La Sombra del Arcano I: Conjunción

1. HACE 10 AÑOS (Parte III)

–Todavía no puedo creerlo… –repetía a media voz Dasten mientras dirigía furtivas miradas en dirección al cuerpo inerte de su hermana–. ¡Válgame el cielo! ¿Cómo ha podido ocurrir algo así?

No había nada más que el Remediable pudiera añadir. Ya le había contado al Director todo lo ocurrido, todo lo concerniente a Miara, a Xusa y a la Piedra Sagrada. No se había olvidado ni guardado nada. Pero sus explicaciones no podían justificar la falta de conocimiento sobre lo ocurrido en el Templo de Marena, y eso le creaba una impotencia y frustración desmesuradas.

–Realmente lamento tantísimo lo ocurrido –se disculpó una vez más con, si cabía, más desazón que las veces anteriores–. Creíamos estar protegidos, pero nada más lejos de la realidad –Sénofe tenía la cabeza gacha, viéndose incapacitado para ofrecer alguna solución, o un simple apoyo moral–. Me siento responsable en lo referente a Miara. No hay excusas, debí hacer algo.

El Director le miró desalentado, mas no había reproche alguno en sus claros ojos.

–Por favor, Sénofe, no te culpes, pues lo que ha pasado nadie podría haberlo evitado. Está visto que ni siquiera las Sacerdotisas –pausó y chasqueó la lengua sonoramente antes de volver a tomar la palabra–. Si lo que dices resulta ser cierto, el ataque de esa Bruja habría sido imposible de enfrentar.

–Pero ha sido en mi Templo. Si buscáis culpar a alguien, yo vengo en representación de mi pueblo y pagaré con lo que deba.

Dasten le observó conmovido. Conocía al hombre frente a él desde hacía años y sabía que nunca, jamás, hablaba en vano. Se fijó entonces en sus ojos. Había reprimida tal emoción en ellos que no pudo contenerse en abrazarle.

–También tú has sufrido mucho, amigo mío. Ha debido ser muy duro para ti llevar esta carga solo por tanto tiempo y todo lo que ello haya acarreado.

Sénofe respondió con ganas a su abrazo, al menos de esa forma los dos hombres se sintieron momentáneamente algo más reconfortados.

–Es mi deber responder por lo ocurrido. Tenía que venir en persona.

–Y has obrado bien. Te lo agradezco de corazón. Me alegra que seas tú quien esté aquí, con nosotros. Compartes nuestro dolor y este pueblo compartirá el tuyo –dijo, manteniendo una de sus manos sobre el hombro del honesto visitante–. Honraremos a ambas mujeres como merecen, pues son dignas de admiración por todos sus actos.

Los dos hombres fueron incapaces de mantener, por más tiempo, la compostura que sus cargos requerían. Los dos, viejos amigos, dejaron que su pena fluyera conjunta.

Salieron de la habitación donde descansaba el cuerpo de Miara sin poder evitar antes lanzarle una última mirada colmada de completa desolación. Se habían lavado y secado la cara, intentando borrar lo máximo posible el momento de flaqueza que acababan de tener. Debían encontrar la mejor manera de comunicar todo lo ocurrido puesto que sabían que semejante noticia iba a resultar enormemente dolorosa para el pueblo, pues la pérdida de una Sacerdotisa era algo prácticamente irreemplazable. Pero lo que se les antojaba más amargo era el hacer que Kyo y Naga afrontaran lo acaecido, para ellos sí que sería un duro golpe. Para ellos no era solo una Sacerdotisa, sino su madre. El dolor por la pérdida de esa figura en sus vidas iba a ser inmenso. Y eran, además, tan jóvenes aún para hacer frente a sus destinos…

A pesar de que necesitaban tiempo para dar con la mejor manera de trasladarles la noticia no pudieron pensar mucho en ello, pues escasos minutos después las delgadas y esbeltas figuras de los dos chicos aparecían al otro lado del pasillo. Con paso enérgico y amplias sonrisas, llegaron donde los dos hombres se tenían en pie.

 

 

****

 

 

Las calles principales se llenaron de flores. El desfile funerario iba incrementando en seguidores a medida que atravesaba la ciudad, pues todo el que no esperaba a las puertas del Templo se unía en silencio a la inmensa cola cuando pasaba ante ellos. En muestra de su devoción a la difunta Sacerdotisa portaban pequeñas velas blancas que, una vez finalizado el trayecto, acabarían depositando alrededor del féretro que guardaba a Miara.

Las velas tenían gran significado en todos ellos. Había de variados colores y cada una respondía a un significado y valor en particular. Siempre estaban presentes en fechas señaladas, celebraciones y fiestas sagradas. La vela blanca se utilizaba principalmente para las defunciones. Era señal de profundo respeto hacia el fallecido, unido a los deseos de que su alma descansara en paz por toda la eternidad. Resultaba conmovedor ver cómo la Señora del Este era rodeada poco a poco por innumerables velas tan pálidas como lo era ahora su tez. Fue, sin lugar a dudas, una persona querida y apreciada por todos.

Las horas parecían no pasar. La gente entraba en grupos de tres o cuatro, se detenían ante el cuerpo, se inclinaban y dejaban sus velas y luego se marchaban sin decir nada; aunque algunos sí aprovechaba su acercamiento para algún ruego o breve plegaria. Había todo tipo de expresiones: de incredulidad, de horror, de culpa, de angustia… pero ninguna de ellas mostraba indiferencia o indolencia y todas estaban colmadas de un sentimiento y lamento sinceros.

 Pasó un día entero hasta que dejó de llegar gente. Al caer la noche y a pesar del frío que comenzaba a hacer, todos los ciudadanos acudieron al Templo cuando se ofició una emotiva ceremonia por el descanso de ambas




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