La luz de la luna apenas iluminaba las estrechas calles de Londres, donde los ladrillos húmedos por la reciente lluvia despedían un brillo tenue. Katrina Morelli caminaba con la confianza de quien conoce su territorio a la perfección. Su chaqueta de cuero negro y las botas altas resonaban en el pavimento mientras se deslizaba hacia su próximo destino: un pequeño café en un barrio tranquilo, alejado de las miradas curiosas. Había llegado el momento de tomar la iniciativa.
Entró al local y eligió una mesa en el rincón más discreto, con vista a la entrada. Sacó su teléfono y revisó los mensajes encriptados que había recibido. Uno, en particular, le interesaba: una oferta por un cuadro valioso que recientemente había desaparecido de una galería en París. Pero no era solo eso. Sabía que aceptar ese trato significaba que Thomas Warren seguiría de cerca sus movimientos, y aunque era peligroso, no pudo evitar sentirse intrigada por la idea de enfrentar nuevamente al agente.
La puerta del café se abrió, y Katrina levantó la mirada. Thomas entró, vestido con su característica chaqueta oscura y el ceño fruncido. Su sola presencia llenó el espacio de una tensión palpable. Él la había rastreado, como siempre. Pero ella estaba preparada para este encuentro.
—Puntual, como esperaba —alardeó Katrina mientras Thomas se acercaba a su mesa.
—Siempre estoy un paso detrás de ti, Morelli, pero nunca lo suficiente para perderte de vista —respondió él con un tono seco, sentándose frente a ella sin esperar invitación.
—¿Debería sentirme halagada? —preguntó ella con una sonrisa juguetona mientras giraba su taza de café entre las manos.
Thomas no respondió de inmediato. Sus ojos azules la estudiaban con detenimiento, buscando grietas en su fachada. Pero, como siempre, Katrina mantenía su expresión serena, segura de sí misma. Finalmente, él se inclinó ligeramente hacia adelante.
—¿Por qué estás aquí? —cuestionó, directo al grano. Katrina arqueó una ceja, divertida.
—¿Y tú? —replicó con un leve tono burlón—. ¿Por qué estás aquí, Thomas? Podrías estar en tu oficina, rodeado de papeles y fotografías mías, tratando de descifrar cómo atraparme. Pero, en cambio, estás frente a mí, en este lugar tan… íntimo.
—No juegues conmigo, Katrina. Sabes que no estoy aquí por casualidad. —Thomas apoyó las manos sobre la mesa, sin apartar la mirada de ella.
Katrina sonrió ampliamente. Le gustaba cómo él siempre intentaba controlar la situación, aunque era evidente que la dinámica estaba lejos de estar a su favor.
—Tienes razón —admitió ella finalmente, levantando su taza de café para dar un pequeño sorbo—. Te cité aquí porque quería verte. —Thomas frunció el ceño. La franqueza de Katrina lo descolocó, pero no lo suficiente como para bajar la guardia.
—¿Y qué planeas ganar con esto? —preguntó con suspicacia.
—Un poco de conversación, quizás. Una tregua temporal. ¿Te parece tan extraño que quiera hablar contigo? —Katrina dejó la taza sobre la mesa y apoyó un codo en el respaldo de su silla, mirándolo con genuino interés. Thomas cruzó los brazos, escéptico.
—Tú no haces nada sin un motivo. Así que dime, ¿qué es lo que realmente quieres? —Katrina dejó escapar una risa suave.
—Ah, Warren… Siempre tan predecible. Muy bien, si insistes, iré al grano. —Se inclinó hacia él, reduciendo la distancia entre ambos—. Quiero saber qué tan lejos estás dispuesto a llegar para atraparme.
La pregunta, directa y desafiante, hizo que Thomas apretara los labios. Por un momento, el silencio entre ellos fue casi tangible, roto solo por el suave murmullo de las conversaciones de fondo en el café.
—Haré lo que sea necesario —respondió finalmente, con firmeza—. No creas que puedes manipularme.
—¿Manipularte? —repitió Katrina, fingiendo sorpresa—. Oh, Thomas, no necesito manipularte. Tú mismo ya estás atrapado en mi red, y ni siquiera lo sabes. —Thomas se inclinó hacia adelante, reduciendo aún más la distancia entre ellos.
—¿Eso crees? —su voz era un susurro bajo, cargado de tensión—. ¿Crees que no veo a través de tus juegos? —Katrina sostuvo su mirada sin titubear.
—Creo que ves exactamente lo que quiero que veas. Y eso es lo que más te irrita, ¿verdad? —Thomas se recostó en su silla, evaluándola. Había algo en ella que lo desconcertaba, algo que no podía controlar. Pero no podía permitirse perder el enfoque.
—¿Sabes qué es lo que realmente me irrita, Morelli? —dijo finalmente, en un tono más relajado, casi burlón—. Que tú pienses que siempre vas a ganar.
—¿Y no lo haré? —replicó Katrina, ladeando la cabeza como un ave curiosa.
—No si puedo evitarlo. —Thomas sonrió por primera vez, una sonrisa que no alcanzó sus ojos, pero que reflejaba su determinación.
Katrina lo observó en silencio durante unos segundos, luego se levantó de la silla con un movimiento fluido. Thomas también se puso de pie, pero ella levantó una mano, indicándole que no se moviera más.
—Esta ha sido una conversación interesante, Warren. Pero el juego sigue, y yo siempre disfruto tener la ventaja. —Katrina se giró hacia la puerta, pero antes de salir, lanzó una última mirada por encima del hombro—. Nos veremos pronto. Estoy segura de ello.
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Editado: 21.12.2024