La sustituta

Capítulo 10

Durante horas, Milagro escuchó los relatos del señor Alejandro sobre su hijo Leonardo y su esposa Luz. A ella esos relatos la llenaban de alegría y felicidad, e imaginando que era la historia verdadera de sus padres biológicos. Cada una de las historias narradas con tanto amor por Alejandro, eran como un alimento para el alma de la joven solitaria que por mucho tiempo ha vivido sin el amor de sus padres.

Ella, al llegar a la ciudad de Los Olmos, ha decidido buscar sus raíces, pero ahora metida en esta situación, se le va a hacer un poco difícil o tal vez sea la oportunidad para alcanzar ese sueño tan anhelado.

La joven emocionada agarró las manos del anciano y con los ojos brillante de emoción y lo miró.

—Abuelito, cuéntame más de mis papás — dijo ella con los ojos grandes y preciosos, llenos de luz y vida.

El viejo solamente río emocionado al ver esos ojitos verdes brillar y de pronto vio aquella marca en el cuello. Era algo que se le hizo tan familiar, sobre todo en su familia.

— ¿Qué te pasó en el cuello? ¿Fue por un accidente? — le preguntó lleno de curiosidad

De manera instintiva, la joven se llevó la mano al cuello y tocó aquel lunar que tenía forma de media luna.

—Esto es un lunar de nacimiento. Aunque mi mamá me cuenta que el cordón umbilical se me enrolló en el cuello y cuando trataron de sacarme me maltrató— sonrió con cierta tristeza en sus ojos que para Alejandro no pasó desapercibida—. Que solo es maltrato, bueno, eso dice mi mamá.

La voz de la chica sonaba bastante triste al saber que Estela nunca ha sido su madre. Pero una mujer que ama a su hija, no permite que su padrastro la abuse de ella. Entonces esa mujer no tiene el derecho de ser llamada madre. Por eso, y por otros detalles, Milagro sospecha que ella no es hija biológica de Estela, como se lo han hecho creer.

Alejandro tragó con fuerza. Esa fue un error que ellos cometieron, decirle a la prensa sobre esa marca de nacimiento en forma de media luna, y la prensa lo comunicó al público sobre la nieta desaparecida. Y todo fue un caos total.

Ahora su corazón a pesar de estar feliz también siente cierta desconfianza ante aquella bella joven y sobre todo la intención de su ahijado.

—Creo que ya me voy a acostar. Ya es bastante tarde — dijo él, mirando por la ventana el hermoso jardín—. Tú sabes que si me excedo mucho, entonces me volverá el cansancio y después no me dejarán salir de este lugar.

La joven miró, y siguió la mirada del viejo, y se dio cuenta de que estaba bastante oscuro. Toda la tarde se la pasó hablando con el hombre que no se dio cuenta de que había anochecido.

—Claro que sí, abuelito. Ven y te ayudo — le dijo empujando la silla de ruedas hasta el baño donde él se lavó los dientes y ese refresco, luego lo ayudó a subir a la cama, acomodó sus sábanas y la almohada.

—Descansa, abuelo— le dio un beso en la frente.

Cada gesto o atención era de manera genuina y lo entregaba todo porque sentía que ese hombre merecía ese cariño. Ella apagó la luz de la habitación y se acostó en el sillón que había en la habitación.

Estaba pensativa en sus propios problemas cuando de pronto una mano le tocó el hombro y ese sobresaltó.

—¡Ay, me asustaste!, Jason — dijo ella en voz bajita.

—Las órdenes del señor Lombardo son que la lleve al Penthouse – le dijo voz baja.

—No, yo me pienso quedar con mi abuelito — dijo ella, pensativa en que debía mantenerse al lado del anciano.

—Pero usted aún no ha cenado. ¿Le traigo algo para que cene? — Él la miró.

—No, gracias. No hay necesidad de que se moleste con eso— dijo ella bastante nerviosa. En ese mismo momento se escuchó un gran tropel en el estómago de la joven. Parecía un campo de batalla donde todos gritaban al mismo tiempo, ¡comida!

Jason sonrió de medio lado y ella se sonrojó.

—Al parecer tu estómago piensa una cosa y tu cabeza a otra. No me demoro, espérame en el pasillo, ya traigo algo de comer —dijo él de manera autoritaria.

Rato después, los dos sentados en el pasillo comían pollo frito con papas y charlaban de cosas comunes.

Al terminar, la joven lo miró con los ojos llenos de angustia. Había recordado algo tan importante y necesitaba solucionarlo pronto.

—Jason, le puedo pedir un favor – ella habló con la voz dulce y candorosa.

Jasón la miró a los ojos y sintió que se estremecía de placer con aquella mirada cálida y tierna. Él, es un hombre profesional y sabe lo que tiene que hacer, pero no puede mandar en sus sentimientos, y ella poco a poco se ha metido dentro de él. Ella está desbordar algo que jamás pensaba que sentiría por una mujer.

— ¡Claro! Lo que tú necesites— dijo mostrando confianza. Aquella charla los había unido más.

—Lo que pasa es que dejé a mi gata Micha. ¿Tú la puedes cuidar hasta que regrese?

— ¿Tienes una gata en el Penthouse? —dijo él sonriendo. Estaban prohibidas las mascotas, especialmente por el señor Lombardo.

—Sí, siempre la cargo conmigo, pero como venía para una clínica no me atrevía a traerla. ¿Podrías, por favor, cuidarla?

Él sonrió al ver la nobleza de aquella mujer.

—¡Tranquila! Yo cuido de tu mascota – le dijo con una sonrisa.

Ella le agarró la mano agradecida sin saber que ese gesto de cariño haría que el sentimiento de él crezca más.

—Muchas gracias y no sabes cuánto te agradezco que me ayudes con mi gata, es lo único que yo tengo en esta vida.

Jason tragó con fuerza.

—No te preocupes, la trataré como si fuera mi propia hija – le dijo con burla y le sonrió para tranquilizar a la joven.

— ¡Ella es muy traviesa! — advirtió la joven.

—Hay hijos que son bastante traviesos— él recogió los contenedores de comida y se levantó.

La joven se echó a reír bajito cuando él dijo esas palabras.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué te ríes? — preguntó lleno de curiosidad y feliz al verla cómo ella sonreía. Desde que había llegado a la clínica, la mujer se había mostrado tensa y su rostro adusto debido a la preocupación.




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