La puesta de sol hizo que las temperaturas bajaran lo bastante como para que el fresco ya no fuera tan tolerable, por lo que decidieron encender una hoguera a la entrada de la cueva para caldear un poco el ambiente. Las cosas volvían a la normalidad entre Kyo y Dasten, que comenzaron a bromear y a convertirse mutuamente en objeto de burlas. Verles de nuevo como los dos críos inseparables que siempre parecían alegró de corazón a Naga, que ya sufría por la tirantez e incomodidad que hubo entre ellos desde esa mañana.
Karto, sin embargo, seguía sintiéndose bastante inquieto. No habían tenido noticia alguna del Remediable y eso podía no ser bueno. Era más que consciente de que el Primero iba a tener frente a él, cara a cara, a la temible Bruja que habría dado pie a la Profecía. Si esa mujer supiera que el Remediable daba asilo a los Guardianes, definitivamente le eliminaría sin siquiera pestañear, y el Segundo llevaba todo el día rezando porque no fuera así.
Liveo, que notó su zozobra, se alejó del vivaracho grupo para sentarse junto a él.
–No deberías preocuparte tanto de antemano –se aventuró mientras le extendía un panecillo relleno–. Seguro que no ha ocurrido nada y, si Sénofe no ha aparecido, es porque simplemente sus obligaciones como Remediable no se lo han permitido.
–Me encantaría ser tan positivo como tú –confesó en un sonoro resuello y aceptando el apetitoso ofrecimiento–. Pero no puedo evitar preocuparme. Hoy en día, tal y como están las cosas, me es imposible no hacerlo.
Liveo le entendía a la perfección. Él mismo en su fuero interno peleaba contra cualquier idea negativa que intentase sumirle en una espantosa pero muy razonable preocupación; y aquella era una ardua tarea que no siempre se rendía a su empeño.
–No te recordaba así, Karto –se escuchó la voz de Dasten a sus espaldas. Les imitó y se sentó sobre el tronco que compartían los dos–. ¿Dónde está ese característico optimismo tuyo de antaño?
–Oh, ¡vaya! ¿Os habéis puesto de acuerdo para esta encerrona o qué? – sonrió a duras penas el Ordenado.
–Ya ves, no te queda otra que cambiar esa cara mohína –continuó Dasten jocoso, aunque de inmediato cambió su tono a uno más serio–. Pero si tan preocupado estás, puedo acompañarte a la ciudad para cerciorarnos de que todo anda bien. ¿Qué me dices?
Karto negó con la cabeza.
–Muchas gracias, pero no es necesario, amigo mío –declinó con educación–. Creo que es mejor que os quedéis aquí con Ren. De hecho, yo debería marcharme ya. Se está haciendo tarde y no quiero llamar la atención ausentándome más de la cuenta dados los acontecimientos de este día.
El Director no quedó demasiado convencido ante el argumento del Segundo por lo que pensaba contradecir, mas Liveo se adelantó a él y se hizo con la palabra.
–No te preocupes, Dasten –le dijo con una afable sonrisa–. También yo debería regresar a la ciudad. No debo desatender mi negocio –se dirigió entonces a Karto, que ya se había levantado con la intención de ponerse en marcha–. Me voy contigo y de paso a ver si saludo a Sénofe y le comento un par de cosas.
Esta vez el Ordenado asintió.
Se despidieron del corrillo que se hubo formado alrededor del fuego y con premura se encaminaron en dirección a la llanura, que se expandía vasta en cuanto se dejaba el bosque atrás.
Era cierto que el sol había caído por completo y la noche se cerraba sobre ellos dificultando la visibilidad que hubieran tenido de día. Por ello Taino-Ren, que era un superviviente nato y se conocía ya el camino a la perfección, decidió guiarles al menos hasta salir de la espesura. Más allá no tendrían problemas pues las luces prendidas de la ciudad les facilitarían mucho el camino a seguir.
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Kyo ya les había hecho conocedores esa mañana de lo que vivió la pasada noche en aquella caverna cuando contactó con los vestigios de poder de su madre que aún quedaban patentes. No fue capaz de esclarecerlo todo en su mente y aún menos de transmitírselo explícitamente. Pero lo más importante sí pudo contarlo con más o menos claridad y coherencia. Esa vivencia que tuvo cuando presenció, interno en el cuerpo de su madre, lo ocurrido en el templo en el que la Sacerdotisa del Sur fue asesinada.
El hecho de que Evolisse fuese la artífice de todo no resultaba una sorpresa para ninguno, pues llevaban todo ese tiempo convencidos, así que tan solo confirmaron sus sospechas. Pero hubo algo que sí les llamó la atención a todos. A todos excepto a Karto. ¿Qué era lo que había ocurrido con la Piedra Sagrada que Miara, según les había contado Kyo, se había llevado con ella en el momento en que escapó? El Segundo les dijo que sí, que era cierto, pero que no tenía potestad para contar más ni tampoco mayor conocimiento al respecto, así que al día siguiente el Remediable les explicaría. Por lo que la conversación acabó ahí. No insistieron más, ya al día siguiente habría tiempo.
Cuando el frío se hizo más presente decidieron que era el momento de apagar la hoguera y trasladar algunas de las ramas prendidas al interior de la cueva. Así lo hicieron y, una vez templado el ambiente, empezaron a quedarse dormidos uno detrás de otro en los improvisados colchones que se agenciaron con las mantas y hojarasca que encontraron.
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Editado: 10.10.2024