Kyo no hacía más que dar vueltas sin cesar a la cuchara que tenía frente a él. Apenas había probado bocado. Estaba ahí, sentado a la mesa, reposando la cara sobre una mano cuyo codo era toda sujeción.
Tenía la vista perdida cuando Naga ocupó el asiento que se hallaba vacío a
su derecha. No se inmutó más allá de lanzarle una rápida y casi imperceptible mirada sin variar en lo más mínimo su inapetente expresión.
–¿Estás de mejor humor hoy? –le preguntó la chica con cierto tinte de reproche en su voz.
–Mejor humor que nunca, ¿no lo ves? –respondió con sorna mientras hacía una mueca de desagrado.
–Sí, claro que lo veo. Estás exultante –le contestó molesta.
–Es una manera de verlo…
–No seas cínico, haz el favor –cortó ella.
–Entonces no preguntes obviedades.
No alcanzó a escuchar lo que la joven mascullaba mientras volvía con enojo su rostro, aunque no era muy difícil prever que probablemente se tratase de algún tipo de apelativo no muy agradable dirigido a él. Cosa que no le importó demasiado.
Ambos se mantuvieron en silencio durante unos instantes, Kyo haciendo como que comía y ella como quien no le presta ninguna atención. Pero lo cierto era que pensaba en cómo lograr hablar con su amigo sin que se lo tomara todo a mal. Ya estaba de nuevo con esa actitud brusca y chulesca que tanto le molestaba.
Pero tenía que relajarse, no podía seguirle el juego y acabar también peleada con él. No era eso a lo que había ido allí.
–No pagues tu enfado conmigo –dijo directa, pero tratando de evitar que sonara como un ataque.
Él bufo por toda respuesta.
Visto que no estaba precisamente receptivo optó por dar algunos rodeos antes de abordar el tema de Dasten. Si con solo dos frases se había mostrado tan irascible no quería ni pensar en cómo reaccionaría siendo demasiado evidente.
–¿Sabes qué? –probó de nuevo, esta vez mostrando una sonrisa bastante forzada–. Por las teorías que estamos siguiendo hemos llegado a la conclusión de que el último Guardián debería ser del Oeste.
Aquello logró captar algo la atención del chico, haciéndole cambiar ese semblante mustio y apático por uno de curiosidad.
–Ah, ¿sí? ¿Y por qué no del Norte?
–Piensa. Por lo que sabemos de mi origen todo apunta a que de los terrenos del Norte provengo yo –le aleccionó ella, similar al maestro que regaña a un alumno por no saberse el temario–. Al fin y al cabo, Miara me encontró cerca de un pequeño poblado limítrofe con los terrenos de Vilar. Además de las características de mi magia, claro.
–Es cierto, en su gran mayoría los hechiceros blancos, como lo eres tú, provienen de ese sector. Por eso la Torre de Xievai fue construida por allí – confirmó él.
–Ajá… Así que, si yo vengo del Norte, tú del Este y la pequeña de Sénofe es del Sur, por descarte solo falta el Oeste. –Ya veo… –dijo, pensativo–. Desde luego tiene sentido. Visto así incluso parece simple, ¿cómo no hemos caído antes?
–Bueno, en realidad todo lo ha esclarecido la revelación de que Maya es la tercera elegida. Así que eso, junto con algunos estudios aparte, nos han abierto ese camino. De todas las teorías que se abordan es el que más sentido da a algunos pasajes de la Profecía.
–Pues si es así entonces yo pongo la mano en el fuego por vuestra teoría – declaró con una sonrisa–. El problema será dar con él.
–O con ella –dijo con gracioso retintín.
–No, otra chica no, por favor… –manifestó llevándose una mano a la cabeza.
–Te quejarás tú –dijo ella, fingiendo molestia.
–No me hagas hablar.
La joven le dio un coscorrón, pero sin apenas fuerza, y le sacó la lengua, lo que provocó que ambos rieran.
Al fin parecía que la tensión se había desvanecido y el muchacho estaba menos a la defensiva. Era una tranquilidad que volvieran a hablarse con tanta fraternidad pues habían pasado una racha de lo más esquivos, cuando no uno, el otro.
Quizá ya era el momento de tocar el asunto que la había llevado a intentar hablar con él, al fin y al cabo, se lo había prometido a su tío. Y ella siempre cumplía con su palabra.
–Oye Kyo, ¿no crees que…?
–¡Hola, peque! –se oyó decir desde la puerta del comedor, provocando que más de uno volviera la vista hacia la entrada.
La frase de la chica se evaporó en el aire viéndose abruptamente interrumpida por Doralia, que para variar había aparecido de la nada y a enérgicas zancadas se dirigía hacia ellos. Como no podía ser de otra manera, con esa preciosa sonrisa que se le dibujaba en la cara cada vez que se encontraba con Kyo.
Desde luego tenía el don de la oportunidad, pensó con hastío Naga, intentando esconder lo poco emocionante que le resultaba la presencia de aquella risueña y llamativa morena.
Al llegar hasta dónde ambos se encontraban reunidos los saludó, sin perder la oportunidad de sentarse al otro lado del joven y acercarse tanto que sus brazos hacían más que rozarse, detalle que a Naga no se le pasó por alto. Seguro que lo hacía queriendo. Seguro que les espiaba para, a conciencia, llegar en el peor momento. De una manera u otra siempre lograba el contacto con él. Cuando no era un abrazo, era cogerle del brazo y si no, ya buscaría cualquier pretexto para lograrlo. ¡Sería arpía! Y lo más frustrante era que él no parecía darse cuenta, o por lo menos eso aparentaba. Aunque quizá fuera que al muchacho incluso le agradaba.
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Editado: 10.10.2024