La sombra de la leyenda

Capitulo 31

A pesar de las palabras de Laura y el apoyo de James, el miedo seguía atenazando a Omar, Nina y Clara con una fuerza implacable. Sus rostros permanecieron tensos y sus ojos reflejaban un terror que superaba cualquier intento de razonamiento lógico

—No... no entiendes —murmuró Nina, temblando visiblemente. Esto no es normal. No es un fantasma al que podamos razonar o ayudar. Nos quiere hacer daño. Lo vi en su sonrisa.

—Sí —añadió Clara, su voz apenas un susurro lleno de histeria contenida. Tenemos que salir de aquí. Ahora. No importa de quién sea la culpa.

Omar seguía con la mirada fija en Laura y James, su resentimiento alimentado por el pánico. —No voy a quedarme aquí para que ese monstruo juegue con nosotros. Si vosotros queréis morir, allá vosotros. Pero yo voy a intentar salir.

Y sin esperar una respuesta, Omar se dirigió de nuevo hacia la barricada de escombros, comenzando a apartar torpemente algunos de los objetos más pequeños, con una determinación desesperada pero caótica. Nina, aunque aún temblaba, lo siguió, ayudándolo sin decir una palabra; su única prioridad era despejar un camino, cualquier camino, que los alejara de esa habitación y de la presencia aterradora de Ana.

Clara permaneció inmóvil por un momento, sus ojos oscilando entre Laura y James, y la barricada donde Omar y Nina trabajaban frenéticamente. Finalmente, el miedo pareció tomar la decisión por ella, y se unió a los otros dos, moviendo objetos al azar con movimientos torpes y descoordinados.

Laura y James se quedaron observándolos, con una mezcla de frustración y creciente preocupación. El miedo los estaba dividiendo, impidiéndoles pensar con claridad y trabajar en equipo. La barricada era grande y desordenada, y los tres, dominados por el pánico, estaban trabajando sin ninguna estrategia coherente.

—No van a lograr nada así —murmuró James, con resignación. Están actuando sin pensar.

—Lo sé —respondió Laura, con un suspiro. El miedo los está consumiendo. Pero no podemos dejarlos solos. Tenemos que intentar ayudarlos a calmarse y encontrar una manera de salir de aquí juntos.

A pesar de la hostilidad y las acusaciones, la sensación de responsabilidad hacia sus amigos persistía en Laura y James. Sabían que, aunque sus métodos fueran irracionales, su desesperación era real. Y en esa casa llena de horrores, la unidad, por frágil que fuera, seguía siendo su única esperanza de supervivencia.

Mientras observaban a Omar, Nina y Clara trabajar frenéticamente en la barricada, moviendo escombros sin un plan claro, Laura y James compartieron una mirada de preocupación. Era evidente que el miedo los había llevado a un estado de desesperación caótica, y que intentar razonar con ellos en ese momento sería una pérdida de tiempo.

—No están pensando —murmuró James, con un tono de frustración contenida. Solo están reaccionando.

—Lo sé —respondió Laura, asintiendo con tristeza. Tenemos que encontrar una manera de salir de aquí, pero así no lo vamos a lograr.

Con una decisión tácita, ambos se apartaron de la barricada y comenzaron a examinar el pasillo con una mirada más estratégica. Sabían que la escalera era su objetivo principal para llegar a la planta baja y buscar una ventana. Tenían que encontrar una forma de sortear el obstáculo que Ana (o la casa misma) había puesto en su camino.

James comenzó a inspeccionar las paredes del pasillo, buscando alguna puerta alternativa, algún hueco o pasadizo que pudiera llevarlos a otra escalera o a la planta baja. Laura, por su parte, se centró en la propia barricada, observándola con detenimiento, intentando identificar si había algún punto débil o alguna manera de mover los escombros de forma más eficiente.

—Quizás si pudiéramos quitar los muebles más grandes primero —sugirió Laura, señalando una vieja cómoda volcada que bloqueaba gran parte de la escalera—. Eso podría despejar algo de espacio.

James asintió, aunque con escepticismo. —Son pesados. Y no sabemos qué más nos espera abajo.

A pesar del riesgo, la necesidad de avanzar era imperiosa. Se acercaron a la barricada, intentando comunicarse con Omar, Nina y Clara, aunque fuera con gestos, para intentar coordinar sus esfuerzos.

—Chicos —dijo Laura, con voz suave pero firme. Quizás si intentamos mover los muebles más grandes primero... así podríamos...

Pero Omar la interrumpió bruscamente, sin dejar de mover trozos de madera rotos. —¡Solo cállate y ayúdanos! ¡Tenemos que salir de aquí!

Laura suspiró, dándose cuenta de que la lógica no prevalecería en ese momento. Junto con James, comenzaron a intentar mover la pesada cómoda, sus músculos tensándose por el esfuerzo y el miedo. La barricada era un obstáculo físico, pero también un símbolo de la desesperación y la división que amenazaban con consumirlos.




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