El golpe seco de la puerta cerrándose tras ellos resonó en la habitación, sellando su encierro una vez más. La oscuridad momentánea antes de que sus linternas volvieran a iluminar sus rostros pálidos solo sirvió para aumentar la sensación de vulnerabilidad
Pero el silencio no regresó. En cambio, un sonido repentino rompió la quietud opresiva: el eco de unos pasos rápidos corriendo por el pasillo exterior. Eran pasos ligeros, casi infantiles, pero su velocidad y la falta de dirección clara generaban una inquietud profunda.
Los pasos cesaron justo afuera de la puerta cerrada, y luego... una risa. Era una risa aguda, infantil, pero retorcida por una cualidad espectral que les heló la sangre. No sonaba alegre, sino burlona, casi sádica, como si Ana se estuviera deleitando con su desesperación.
El sonido de la risa se desvaneció tan repentinamente como había comenzado, dejando tras de sí un silencio aún más siniestro. Pero no duró mucho. Desde diferentes partes de la casa, comenzaron a escuchar otros sonidos: susurros indistintos que parecían provenir de las paredes, el arrastrar de algo pesado en el piso de abajo y, de repente, un grito ahogado que se cortó abruptamente.
El caos sonoro envolvía al equipo, creando una sensación de asedio. No solo estaban atrapados físicamente, sino que también estaban siendo atacados psicológicamente por la presencia invisible de Ana. Los pasos corriendo sugerían su movimiento rápido e impredecible, la risa burlona su sadismo, y los susurros y el grito insinuaban horrores que no podían ver.
El terror se intensificó, paralizándolos momentáneamente. ¿Qué estaba haciendo Ana? ¿Estaba jugando con ellos antes del enfrentamiento final? ¿O estaba tratando de llevarlos al límite de su cordura?
La puerta cerrada frente a ellos parecía ahora una barrera insignificante contra la amenaza invisible y omnipresente que los rodeaba. Estaban atrapados en una pesadilla sonora, sin saber qué esperar a continuación.
El torbellino de sonidos escalofriantes que rodeaba la habitación en la Casa de los Espejos intensificó el pánico en el equipo, especialmente en Omar y Nina, quienes ya estaban al límite de su resistencia emocional. La idea de que Ana pudiera estar justo al otro lado de la puerta cerrada, esperándolos con una furia aún mayor, los mantenía inmóviles.
—Tenemos que salir de aquí —susurró Omar, su voz apenas audible por encima del eco distante de una risa espectral. No puedo... no puedo soportar esto.
Nina asintió frenéticamente, sus ojos llenos de lágrimas de terror. —Pero... ¿Y si abre la puerta y está ahí? ¿Y si nos ataca?
James, aunque también asustado, intentaba mantener una apariencia de calma. —Tenemos que intentarlo. No podemos quedarnos aquí sentados esperando a que… lo que sea que vaya a pasar, nos encuentre.
Laura se acercó a la puerta; su mano temblaba mientras la alcanzaba. La madera fría bajo sus dedos parecía palpitar con la energía oscura que emanaba de la casa.
—Tenemos que ser rápidos —dijo, su voz apenas un susurro. A la cuenta de tres. James, tú intenta abrirla con fuerza. Omar, Nina, Clara, manténganse detrás de nosotros.
Respiraron hondo, tratando de controlar el miedo que los atenazaba. Los sonidos del exterior continuaban, aunque quizás con una intensidad ligeramente menor, como si Ana estuviera esperando su movimiento.
—Uno... —comenzó Laura, su corazón latiendo con fuerza.
—Dos... —siguió James, tensando los músculos.
En el instante en que Laura iba a decir "tres", un golpe violento sacudió la puerta desde el exterior, haciéndolos retroceder con un grito ahogado. La madera crujió bajo el impacto, y una sombra oscura se deslizó por debajo del marco.
El miedo se apoderó por completo de Omar y Nina. Se encogieron contra la pared, tapándose los oídos como si pudieran bloquear los horrores que los rodeaban. Clara se quedó paralizada, sus ojos fijos en la puerta temblorosa, esperando lo peor.
Laura y James intercambiaron una mirada de terror. Su intento de escapar se había encontrado con una resistencia directa y aterradora. Ana sabía lo que intentaban hacer, y estaba respondiendo con fuerza.
El violento golpe en la puerta y la sombra oscura deslizándose por debajo del marco disuadieron instantáneamente cualquier intento de forzar la salida. El terror los impulsó a buscar otra alternativa, cualquier resquicio de esperanza dentro de los confines de la habitación.
—Tiene que haber otra salida —jadeó Laura, su mirada recorriendo desesperadamente las paredes.
James se unió a ella, examinando las ventanas tapiadas que habían notado antes. —¿Podríamos derribar una de estas?
Omar y Nina, aún temblorosos, se levantaron y se unieron a la frenética búsqueda, palpando las paredes en busca de alguna puerta oculta o algún punto débil. Clara, aunque todavía pálida y asustada, también contribuyó, observando el techo en busca de alguna trampilla o abertura.
La habitación, que antes les había parecido un encierro simple, ahora era examinada con una intensidad desesperada. Cada mueble destartalado, cada sección de pared desconchada, cada sombra danzante era analizada en busca de una posible vía de escape.
James intentó golpear una de las ventanas tapiadas con la culata de su linterna, pero el impacto resonó dolorosamente en su mano sin causar ningún daño significativo al muro de ladrillos.
—Está demasiado sólido —murmuró, frustrado.
Laura palpó la pared donde habían encontrado la sección hueca anteriormente, preguntándose si podría haber algo más allí. Presionó y golpeó diferentes puntos, pero la pared permaneció firme, sin revelar ningún mecanismo oculto.
El tiempo parecía agotarse. Los sonidos del exterior continuaban, aunque de forma intermitente, como si Ana estuviera jugando con ellos, esperando su próximo movimiento. La sensación de estar atrapados y a merced de su ira crecía con cada segundo que pasaba.