación de su situación estaba sacando a la luz las tensiones latentes dentro del grupo, amenazando con fracturar su unidad en el momento en que más necesitaban trabajar juntos.