La sombra de la leyenda

Capitulo 41

Con cautela y alivio, el equipo salió del dormitorio de los padres, dejando atrás la silenciosa y omnipresente mirada de Ana en los espejos. El oscuro pasillo se extendía ante ellos, envuelto en sombras y el olor a polvo antiguo

Avanzaron en silencio, pegados a la pared, con sus linternas iluminando tenuemente el camino. El aire era frío y la sensación de ser observados aún persistía, aunque la presencia directa de Ana parecía haberse quedado en el dormitorio.

Al final del pasillo, tal como esperaban, encontraron unas escaleras de madera que descendían hacia la oscuridad de la planta baja. Los escalones crujían bajo sus pies mientras comenzaban el descenso, sus corazones latiendo con una mezcla de esperanza y aprensión.

El salón al que las escaleras conducían era un espacio amplio y sombrío, lleno de muebles cubiertos por sábanas blancas y grandes cortinas cerradas que bloqueaban la luz de la noche. La atmósfera era pesada y silenciosa, diferente de la tensión palpable que habían sentido en la planta superior.

Se movieron con cuidado por el salón, sus linternas iluminando los objetos fantasmales bajo las sábanas. Los grandes espejos que habían visto en su primera exploración de la casa estaban allí, reflejando débilmente la luz y creando ilusiones ópticas en la penumbra.

Por un momento, sintieron un atisbo de esperanza de que podrían estar cerca de la salida. Pero la memoria de la presencia de Ana y su capacidad para manifestarse en cualquier espejo de la casa los mantenía en alerta máxima.

Al llegar al salón, la atmósfera era diferente, pero la sensación de no estar solos persistía. Mientras sus linternas barrían la estancia, revelando los muebles cubiertos y los grandes espejos, una figura espectral comenzó a formarse en el espejo más grande, el que colgaba sobre la chimenea tapiada.

Era Ana. Su figura era más nítida que antes, y su rostro mostraba una profunda tristeza, casi súplica. Sus ojos oscuros se posaron en cada uno de ellos, transmitiendo una sensación de anhelo y dolor.

No había ira en su mirada, ni ruidos amenazantes. Simplemente estaba allí, reflejada en el espejo, observándolos en silencio. Su presencia llenaba el salón con una palpable sensación de melancolía.

El equipo se detuvo, paralizado por la sorpresa y la intensidad de su tristeza. Por primera vez, Ana no parecía una amenaza, sino una figura solitaria y desesperada.

—¿Ana...? —susurró Laura, acercándose lentamente al espejo.

La figura de la niña en el reflejo no respondió con palabras, pero sus ojos siguieron a Laura, y una lágrima espectral pareció deslizarse por su mejilla pálida.

El mensaje era claro, aunque silencioso. Ana no quería hacerles daño. Su presencia, su tristeza, parecían implorarles que se fueran, que la dejaran en paz en su hogar.

La tensión en el salón disminuyó ligeramente, reemplazada por una sensación de comprensión y tristeza. Ahora entendían, quizás por primera vez, que la ira de Ana podía ser una manifestación de su dolor y su miedo a perder lo que le era importante: su casa y sus espejos.

La tristeza palpable en los ojos de Ana, reflejada en el espejo del salón, caló hondo en el equipo. Comprendieron que su presencia no era puramente malévola, sino más bien una manifestación de su dolor y su deseo de ser dejada en paz en su hogar.

—Creo que... creo que solo quiere que nos vayamos —susurró Laura, con un tono de comprensión en su voz.

James asintió lentamente. —Parece que sí. Y tiene razón. No podemos detener las obras. Quizás lo mejor sea respetar lo que quiere.

Omar y Nina, visiblemente aliviados de que la hostilidad de Ana hubiera cesado, estuvieron de acuerdo de inmediato. Clara, aún afectada por sus experiencias, simplemente asintió en silencio, deseando fervientemente alejarse de esa casa.

—Entonces, vámonos —dijo James, con una determinación tranquila. Encontramos la salida y dejémosla en paz.

Con cuidado y en silencio, el equipo comenzó a moverse por el salón, buscando la puerta principal. La figura de Ana los siguió con la mirada desde el espejo, su expresión aún triste pero sin rastro de la ira que habían presenciado antes. Parecía resignada a su destino, pero aliviada de que ellos finalmente entendieran su deseo.

Encontraron la puerta principal, inexplicablemente abierta tal como la habían dejado en su huida inicial. Sin dudarlo, cruzaron el umbral, dejando atrás el silencio melancólico del salón y la mirada espectral de Ana en el espejo.

Al salir a la fría noche, sintieron un peso levantarse de sus hombros. Habían sobrevivido a los horrores de la Casa de los Espejos y, aunque no habían resuelto el misterio de Ana ni detenido las obras, al menos entendían su deseo final.

Se alejaron de la casa en silencio, mirando hacia atrás una última vez a la fachada oscura y misteriosa. La figura de Ana no apareció en ninguna ventana. Parecía haberse quedado en su interior, observándolos partir desde el espejo del salón.

Con una mezcla de alivio, tristeza y la certeza de haber experimentado algo que nunca olvidarían, el equipo se adentró en las calles de la noche de Cádiz, dejando atrás la Casa de los Espejos y el espíritu atormentado de la niña que solo quería que la dejaran en paz.



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En el texto hay: leyenda, terror, terrorpsicolgico

Editado: 27.05.2025

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