La sortija de Médora

Capítulo 2

Marla

 

Después de cenar, me senté en mi pequeña sala, junto a la ventana, donde me gustaba leer, y empecé a ojear las pruebas de diagnóstico de los alumnos. Aunque algunos de los chicos sí leían, la mayoría había respondido la estupidez de las redes sociales. Por otra parte, sus intereses no eran tan variados como sucedía en otras clases, por lo que podría ponerlos en grupos fácilmente, el desafío sería hacerlos leer al menos un libro corto. Pero seguramente iniciaría haciéndoles ver una película basada en un manga o cómic y luego de allí iría avanzando... Tomé mi tableta, me coloqué las gafas de lectura, y comencé a elaborar un plan de estudio para el nuevo curso.

 

Al cabo de un rato, una vez que me sentí satisfecha con mi labor, dejé mis elementos de trabajo a un lado y tomé el libro de la trilogía de los dragones; había esperado tanto por él, que tenerlo en mis manos, era como un sueño. Lo abrí y me sumergí en la lectura.

 

Las horas que pasaron fueron como un segundo y, cuando me decidí a dejar de leer, porque sabía que en la mañana debía levantarme a las ocho y treinta, eran ya más de las cuatro de la madrugada. Coloqué en la novela un precioso marca-páginas de color dorado que había comprado por internet recientemente y me dirigí a mi habitación.

 

Puse el libro en la mesa de noche, me acosté y apagué la luz. Comencé a revolverme en la cama, sin poder dejar de pensar en los personajes y las situaciones de la historia que había leído, mi cerebro no paraba. “¡Por favor, Marla, duérmete ya!”, me dije a mí misma cerrando los ojos con fuerza. Aunque me costó, aparentemente logré dormirme, porque en un pestañeo ya estaba sonando la alarma de mi móvil.

 

 

***

 

 

Ingram

 

 

Atravesábamos un camino sinuoso entre las montañas, desde donde podía apreciar la magnificencia de mi reino. Más allá del odio que me embargaba y me impulsaba a ir tras la maldita Ravenia, me debía a mi pueblo, necesitaba traerles paz urgentemente o habría fracasado como líder.

 

Me decidí a casarme cuando la oscuridad comenzó a tomar más presencia en nuestro reino, pues el equilibrio había comenzado a romperse, y era necesaria una consorte de la luz para que todo funcionara de manera natural. Pero la esposa designada era una farsante, una bruja haciéndose pasar por princesa, ella cautivó mi corazón y yo como un tonto caí en sus redes. Ravenia solo quería llevarse la esencia que mantenía en equilibrio la magia del mundo.

 

Negros nubarrones nos seguían mientras avanzábamos hacia el norte, y eso no era todo, los delitos aumentaban día a día, los principales y sus escuadrones no alcanzaban a poner orden en las aldeas. La oscuridad también estaba tomando nuestros corazones, el anillo debía volver a mi mano pronto y necesitaba encontrar una digna consorte diurna con urgencia.

 

A mi lado iba Kalina, no solo era mi consejera, también era mi yana, mi hermana del alma. Le di una mirada de soslayo analizando su perfecta belleza, tenía un perfil delicado y grandes ojos del color del fuego recién encendido, su cabello lucía matices de rojos que viraban hacia el rubio, lo llevaba corto en señal de rechazo a su femineidad y este era uno de los motivos por los cuales no era mi esposa, aun siendo una diurna y del cariño profundo que nos unía.

 

 

***

 

 

Marla

 

 

Finalmente, terminó la semana y pude descansar. El viernes mismo terminé la novela de los dragones y la devolví, no saqué otro libro de la biblioteca porque pretendía ponerme a estudiar el manuscrito que Rose me había regalado.

 

Me senté en mi pequeño escritorio junto con mi laptop y mis gafas de leer. Abrí el libro, y el lenguaje me resultó incomprensible, parecía como si alguien hubiera escrito apresuradamente sin terminar de formar los caracteres, al punto de que ni siquiera podía definir de qué idioma se trataba. Las hojas amarillentas se sentían frágiles y resecas.

 

Cada dos o tres páginas se presentaba algún dibujo de plantas, insectos, animales o partes de estos. Y, llegando hacia el final, había ilustraciones de lo que podrían ser seres imaginarios, algunos de ellos antropomórficos.

 

Cansada de buscar sin encontrar, cerré el libro y me dispuse a irme a la cama, cuando mi teléfono sonó. Era mi hermana, Monique, ella y yo no éramos para nada cercanas, y atenderla no era de mi agrado, pero al mismo tiempo sentía que no podía dejar de hacerlo. Al cuarto pitido contesté.

 

— Mon, ¿cómo estás?

 

Mejor que tú, seguro — respondió con su característico sarcasmo.

 

— ¿A qué debo el honor de tu llamada? — Pregunté poniendo los ojos en blanco al ignorar su comentario.

 

El fin de semana que viene es el bautizo de Timi — relató, haciendo referencia a su cuarto hijo. — Me corresponde invitarte, aunque entenderé si deseas quedarte allí a gozar de tu patética vida de solterona.

 

— Te agradezco tu amabilidad, como has dicho, disfruto mucho mi vida, y no sé si pueda viajar ahora — contesté de la manera más fría que pude.

 

Bien, de todas formas, aquí nadie te extraña. Lo haremos en casa de tía Aída.

 

— Genial, lo tendré en cuenta.

 

Nos estamos viendo, que estés bien, hermanita.

 

Ella colgó y yo dejé mi móvil sobre el escritorio con pesar. Lo cierto era que mi "patética vida de solterona" como mi hermana la llamaba, no era tan mala, tenía un trabajo estable, mi propio departamento, no debía rendir cuentas a nadie, e incluso, si me esforzaba por ahorrar, podía tomarme unas buenas vacaciones cada año.

 

Por supuesto, ella no se refería a todo esto, sino a que estaba sola. Mi hermana llevaba doce gloriosos años casada, con un hombre exitoso que la amaba, y le daba con todos los gustos sin que ella tuviera que trabajar, ni hacer nada más que verse bonita y tener hijos.




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