La sortija de Médora

Capítulo 10

Marla

 

 

Desperté sin saber qué hora era, si es que en este lugar pasaban las horas, no había nada que se pareciera a un reloj. Las velas no se consumían. Me senté en la cama y volví al hecho de que estaba desnuda, me levanté rápidamente y me puse el vestido que me habian dado el día anterior. Al ponérmelo noté las marcas en mis brazos, que me quedaran de los barrotes de la pequeña jaula, no por estar tanto tiempo allí, sino por los golpes que me daba en los traslados. Seguramente tendría magulladuras también en la espalda y el trasero.

 

Un suave golpe, seguido del sonido de la puerta abrirse llamó mi atención, era la misma chica que me había traído la comida anterior.

 

— Hola — dije.

 

Ella traía otra bandeja.

 

— ¿Ha descansado bien, mi señora? — Preguntó.

 

— No soy ninguna señora. ¿Cómo te llamas?

 

— Selenia.

 

— Mi nombre es... — otra vez se me hizo una laguna mental.

 

Al igual que en el momento en que el rey me había preguntado. Yo sé quién soy, me dije pero por más que intentaba decir "Marla", la palabra no emergía de mis labios. Abrí varias veces la boca para decirlo; sin embargo, mi voz no salía. ¿Por qué no podía pronunciarlo? Tal vez era la forma de regresar a casa, o tal vez se trataba del anillo, debía devolverlo.

 

La chica me miró como si comprendiera lo que me sucedía.

 

— Tal vez debería elegir un nombre nuevo.

 

— No quiero un nombre nuevo, lograré decirlo en algún momento y tal vez así pueda regresar a casa.

 

— Este es su hogar, donde habita su esposo.

 

— ¿Mi esposo? — Hablé sobresaltada.

 

— El rey Ingram, señora Ravenia.

 

— Yo no soy Ravenia, no la conozco, ni siquiera soy de este lugar... yo...

 

— Disculpe, mi señora, seguramente pronto recordará su nombre.

 

— No es que no lo recuerde, es que no puedo pronunciarlo expliqué.

 

La chica que había quedado de pie, cerca de la puerta, con otra bandeja de alimentos, se acercó a la mesa y la puso allí, tomando la de la comida anterior.

 

— Quisiera ver al rey, por favor — le dije antes de que se marchara.

 

— El rey no se encuentra en el castillo, ha regresado a la frontera.

 

— ¿Eso es muy lejos?

 

— Un poco, volverá en unos días.

 

— Cómo cuentan los días, todo el tiempo es de noche aquí.

 

— Bueno, ahora nos guiamos por intuición, pero no siempre fue así, el sol no volvió a salir luego de que usted... es decir, la señora Ravenia, se llevara la sortija de Médora.

 

— ¿La sortija de Médora?

 

— La que lleva puesta, mi señora. Al menos la tormenta cesó cuando fue traída de regreso, pero aún estamos a oscuras y... los diurnos siguen muriendo...

 

— ¿Los diurnos?

 

Ella me miró con confusión.

 

— Los que son como usted, señora. Ellos necesitan del sol para vivir.

 

— Entiendo.

 

— Con permiso.

 

— Espera, por favor, necesito zapatos.

 

— ¿Zapatos?

 

— Calzado la miré buscando sus pies y me di cuenta que iba descalza. Para proteger los pies…

 

— Los usamos para salir al exterior, se los traeré en cuanto el rey lo autorice.

 

La chica se fue y quedé llena de preguntas. ¿Por qué no usaban zapatos? Además, que era eso de la sortija… ¿Era mi culpa que la gente estuviera falleciendo? No, yo no robé el anillo, fue la tal Ravenia, la bruja. Lo más perturbador era que había personas muriendo, ¿sería verdad? ¿Cómo podía dejar de salir el sol por una simple joya?

 

Observé el anillo que ya no se mostraba oxidado y viejo, sino que era de oro y plata muy pulidos, y tenía una piedra de color verde oscuro, estaba grabado por completo con símbolos, que no eran runas ni tampoco jeroglíficos, tal vez alguna clase de escritura cuneiforme, pero no podía identificarla.

 

Me senté a comer, ¿qué podía ser lo que estuviera matando a los humanos? El sol sin duda era necesario para vivir, pero sin sol debería hacer mucho más frío, seguramente no era que no había, sino que estaba oculto tras las nubes, pues el cielo se veía turbulento cuando me hallaba colgada dentro de la jaula. Ellos estaban en guerra, tal vez sus enemigos habían lanzado algo a la atmósfera... aunque no parecía ser una civilización tecnológicamente avanzada...

 

Comí sin dejar de pensar en estas cosas, al concluir caminé por la habitación muchas veces, tendí la cama, me acosté, me levanté, me senté y cuando llegó la chica con la siguiente comida sentía que me volvería loca allí encerrada.

 

— ¿Hay aquí alguna biblioteca? Quisiera leer.

 

— La biblioteca está abajo, no creo que pueda ir allí sin autorización, pero puede visitar todas las instalaciones de este piso sin problemas.

 

— ¿Qué hay en este piso?

 

— Baños, cocina, masajes, juegos... habitaciones...

 

— Creo que luego de comer visitaré los baños — afirmé.

 

— Están a la izquierda, al final del pasillo. Si hace el mismo recorrido pero a la derecha, se encontrará con las cocinas, allí suelo estar, si me necesita.

 

Selenia sonrió antes de salir.




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