La casa fue reformada por completo. La fachada lucía nueva, las ventanas ya no tenían las viejas rejas oxidadas y, en el interior, los espejos habían desaparecido. El lugar se había transformado en modernos pisos turísticos, decorados con gusto, con paredes blancas y suelos de madera clara. Nada quedaba del pasado. O eso parecía
Los turistas comenzaron a llegar con entusiasmo. La ubicación era ideal, parques cerca para jugar los niños y vistas al mar, con historia y encanto. Algunos incluso decían que la casa tenía un aire especial”, sin saber cuánto de cierto había en esa afirmación.
Pronto, comenzaron a circular rumores. Una pareja aseguró haber escuchado pasos por la noche. Otro huésped dijo haber sentido una mano helada acariciarle el brazo mientras dormía. Pero nadie se lo tomaba demasiado en serio; al fin y al cabo, Cádiz tenía muchas leyendas y esta sería simplemente una más.
Hasta que alguien encontró una vieja nota debajo de una baldosa del salón principal. La letra era temblorosa, escrita con carbón:
"Realmente, ¿se fue la niña cuando los espejos fueron sacados? ¿O su espíritu sigue aquí, esperando a su padre?"
El papel fue desechado como una broma. Nadie quiso darle importancia.
Tres semanas después, un joven gaditano que trabajaba de recogida pasó frente a la antigua casa, ahora llena de vida y turistas. Eran las tres de la madrugada. Al mirar hacia arriba, creyó ver una pequeña figura tras una de las ventanas del último piso. Pensó que sería un niño madrugador o quizás una ilusión causada por el cansancio.
Siguió caminando.
Cádiz y sus alrededores guardaban más secretos de los que nadie estaba dispuesto a contar.
Y los investigadores… aún tenían mucho por descubrir.