No había logrado pegar ojo aquella noche. La pelea que tuvo con Kyo el día anterior la había dejado muy tocada, sintiéndose nerviosa y enfadada, pero, sobre todo, muy dolida.
Dolida ya no solo por las palabras que él pronunció. Si no porque sin saber cómo ni por qué su relación parecía, desde hacía bastantes días, precipitarse al vacío. Lo sentía lejos de ella, cerrado a permitirle entrar y compartir sus pensamientos. Era como si le hubiera restringido el paso a sabiendas, alejándose sin remedio y por voluntad propia.
Miró el reloj y vio que era bastante temprano, mas no tanto como en un principio había creído. Suspiró a conciencia y decidió levantarse de la cama. Iría a desayunar y se el chico. Se pasaría toda la mañana indagando en la Profecía junto con Liveo y se olvidaría de Kyo por unas cuantas horas. Iba a ocupar su mente con cosas más importantes y reconfortantes que ese inmaduro y egocéntrico quinceañero.
Una vez se lavó, vistió y hubo ventilado la habitación se dispuso a salir. Pero paró en seco cuando al llegar a la puerta vio en el suelo, bajo la rendija, algo que parecía una carta. –¿Y esto…?
Sabía que la respuesta no se la daría nadie así que se agachó a recoger el papel que estaba doblado sobre sí mismo varias veces.
Se disponía a desplegarlo cuando alguien golpeó al otro lado del portón, captando así su atención.
–Naga, ¿estás despierta, hija?
En vez de contestar se apresuró a abrir, encontrándose cara a cara con Liveo. Lo observó con detenimiento. Si esa noche ella no había conciliado el sueño, desde luego el hombre sí que parecía no haberlo hecho durante semanas.
–¿Estás bien? –preguntó la chica con notoria preocupación en su rostro–. No tienes muy buen aspecto.
–No demasiado, la verdad –dijo con tinte pesadumbrado–, he estado toda la noche levantado.
La joven iba a volver a preguntar, pero el mesero no le dio tiempo de hacerlo. Presto sacó del bolsillo interno de su túnica un pergamino enrollado que, si estaba en lo cierto, portaba sello del Sur.
–¿Noticias de Sénofe?
–De Karto –respondió, sonando algo angustiado–, y mucho me temo que son las peores noticias…
–¿A qué te refieres? –Inquirió con ímpetu–. ¿Qué ha pasado?
–No es este el lugar apropiado, pequeña. Vamos al despacho de Dasten y allí os lo contaré todo –dijo mientras posaba con cariño una mano sobre el hombro de la muchacha–. Por cierto, ¿dónde se ha metido Kyo?
–Estará en su habitación.
–De allí vengo y no he dado con él.
No era de extrañar que cuando estaba contrariado desapareciera durante horas sin dar señales de vida, pensó ella.
–Estará por ahí –dijo con gran falta de entusiasmo–. Ya le contaremos lo que sea, no vamos a estar pendientes de si se mueve o no cuando haya cosas importantes de las que hablar.
La rudeza y desdén con que acababa de hablar Naga hicieron entender a Liveo que lo más probable era que hubieran peleado. Desde luego el joven estaba gastando un carácter de lo más desagradable con todos, así que pondría la mano en el fuego y estaba seguro de que no se quemaría al pensar que el culpable habría sido él y no ella.
–Entonces no será necesario ir hasta el despacho –dijo sin hacer comentario alguno–. Entremos en tu cuarto ya que los dos estamos aquí.
Ambos se internaron y cerraron la puerta tras ellos. La chica se sentó al filo de la cama y el hombre se acomodó en una silla cercana.
–¿Y bien? –le azuzó Naga–. ¿Qué ha pasado en Marena? Me estás preocupando.
El hombre cogió aire y lo soltó. Repitió el proceso un par de veces más hasta que al fin, bajo la atenta y subyugante mirada de la adolescente, se decidió a hablar.
–Al parecer Sénofe ha sido condenado a muerte –los ojos de ella se abrieron tanto que parecía fueran a salírsele de las órbitas–. La Orden ha descubierto la realidad de su relación con Xusa y su consiguiente parentesco con Maya. Y el castigo por ello, según consideran, ha de ser ejemplar.
–¿Qué dices? –preguntó con horror–. No pueden hacer eso…
–Me temo que sí, pues ha sido renegado de su cargo por sus propios compañeros. Ahora el nuevo Remediable del Sur está al servicio del Tirano de Sustra.
–¡Tenemos que hacer algo! ¡No podemos permitirlo!
Lo dijo mientras de un salto se levantaba de la cama con palpitante nerviosismo.
–En teoría ya lo están haciendo ellos –dijo el hombre mientras se acercaba a la joven para intentar hacer que se tranquilizara–. Karto, Ren y Landro han planeado la forma de sacarlo de allí. Pero no sé más. La carta que he recibido fue escrita hace varios días. No sé cuál habrá sido el resultado de todo ese plan.
Los ojos del hombre, a pesar del gran intento, no pudieron contener la triste emoción que se asomaba en forma de lágrimas.
–¿Dices entonces que, si no lo han logrado, puede que hoy estén todos muertos?
Lo dijo con cuidado y en voz muy baja, como si el decirlo con mayor volumen pudiera hacer de aquel hecho algo real.
Aunque quizá ya lo era.
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Editado: 10.10.2024