La sortija de Médora

Capítulo 5

Ingram

 

 

— En las aldeas que visitamos todos los diurnos han desfallecido, los curanderos dicen que su enfermedad es a causa de que no hay una regente de la luz, todos los sanadores coinciden en esto, mi Rey — las palabras del explorador no hicieron más que confirmar lo que temía, debía pronto traer a Ravenia de regreso y consumar nuestro matrimonio o moriríamos.

 

— Gracias, manda a los curanderos que hagan todo lo posible porque los diurnos sobrevivan — ordené volviendo a sumirme en mis turbios pensamientos.

 

No podía dejar de culparme por lo tonto que fui, creí en sus mentiras y su inocencia durante siete meses, siete malditos meses estuve cegado, sin ver que la oscuridad avanzaba sobre la luz, sin prestar atención a los consejos de mis asesores, por escucharla a ella. Maldita perra bastarda.

 

Salí de la tienda y observé los alrededores y la lejanía, la tormenta no daba miras de amainar y hacia el oeste podían distinguirse varios tornados.

 

Me dirigí a la carpa del principal Albrech quien estaba retozando con una joven de cabellos oscuros.

 

— Albrech, cuando te desocupes, ordena que todos descansen, yo dormiré y apenas despierte retomaremos la marcha.

 

— Pero la tormenta — comenzó a objetar el hombre desnudo.

 

— La tormenta no se detendrá — afirmé. — Avanzaremos, lento y a pie de ser necesario, pero no podemos perder más tiempo.

 

Salí de su tienda y me dirigí a la mía para obligarme a descansar.

 

 

***

 

 

Marla

 

La alarma sonó a las seis de la mañana, pero yo la había programado a las ocho. Sorprendida tomé el móvil y vi que no se trataba del despertador, sino de una alerta meteorológica, todas las actividades estaban suspendidas hasta nuevo aviso. Me resultó extremadamente raro, pues nuestro clima jamás pasaba de unas lluvias intensas. Abrí el pronóstico extendido y mostraba vientos huracanados y posibles tornados.

 

Dejé el teléfono a un lado e intenté volver a dormirme, pero cuando estaba a punto de lograrlo, mi celular volvió a sonar. Lo tomé a regañadientes y vi que era un mensaje de la secretaria de la escuela. Las clases se suspendían por la alerta meteorológica.

 

Ya sin esperanza de volver a dormirme, y con el ruido de la lluvia repiqueteando en el techo y las ventanas me dirigí a la sala a buscar el manuscrito, leería otro poco hasta que me diera sueño.

 

 

Día 8

 

El tiempo se ha vuelto interminable, lo siento cada vez más cerca, él no cesará hasta recuperar la sortija. Esta sortija que fue el único motivo por el cual acepté la boda.

 

Años atrás, cuando empezaron los primeros síntomas, nadie les prestó atención, excepto yo. Lentamente, los días comenzaron a acortarse, la luna y las estrellas se volvieron difusas en el cielo, y pequeños actos de criminalidad coronaban las señales. El anillo ha estado demasiado tiempo en manos de esas bestias sureñas. Yo, Ravenia, del reino libre del norte, soy la última diurna pura. Con la joya en mi poder, la luz reinará. Solo debo descubrir cómo funciona.

 

He decidido que ya no puedo continuar esperando, el perverso nocturno me pisa los talones y estoy a muy poco de llegar al río, una vez que lo cruce, él no podrá alcanzarme, pues estaré en territorio de mi amado rey Dunkan.

 

La ventana crujió sobresaltándome, y dejando el manuscrito sobre la cama, me acerqué a observar. Al estar en el ático de uno de los edificios más altos de la región pude contemplar cómo la tempestad azotaba la ciudad, el agua se movía al son del viento y la negrura de las nubes hacía que pareciera que aún no amanecía.

 

Cerré las cortinas y volví a envolverme en las mantas con el antiguo diario en la mano. Abrí el libro donde había quedado y al voltear la página noté que ya no había más nada. Sin embargo, recordaba claramente que al ojearlo cuando lo recibí tenía símbolos e ilustraciones de plantas, ahora estaba vacío, lo último, luego del texto, era una estrella de cinco puntas con un círculo difuso en el centro. Se me ocurrió que podría ser que el anillo encajara allí, pero no podía quitármelo para comprobarlo. La figura no estaba escrita con la misma tinta que el resto, sino que se veía quemada. Incluso parecía tener algo de relieve.

 

Alcé mi mano y comencé a dibujar el pentáculo rozándolo con la yema de mis dedos. Sentí soñolencia y tuve la impresión de que las hojas se deshacían como ceniza bajo mis manos. Acomodé mis gafas, incómoda puesto que mi visión se había vuelto borrosa, pero no las encontré y entendí confusamente por qué no lograba enfocar mi vista. Quise levantarme de la cama porque seguramente mis lentes habrían quedado en la sala; no obstante, al intentar pararme, me caí.

 

Debo estar desmayándome, pensé, porque la caída no terminaba y un vértigo se instaló en mi estómago. ¿Sería que me había enfermado? ¿Tendría fiebre? Continué cayendo. A mi alrededor parecía haber humo o tal vez niebla, el cuerpo me dolía, sin duda tenía fiebre y estaba delirando.

 

Percibí que flotaba y una mano asió la mía. Busqué a la persona que me agarraba y me encontré con dos hermosos ojos como aguamarinas, eran iguales a los de mi hermana, ¿era ella? No, porque mi hermana llevaba el cabello rojo, y esta mujer lo tenía de color castaño, al igual que yo. Tomó mi otra mano y giramos juntas mirándonos fijamente, ella no se asemejaba a Monique, pero me resultaba familiar, en realidad se parecía a mí, era como mirarme en un espejo. Pero... yo no soy tan bella, es como si fuera una versión mejorada de mí misma, me reí tontamente de este sueño loco, pero ella no se rio, su sonrisa fue más bien la de alguien que sabe algo que los demás no saben, en este caso, la que no sabía era yo.




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