La Subasta Perfecta

4. Vendida por un millón de dólares.

¿Alguna vez habían sentido tal estado de resignación que se habían entregado directamente a la vida, a lo que el destino tenía preparado para ustedes a sabiendas de que era demasiado tarde ya para ir por el otro camino?
Pues yo sí. Justamente así me sentía en este momento, parada frente a aquel edificio donde exhiben a muchachas de mi edad o incluso más chicas que yo por el mero hecho de que hombres que a veces les doblaban la edad querían tener a alguien a su lado para que les sirvieran de compañía en sus noches más solitarias e hicieran con ellos Dios sabe qué.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo de tan solo pensar las aberrantes y horrosas cosas a las que ellas eran expuestas por el simple hecho de tener un cheque en sus manos al finalizar el mes.
¿Cuántas de ellas estaban allí porque no podían pagar sus estudios? ¿O porque no tenían otra manera de mantener a sus familias? ¿O porque debían pagar costosas cuentas de hospital y si no lo hacían la vida de un ser querido para ellas estaba en riesgo?
Mis ojos se llenaron de lágrimas al imaginar lo desoladas, incomprendidas y frágiles que debían de sentirse  y no pude evitar a la vez sentirme egoísta e incluso un poco egocéntrica y narcisista ya que la única razón por la que yo estaba haciendo todo esto era porque quería una nueva aventura para sumar a mi lista y tachar algo de ella.
Camine lentamente, diría que arrastrándome a la puerta principal donde un hombre moreno, alto y trajeado en un formal  y ceñido traje azul se me quedó viendo por un instante, observándome de arriba abajo.
—Nombre— inquirió mirando la lista que tenía entre sus dedos. Sus grandes dedos cubrían gran parte de la arrugada hoja y fue imposible no pensar en cuantas veces aquellos nudillos habían golpeado los rostros de algún que otro capullo que había querido pasarse de la raya con alguna de las chicas que aquí venían.
Déjenme decirles que si ese era el caso, y a pesar de mis prejuicios que podría llegar a tener sobre él, me caía bastante bien. 
—Athen...Athena Smith— respondí en un hilo de voz.
Dios. Tan patética podía llegar a ser. Sentía que era una pequeña niña, asustada mientras estaba parada frente a un enorme perro que no hacía más que mostrarle los dientes, esperando que ella diera un paso en falso para clavarlos en su delicada piel.
Había sido yo quien había tomado la decisión de venir hasta aquí, yo elegí exponerme a todo esto, entonces porque me costaba tanto mostrarme tan determinada ahora como lo hice en el instante en que quise venir acá.
— ¿Es la primera vez que vienes por aquí?—pregunto burlonamente, como disfrutando de mi nerviosismo, dando hasta la impresión de que podía oler mi miedo.
Me limite a asentir, moviéndome de un lado al otro en mi lugar sin saber que más agregar a ello.
—Bien— se dio media vuelta y busco algo en el atril que estaba detrás suyo—Llena estos papeles y necesitaré que me entregues tu curriculum para que pueda ser leído en voz alta cuando subas al escenario—aseguro estirando la mano para que yo colocara el folio en ella.
Abrí mi bolso y lo saque de dentro del mismo, haciendo rápidamente el intercambio.
—Puedes sentarte allí—sugirió apuntando hacia un sofá que se encontraba a escasos centímetros de donde yo estaba.
—Gr...Gracias— balbucee y quise por un segundo golpearme a mí misma. 
¿Cómo era posible que me costase tanto decir una frase cuerda o al menos bien formada?
Pasé una mano por mi cabello y suspire al colocar el contrato sobre mis piernas. Piernas que no paraban de tiritar, sacudiéndose en todas las direcciones, dificultando la tarea sencilla de leer y firmar aquel acuerdo a través del cual me entregaría a mí misma a un extraño.
Repase con la vista lo que estaba escrito en él. Este empezaba así.


El solicitado…………………………… accede a cumplir con las siguientes reglas y condiciones impuestas por el solicitante …………………………………….

Debe dirigirse a este con sumo respeto, y tiene terminantemente prohibido cometer algún acto de rebeldía. En el caso de que este ocurra será el comprador quien decida de qué manera la castigará.
Es su deber acompañarlo a galas beneficias, actos de inauguración, conciertos, reuniones importantes, como su cita y si él lo quiere puede insinuar que ella es su novia, prometida o incluso esposa.
La solicitada debe  ejercer la función que el solicitante le otorgue, ya sea su secretaria, su mucama, o su niñera.
Debe ser sumisa, dedicada y entregada a la persona que la compro.
Y por último y principal, el acuerdo acabará en un año.

............            

Firma de la
solicitada.

...........

Firma del 
solicitante.

IMPORTANTE: Recuerde que al acudir como solicitante ya accedió a formar parte de esto por lo que no tiene otra alternativa más que firmar dónde se le indica. De manera contraria tendrá que afrontar una demanda millonaria e incluso podría enfrentar meses en la cárcel. Una vez firmados, entregarlos por favor al guardia de la entrada.

 

Mis ojos que antes estaban anegados de lágrimas ahora se abrieron de platos.

¿Estaban insinuando con esto que no tenía otra opción que entregarme a esto o de otra manera terminaría en la banca rota o presa?

—Smith— llamo el hombre desde la puerta, inclinando su cabeza hacia mí para localizarme.

Me gire a verlo y en su mirada pude leer la impaciencia que generaba en él. Estaba segura de que otras en mí lugar posiblemente habrían llenado estos papeles sin dudarlo, pero yo no era ellas y estaban teniendo serios problemas al aceptar que estos podrían ser mis últimos minutos de libertad.

Me acerque a él con el temor agarrotando cada hueso de mí cuerpo.

— ¿Ya está firmado?

—S... Si señor— contesté cabizbaja.

—Perfecto. Entra allí, haz la fila y en un minuto te llamaran al escenario.

—Genial— masculle adentrándome en ese antro.




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