La sombra de los olvidados

El encanto oscuro

A medida que la neblina persistente abrazaba Alphard, Emily se dejó llevar por la atracción magnética de la Casa Whitewood. La mansión, en la colina distante, se perfilaba como un monumento a la oscuridad, un recordatorio silencioso de que en su interior yacían secretos esperando ser revelados.

La segunda mañana en la posada, Emily se despertó con la sensación de que los susurros de la mansión la llamaban en sus sueños. La niebla, ahora menos densa pero aún presente, danzaba frente a su ventana como sombras que susurraban antiguos secretos. Armada con su cuaderno y una determinación inquebrantable, la escritora se dirigió hacia la colina.

Cada paso hacia la Casa Whitewood estaba marcado por el crujir de las hojas caídas y el susurro del viento entre los árboles. La mansión, a medida que se acercaba, parecía cobrar vida propia. Las puertas chirriantes se abrieron como si la casa misma la invitara a cruzar el umbral hacia lo desconocido.

El interior, envuelto en sombras que se retorcían en las esquinas, resonaba con susurros ininteligibles. Emily exploró cada habitación, su cuaderno registrando cada detalle y cada sombra que se atrevía a cruzar su camino. Los diarios antiguos que encontró narraban la historia de los Whitewood, una familia envuelta en un pacto oscuro que los había llevado a la perdición.

Cada palabra escrita era como un eco del pasado, y Emily, cautivada por la narrativa oscura, se sintió conectada con los destinos entrelazados de aquellos que una vez llamaron hogar a la Casa Whitewood. Los recuerdos de la familia resonaban en la mansión, y Emily, en sus sueños, se sumergía en el torbellino de eventos olvidados.

La línea entre la realidad y la fantasía se desvanecía, y Emily se encontró atrapada en el encanto oscuro de la mansión. Las sombras danzaban en las paredes como espectros que exigían ser recordados. Cada rincón, cada pasillo, parecía susurrar secretos que solo aquellos dispuestos a enfrentar la verdad podrían descubrir.

La Casa Whitewood, con sus pasillos silenciosos y sus habitaciones que guardaban los lamentos del pasado, se revelaba como un testigo silente de una tragedia que había quedado sellada en sus cimientos. Emily, entre la maraña de sombras y palabras escritas, se preguntaba si podría escapar del encanto oscuro que la había atrapado o si sucumbiría a la historia que se desplegaba ante ella como un cuadro surrealista.

La noche cayó sobre Alphard, pero la escritora permaneció dentro de la mansión. Cada sombra que se movía parecía tener una historia propia, y Emily, con su pluma como guía, continuó explorando los límites de lo paranormal, donde la realidad y la ficción se entrelazaban en un baile siniestro.



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En el texto hay: terror psicológico

Editado: 24.12.2023

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