Mientras el equipo exploraba con cautela el dormitorio de los padres, tratando de orientarse en la penumbra y buscando cualquier indicio de una salida de la casa, una sensación de inquietud comenzó a crecer. Aunque la atmósfera aquí era ligeramente menos opresiva que en la habitación de Ana, la presencia de los múltiples espejos grandes que rodeaban el espacio generaba una tensión sutil
De repente, Clara dejó escapar un jadeo ahogado, señalando con una mano temblorosa hacia uno de los espejos de pie, con un marco dorado ornamentado.
—¿Lo veis? —susurró, con los ojos muy abiertos y llenos de terror.
Los demás se giraron para mirar el espejo. Al principio, solo vieron sus propios reflejos distorsionados por el polvo y el paso del tiempo. Pero luego, una figura comenzó a formarse detrás de sus imágenes. Era la silueta de una niña, pálida y espectral, apenas visible al principio, pero haciéndose más clara con cada segundo que pasaba.
El terror se apoderó del equipo al reconocer la figura de Ana. Estaba allí, reflejada en el espejo, observándolos con sus oscuros ojos fijos. Su rostro no mostraba la misma furia intensa que habían visto antes en los fragmentos rotos, sino una tristeza profunda y una quietud inquietante.
Antes de que pudieran reaccionar, la figura de Ana comenzó a aparecer en otros espejos de la habitación simultáneamente. En el espejo sobre la cómoda, en el espejo del tocador, incluso en los reflejos oscuros de los espejos más pequeños. Estaban rodeados por los ojos silenciosos y tristes de la niña espectral, observándolos desde cada superficie reflectante.
La sensación de haber escapado de su alcance se desvaneció por completo. Ana no estaba limitada a su habitación; su presencia parecía impregnar toda la casa, manifestándose a través de los espejos, su conexión con este mundo.
Mientras las figuras espectrales de Ana se multiplicaban en los espejos del dormitorio de los padres, una atmósfera de terror silencioso se apoderó del equipo. La niña no hablaba, no se movía de forma amenazante dentro de los reflejos, simplemente los observaba con sus ojos oscuros y llenos de una tristeza profunda.
Esta pasividad espectral era, quizás, aún más inquietante que su anterior manifestación de ira. Su mirada silenciosa parecía escrutar sus almas, alimentándose de su miedo y su desesperación. Cada espejo se había convertido en una ventana a sus ojos, recordándoles constantemente su presencia y su incapacidad para escapar.
Omar y Nina se encogieron bajo su mirada silenciosa, sintiendo como si sus peores temores se estuvieran reflejando en esos ojos tristes. La sensación de estar atrapados, de ser observados por una presencia invisible, se intensificó hasta niveles casi insoportables.
James y Laura examinaron los espejos con una mezcla de fascinación y repulsión, tratando de entender qué significaba esta nueva manifestación. ¿Estaba Ana simplemente mostrando su dolor? ¿O estaba estudiando sus reacciones, preparándose para algo más?
Clara se apartó de los espejos, incapaz de soportar la intensidad de la mirada de la niña. —Tenemos que salir de aquí —susurró, con la voz quebrada. No puedo... no puedo seguir viéndola.
Pero la salida no era obvia. La puerta que habían tapiado los conducía a este dormitorio lleno de espejos observadores. ¿Habría otra puerta en esta habitación? ¿O estaban atrapados en un nuevo tipo de prisión, rodeados por los silenciosos fantasmas de sus propios miedos reflejados en los ojos de Ana?
La presencia silenciosa de la niña en los espejos se convirtió en un recordatorio constante de su vulnerabilidad. No importaba a dónde miraran, allí estaba ella, observándolos, alimentándose de su terror sin necesidad de palabras ni acciones violentas.
Mientras Clara se apartaba de los espejos, abrumada por la silenciosa observación de Ana, Omar, en un intento desesperado por encontrar una salida, comenzó a examinar la pared opuesta a la puerta tapiada por la que habían entrado. Palpó la superficie cubierta de papel tapiz descolorido, buscando cualquier irregularidad.
Sus dedos se detuvieron en una sección ligeramente más lisa, donde apenas se distinguía una hendidura vertical. Con cuidado, comenzó a tirar del papel tapiz, revelando la silueta de otra puerta de madera antigua, casi camuflada con el resto de la pared.
—¡Aquí hay otra puerta! —exclamó Omar, su voz cargada de sorpresa y un atisbo de alivio.
Los demás se acercaron rápidamente, sus miradas llenas de esperanza. La puerta parecía intacta, sin signos de haber sido tapiada. Tenía una manija de latón oxidado que Omar agarró con manos temblorosas.
—¿A dónde crees que lleva? —susurró Nina, con cautela.
—Solo hay una manera de averiguarlo —respondió James, acercándose para apoyar a Omar.
Lentamente, con cuidado de no hacer ruido, Omar giró la manija. Con un leve chirrido, la puerta cedió, abriéndose hacia el oscuro pasillo exterior. Una bocanada de aire frío y el tenue olor a polvo y madera vieja llenaron la habitación.
La visión del pasillo, aunque sombrío y desconocido, representaba una posible vía de escape de la prisión de espejos y la silenciosa vigilancia de Ana. Sin dudarlo, el equipo comenzó a moverse hacia la puerta, con la esperanza de que este nuevo camino los llevara lejos del alcance de la niña espectral.
Mientras cruzaban el umbral, sintieron la intensa mirada de los múltiples reflejos de Ana siguiéndolos desde el dormitorio. Sus ojos tristes permanecían fijos en ellos, sin intentar detenerlos, pero su presencia silenciosa era un recordatorio constante de que su escape podría no ser tan sencillo.