La Subasta Perfecta

5."Eres su propiedad ahora"

Cuando nací si bien sabía que estaba al tanto de que tenía una etiqueta invisible que determinaría que sería de mi jamás creí que también mi  vida tendría un precio.

Y ahora había sido vendida por un millón de dólares a un completo desconocido. Uno al que ni siquiera había podido ver a la cara debido a la oscuridad que rodeaba y caracterizaba el lugar.

Al parecer se tomaban muy en serio todo esto del “secretismo” y de mantener oculta las identidades de los compradores hasta que el hecho se concretara.

Y aquí me tenían a mí, a tan solo unos segundos de enterarme de quien se trataba, quien había sido el amable caballero, nótese el sarcasmo, que había comprado mi libertad por esa cuantiosa cantidad de dinero.

Sin embargo era consciente de que ya no había manera de darle marcha atrás a todo esto. Mi destino estaba sellado y no ganaría nada al luchar contra él, tenía que aceptarlo, abrazarlo y buscarle el lado positivo a esta situación en la que yo sola me había metido.

O al menos con ese pensamiento me fui a dormir esa noche

Pero cuando el sol sale por la mañana, atraviesa la ventana y golpea tu rostro sin piedad, las cosas se veían con mayor claridad y fue allí donde realmente el miedo, el temor y el pánico me invadieron sin piedad.

¿Qué demonios había hecho? ¿Por qué rayos había creído que ir hasta allí sería una buena idea? ¿En que estaba pensando?

Ahora tenía que pasar  un año al lado de esta persona que no conocía, quien podría ser un psicópata o uno de los hombres más maravillosos que había encontrado en este asqueroso mundo.

Supongo que solo el tiempo diría y tendría que hacer de tripas corazón. Sabía que era valiente, que podría con todo y cuando todo acabara no sería más que un buen recuerdo o una valiosa lección.

Mientras debatía eso, Kal llamó a mi puerta.

—Knock, knock — canturreó en tono alegre desde el otro lado.

Me senté en la cama y pasé una mano por mi cabello, intentando que se viera lo más decente posible.

Sabía que si no lo hacía, buscaría un apodo que ponerme y lo repetiría por toda la semana. Algo así como “pájaro loco” o una cosa similar. Y para ser completamente sincera no estaba de humor para aguantar esas cosas, los nervios me estaban comiendo por dentro y posiblemente terminaría diciéndole cosas que no quería, hiriendo sus sentimientos.

Me conocía lo suficientemente bien como para saber que no era la persona más amable cuando me encontraba en aquel estado.


— ¿Quién es?— respondí de la misma manera.

La puerta se abrió y entró el cargando con una bandeja donde cuidadosamente había depositado el desayuno.

— ¿Alguna vez te he dicho que el día de mañana harás muy feliz a tu esposa? Claro, tras años juntos sigues siendo así de atento como lo eres conmigo.

—Seré así  e incluso más. Me desharé en halagos, en detalles, haré todo lo que esté a mi alcance para hacerle saber cuánto la amo y cuan feliz me hace. No quiero que en ningún momento, ni por ningún minuto piense que ya no hay interés de mi parte hacia  ella o que ya no siento lo mismo. Prefiero morir antes de que suceda ello.

Mi corazón se estrujo al escuchar sus palabras. Si bien en el último tiempo me había apartado de la idea del amor y había dejado de “idealizarlo y romantizarlo” oír cosas así me hacía creer que no todo estaba perdido y que si tenía suerte, algún día yo también encontraría a mi Kalley.

—Wow, estoy… Conmovida— confesé con la voz estrangulada— Seguramente ella será tan feliz a tu lado que ni siquiera esos pensamientos se cruzaran por su mente. En ningún instante.

—Lo sé—admitió dejando la bandeja  cuidadosamente sobre la cama, dejándola entre los dos— Ni siquiera yo puedo creer que haya encontrado a mi alma gemela y que vaya a envejecer a su lado. Es un sueño. Un sueño hecho realidad—agregó con una sonrisa que iba de oreja a oreja.

—Pues, te lo mereces, querido—sentencie colocando una mano sobre su hombro—No has hecho más que hacer las cosas bien y al fin el universo te está dando lo que mereces.

Nada más que amor, dicha y felicidad. En cuanto a mí...

Dejé la frase ahí, incompleta, colgando en el aire a la espera de que mi amigo la terminase.

—En cuánto a ti nada más que cosas buenas te esperan— aseguro sirviéndome jugo—Ahora, come— ordenó colocando el plato frente a mí.

— ¿Cómo estás tan seguro?— inquirí mordisqueando una de las uvas que descansaban sobre el panqueque recién hecho.

—Porque por algo lo sé, tu no harías nada si no estuvieses segura de que es lo que quieres aunque a veces te tome más tiempo de lo normal asimilarlo o aceptarlo— se me quedo viendo— Espera, ¿no habrás cambiado de idea?— susurro en voz baja acercándose a mí.

Casi daba la impresión de que alguien más nos escuchara lo que era absurdo ya que nosotros éramos las únicas personas allí. En esa habitación, en esa casa.

—Por... ¿Por qué?—balbucee.

—Porque sería un mal momento para decirte que hace una hora atrás cuando estaba haciéndote el desayuno llamaron a nuestra puerta y al abrirla me encontré con el chico del delivery y traía consigo... Esto— tomó un ramo de peonías que descansaba en su bolsillo trasero.

Mi boca se abrió de par en par. Aquellas flores eran sumamente hermosas como costosas y a no ser que él hubiese decidido gastar parte de sus ahorros en regalarme algo para premiarme por mí enorme acto de valentía al ir a aquella subasta, pues no tenía idea de quién podía ser.

—No deberías haberte molestado— exclame y lleve una mano a mí corazón en un gesto híper dramático— ¿Cómo supiste que eran mis favoritas?— mentí.

Él soltó una carcajada y acomodó las flores sobre mí regazo.

—Muy graciosa. Cómo bien sabes por mucho que mí aprecio hacia ti sea enorme, no podría comprarte algo así sin gastar la mitad de mí mensualidad, así que lamento desilusionarte si pensaste que venían de mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.