La Sombra del Arcano I: Conjunción

3. COMIENZA EL VIAJE (parte I)

Una suave brisa mecía el barco mercante en el que Dasten y sus sobrinos viajaban a bordo. No habían pasado más de un par de días desde que hubieron embarcado y comenzado el esperado viaje y ya Kyo se sentía desesperado.

–Agua y más agua –se repetía apático–. ¡Esto es un suplicio, Naga!

Estaba apoyado sobre la barandilla de proa con los brazos como única sugeción, dejando caer el cuerpo como si le pesara. Por el contrario, la chica, a su lado, disfrutaba de la travesía sin echar la más mínima cuenta a las continuas quejas de su amigo, o intentándolo al menos.

–¿De verdad que a ti no te agobia estar aquí encerrada, en medio de la nada, y rodeada por kilómetros de mar? –continuaba el joven, mientras insistía en darle pequeños y continuos golpecillos en el brazo, intentando captar mínimamente su atención.

La joven intentaba hacer caso omiso, evitando hablarle y fingiendo que no le escuchaba, por ello se obligó a concentrarse en el lejano horizonte y su aparente sinfín. Pero todo era inútil, pues cuando Kyo reclamaba su atención al final siempre la conseguía, aunque fuera por cansina insistencia, y el chico esa carta sabía jugarla a la perfección.

–Lo que no puedo entender es que te agobie tanto a ti –consiguió que dijese por fin, hastiada–. Es realmente bonito, deberías disfrutarlo y no quejarte más, sobre todo pensando en lo que nos espera.

El chico devolvió la vista hacia la inmensidad que les rodeaba, analizando la última frase de Naga y pensando sobre eso, sobre lo que les esperaba. Quizás la joven tenía razón y debía apreciar esa quietud a la que en esos momentos podía optar. Quizá las cosas se tornasen inquietantes y para nada positivas una vez llegaran a tierra, cosa que era más que probable, pues aquel no era un viaje de placer sino un viaje que les abría camino a la lucha. Pensó que lo más seguro fuese que, después de esa travesía que ahora se le hacía insufrible, tardasen mucho tiempo en poder volver a estar tranquilos y disfruta de una relajación similar. Y aún más siendo conscientes de que aquello dónde se estaban metiendo era su ineludible destino.

Quizá sí, quizá debían aprovechar la calma que les brindaba aquel barco que les llevaba hacia Marena, ajeno a lo que ello significaba para los dos jóvenes Guardianes.

–Tienes razón –dijo recobrando algo de seriedad–. No sabemos cuándo podremos volver a relajarnos y sentir tanta paz.

–Así es. Me imagino que a partir de este viaje nuestras vidas van a complicarse más que de costumbre.

Se quedaron en silencio varios minutos. Ambos daban vueltas a la cabeza sobre la situación que les esperaba. No podían saberla, ni mucho menos, pero sí podían hacerse una vaga idea al respecto; y sabían que para nada sería fácil. 

Naga se separó de la baranda y se dejó caer a ras de suelo de cubierta, recostándose sobre unos bidones que tenían detrás. Kyo se sentó junto a ella y retomó la conversación con cierto secretismo, bajando el tono de forma considerable.

–¿Qué crees que pasará?

–No tengo ni idea –respondió con sinceridad ella en un profundo suspiro, meditabunda–. Si te digo la verdad aún me cuesta creer que nos hayamos puesto en marcha. Me siento un poco… no sé… extraña. Creo que no meveo capaz de enfrentarlo.

Naga se abrazó las piernas agarrando las rodillas. Su expresión se tornó en cierta aflicción; se mostró preocupada y Kyo lo notó. Apoyó una mano sobre su hombro y le dirigió una media sonrisa.

–Te entiendo muy bien. Es un poco aterrador ver que nos acercamos a eso de lo que tantas veces nos han hablado. A eso por lo que nos llevamos entrenando año tras año; a eso que nos han enseñado que es nuestro cometido… –hizo una leve pausa y resopló quedamente–. Y ahora aquí, sentados, nos resulta inconcebible pensar en poder hacerle frente o estar a la altura.

La chica lo miró asintiendo. Tenía la barbilla apoyada sobre el brazo y hacia pucheros, aunque no muy perceptibles. A Kyo le recordó a cuando eran niños. Era rara la vez que ella mostraba una actitud infantil, así que no pudo evitar mirarla con mayor cariño. Colocó la mano sobre su coronilla con gesto protector, como si de un hermano mayor se tratase.

–No voy a negarte que me da bastante miedo entender que ya ha comenzado. Pero ni tú ni yo estamos solos, así que no hay de qué preocuparse, ¿vale?

–Sí, es verdad –sonrió no muy efusiva la joven–. Se supone que somos los Guardianes elegidos de la Profecía… No debería ir tan mal.

–¡Claro! Pues eso es lo que tenemos que pensar –arguyó él con alegría–. Siguiendo tu teoría de que debemos ser cuatro los Guardianes, digamos que ya estamos al cincuenta por ciento de la fuerza total, que no es poco.

Naga amplió su sonrisa ante tan optimista visión. Era algo que le encantaba de él, ese ánimo implacable que siempre demostraba y que siempre estaba ahí para reconfortarla, fuera cual fuese la situación que se diera.

–Gracias, Kyo.

El chico se sorprendió un poco y sacudió de lado a lado la cabeza, negando. –No se te ocurra dármelas.

El sol empezaba a ocultarse entre las brumas del horizonte, provocando una abundancia de intensos y hermosos colores en el cielo infinito. La chica alzó la vista y señaló hacia arriba, haciendo que Kyo la imitara.




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