La sombra de la leyenda

Capitulo 36

Con la sombría confirmación de que la demolición de los espejos en la Casa comenzaría el lunes, el equipo sintió la urgencia de actuar de inmediato. Intentar contactar con los dueños parecía una opción lejana y probablemente infructuosa en tan poco tiempo. La única vía que les quedaba era enfrentarse directamente a la presencia que habitaba la casa

—Tenemos que volver —dijo Laura, su voz firme a pesar del miedo persistente. Tenemos que intentar hablar con ella de nuevo, pero esta vez... tenemos que ser más directos.

James asintió, su rostro reflejando una mezcla de aprensión y determinación. —¿Y qué le vamos a decir? ¿Cómo vamos a enfrentarnos a un fantasma que puede aparecer y desaparecer a voluntad?

—No lo sé exactamente —admitió Laura. Pero ahora sabemos que los espejos son importantes. Tenemos que hacerle entender que no queremos quitárselos, que queremos ayudarla.

Omar y Nina se mostraron aún más reacios a la idea de volver a la casa, pero la inminente amenaza a los espejos y la posibilidad de que la ira de Ana se intensificara los convencieron de que no tenían otra opción.

Al caer la noche del domingo, el equipo regresó a la Casa de los Espejos. La atmósfera era aún más opresiva que en sus visitas anteriores. Un silencio pesado envolvía la casa, y la sensación de ser observados era palpable.

Se dirigieron a la habitación donde habían tenido sus encuentros más directos con Ana. Esta vez, entraron con una determinación diferente, preparados para confrontar lo que fuera que los esperaba.

—Ana —llamó Laura, su voz resonando en el silencio. Sabemos que estás aquí. Sabemos que te preocupan los espejos. Queremos ayudarte. Por favor, muéstrate. Háblanos

Esperaron en la penumbra, sus linternas iluminando débilmente la habitación. El aire estaba frío, y una sensación de inquietud flotaba en el ambiente.

De repente, un leve susurro pareció emanar de la esquina más oscura de la habitación. Era apenas audible, pero todos lo oyeron.

El corazón del equipo latió con fuerza. Ana estaba respondiendo. La confrontación había comenzado.

El leve susurro que emanó de la oscuridad heló la sangre del equipo, pero también les dio una tenue esperanza. Ana estaba respondiendo, aunque de una manera sutil e inquietante.

Laura dio un paso adelante, manteniendo su linterna apuntando hacia la esquina de donde provenía el sonido, aunque no pudiera ver nada con claridad.

—Ana —repitió, su voz ahora un poco más firme. Sabemos que esta es tu casa. No queremos hacerte daño. Solo queríamos entender por qué... por qué estás aquí.

Hizo una pausa, esperando alguna reacción. El silencio volvió a envolver la habitación, haciéndoles dudar si realmente habían oído algo.

—Los obreros van a venir el lunes —continuó Laura, sabiendo que tenía que abordar el tema crucial—. Van a cambiar muchas cosas en la casa... incluyendo los espejos. Sabemos que los espejos son importantes para ti.

Su voz se quebró ligeramente al mencionar los espejos, recordando la tristeza que habían sentido en la casa.

—Si nos dejas ir... si nos dejas salir de esta casa y prometemos no volver... ¿Dejarás que los obreros hagan lo que tienen que hacer? ¿Podemos dejarte en paz y que tú nos dejes en paz a nosotros?

La pregunta colgó en el aire denso y frío de la habitación. El equipo contuvo la respiración, esperando una señal, cualquier indicio de la respuesta de Ana. El silencio se prolongó, haciéndoles temer que su súplica había caído en oídos (¿o "ausencia de oídos"?) espectrales.

De repente, una ráfaga de viento frío recorrió la habitación, apagando momentáneamente sus linternas y sumiéndolos en una oscuridad aún más profunda. Un jadeo colectivo escapó de sus labios. ¿Era esta la respuesta de Ana? ¿Un rechazo? ¿O una señal de que algo más estaba por suceder?

Cuando las luces de sus linternas volvieron a encenderse, temblorosas en sus manos, notaron un cambio sutil en la habitación. Una de las muñecas que habían visto antes, la que estaba sentada frente a un fragmento de espejo, ahora yacía en el suelo, como si hubiera sido arrojada.

El súbito golpe de viento frío que apagó sus linternas y el hallazgo de la muñeca arrojada al suelo crearon una atmósfera aún más tensa y amenazante en la habitación de la Casa de los Espejos. No había duda en sus mentes: esta era la respuesta de Ana, y no era una respuesta pacífica.

—Está enfadada —susurró Nina; su voz temblaba de miedo.

Omar asintió, con los ojos muy abiertos, observando la muñeca caída como si fuera un presagio de algo peor. —Mucho No le gusta la idea de que toquen sus espejos.

Laura sintió un escalofrío recorrer su espalda. Su intento de razonar con Ana había fallado, y en su lugar, había provocado una reacción de ira palpable.

—Tenemos que tener cuidado —advirtió James, manteniendo su linterna firme. Si esto es lo que hace cuando solo hablamos del tema, ¿qué pasará cuando los obreros realmente empiecen a quitar los espejos?

Un sonido repentino resonó en la habitación: un fuerte golpe, como si algo pesado hubiera caído. Provenía de la esquina oscura donde habían oído el susurro. El equipo apuntó sus linternas hacia el lugar, pero la oscuridad seguía ocultando lo que había causado el ruido.

—¿Qué fue eso? —preguntó Clara, su voz apenas un hilo.

Antes de que alguien pudiera responder, otro objeto se estrelló contra la pared, esta vez cerca de ellos. Era un pequeño marco de fotos que habían visto antes en una mesa polvorienta. El cristal se rompió en mil pedazos al impactar contra la piedra.

El mensaje era claro: Ana no quería negociar. Estaba mostrando su ira, y parecía estar advirtiéndoles que se fueran. La súplica de Laura por la paz había sido recibida con hostilidad.



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En el texto hay: leyenda, terror, terrorpsicolgico

Editado: 27.05.2025

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