Ingram
— Maldita, bruja, zorra... — desperté bañado en sudor, luego de dos semanas que se había marchado aún no dejaba de soñar con ella.
Había pasado más de medio año a mi lado, envolviéndome con sus dulces palabras, fingiéndose inocente... No podía perdonarme, la destrozaría cuando la encontrara.
— Mil veces maldita...
Comencé a recordar y percatarme de su rechazo, todas las veces que intentaba acercarme y ella fingía sentirse incómoda, diciendo que nadie la había tocado nunca... eran mentiras, ella simplemente me estaba engatusando para robar la joya de mi pueblo.
— Basta — me dije a mí mismo intentando cortar esos pensamientos en círculos que no me llevaban a ninguna parte, por más que me atormentara no volvería el tiempo atrás.
Salí de la tienda pensando en encontrar compañía en algunas de las mujeres que viajaban en la comitiva, pero, en medio del terrible temporal que nos azotaba, oí un grito en el sector donde descansaban los caballos. Con prontitud me disolví en una niebla negra y aparecí en el lugar en que creí escuchar aquella voz.
Por un instante quedé paralizado al ver la situación, se trataba de una escena sexual entre dos hombres y una mujer, esto no hubiera llamado mi atención por sí mismo, puesto que era común ver personas teniendo sexo, lo sorprendente era que estaba presenciando una relación forzada, la muchacha se retorcía en medio de sus agresores, que ya estaban casi desnudos. Ella intentaba, con todas sus fuerzas, liberarse mientras ambos la sostenían y cubrían su boca para acallar sus gritos.
Me abalancé en un solo movimiento sobre el soldado que estaba más cerca de mí y sacando la daga que llevaba conmigo todo el tiempo, tiré de su cabeza hacia atrás, tomándolo por el cabello, y corté su garganta. El otro soltó a la chica y ella gritó. Dejé caer al muerto al piso y fui por el guerrero que intentaba huir torpemente con los pantalones en sus rodillas.
— No, por favor, señor — alcanzó a articular antes de caer muerto a mis pies.
— Al mal hay que arrancarlo de raíz — murmuré.
En ese instante apareció el Principal Albrech, que quedó paralizado al igual que yo al ver la situación. La mujer, cuya ropa estaba desgarrada, no paraba de llorar desconsolada. Guardé el cuchillo y me acerqué a ella.
— No temas — le dije acariciando su rostro. — Ya estás a salvo. Te llevaré con la curandera.
La cargué en mis brazos y ella se aferró a mi cuello sin dejar de llorar.
— Albrech, ordena que se ocupen de los cuerpos y que todos sepan, que cualquiera que se deje corromper cometiendo actos semejantes correrá la misma suerte.
— Lo haré, señor.
Caminé bajo la lluvia con la muchacha en mis brazos, hasta llegar al sector donde se alojaban los sanadores y la dejé allí.
Ya en mi tienda, sin ganas de volver a salir, me dejé caer sobre el camastro. Todo estaba peor de lo que pensaba, el mal se encontraba tan cerca.
***
Marla
Dediqué el sábado a hacer quehaceres y ver algunas películas, y recién el domingo por la noche me atreví a volver sobre el manuscrito. Primero me cociné unos muffins y luego me senté en mi sofá junto a la ventana, con un chocolate caliente y abrí el libro. La lluvia, que no había cesado en todo el fin de semana, me invitaba a leer. No podría quedarme demasiado tarde, pues al día siguiente era lunes, pero leería aunque sea un poco.
Día 1
Finalmente, después de haber pasado de siete interminables meses en aquel recinto impregnado de corrupción, he alcanzado mi ansiado objetivo. Con éxito, he logrado escapar de las garras de tan abominable ente, quien no podrá jamás alcanzarme. Seguramente ya habrá descubierto mi relación con mi querido monarca, por lo que pensarán que vuelvo al norte, pero no lo haré.
Tras un viaje extenuante de casi diez horas, he hecho una breve parada para satisfacer mi apetito y consignar los acontecimientos ocurridos. Durante mi estancia allí, me vi impedida de plasmar mis pensamientos en papel, pues el temor a que mis diarios fueran descubiertos me embargaba. Sin embargo, confeccionaré un encantamiento en este libro para salvaguardar su contenido en caso de que cayera en manos ajenas.
Una vez llegada al siniestro castillo de aquel engendro, a través de mis pócimas, logré que confiara ciegamente en cada una de mis palabras, lo cual me permitió mantenerme ilesa. La mera evocación de los intentos de aquella bestia por tocar mi ser me provoca un profundo desasosiego. No obstante, valiéndome de mi virtud intachable y mi aparente inexperiencia, conseguí obtener el tiempo necesario para tomar el anillo preciado, evitando así que me exigiera cumplir los votos matrimoniales.
En este momento, continúo mi travesía, sin desear desperdiciar ni un solo instante.
Cerré el libro, que parecía ser un diario, preguntándome quién sería la que narraba todos estos hechos y de qué rey y cuál bestia hablaba. Me dirigí a la cocina para hacerme otro chocolate antes de continuar con la lectura.
Día 3
He notado que me siguen, aunque al principio creí que no lo habían hecho, este ser oscuro viene por mí con sus huestes, pero difícilmente podrá alcanzarme, le llevo días de ventaja, además yo viajo sola y él tiene que arrastrar un ejército. De todas maneras tomaré un desvío para que se confundan y si logran seguirme será peor para ellos.
Aún no sé cómo funciona la sortija, está diseñada para las manos de ese animal, por lo que no encaja en ninguno de mis dedos, además, ha perdido su brillo...