La Tentación del Cazador

11. El Juego de la Araña

La noche se cernía sobre Londres con un frío húmedo que empapaba los adoquines de las calles. Thomas Warren observaba el tablón de corcho en su pequeña oficina temporal, donde había agregado una nueva foto: la entrada trasera del Mercado de Camden, capturada por las cámaras de seguridad.

Aunque había perdido a Katrina en el laberinto de callejones, el rastro que dejó no era tan limpio como ella probablemente pensaba. Su compañero, Leo, entró con dos cafés y un sobre en la mano.

—Buenas noticias. —Dejó los cafés sobre el escritorio y agitó el sobre en el aire—. La policía local encontró algo en la salida sur del mercado. Una chaqueta. Sospechamos que es de nuestra amiga Morelli. Thomas levantó una ceja mientras tomaba el sobre.

—¿Y qué creen que eso nos da? —Leo se encogió de hombros.

—Es un comienzo. Tal vez haya algo en los bolsillos. O algún rastro que podamos usar.

Thomas abrió el sobre y sacó la chaqueta. Era de cuero negro, elegante pero funcional, el estilo que Katrina solía usar. Revisó los bolsillos con cuidado y encontró una tarjeta plegada. En su interior, había un número escrito a mano, junto con las iniciales B.L.

—¿Un contacto? —preguntó Leo, inclinándose para ver. Thomas asintió.

—Es probable. O tal vez una trampa. Con ella, nunca se sabe. —Leo sonrió.

—Eso es lo que te gusta, ¿verdad? Nunca saber qué vendrá después. —Thomas lo fulminó con la mirada, pero no respondió. En lugar de eso, guardó la tarjeta en su bolsillo y se puso de pie.

—Voy a seguir esto. Quédate aquí y mantén los ojos en las cámaras. Si Morelli aparece, quiero saberlo. —Leo lo miró con una mezcla de admiración y frustración.

—¿Vas solo otra vez? ¿Qué te hace pensar que esta vez será diferente?

—Porque esta vez no la voy a dejar escapar —respondió Thomas, su tono más decidido que nunca.

Katrina estaba en un café pequeño y apartado, cerca del río Támesis. Llevaba una peluca castaña y lentes grandes que ocultaban sus rasgos, pero sus ojos estaban atentos a cada movimiento en el lugar. Bernard estaba sentado frente a ella, comiendo un pastel de carne sin mucho entusiasmo.

—¿Qué demonios pasó en Camden? —preguntó Bernard, dejando el tenedor sobre el plato—. Ese tipo estaba demasiado cerca. —Katrina tomó un sorbo de su té antes de responder.

—Thomas Warren no es como los demás. Es persistente. Pero no me atrapará. —Bernard resopló.

—Estás jugando con fuego, Katrina. Ese hombre no va a parar hasta que te tenga. Y si sigues dejándole pistas, le estás facilitando las cosas. —Ella lo miró con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—No es tan sencillo. Este juego es tan suyo como mío. Él quiere atraparme, y yo quiero demostrar que no puede. —Bernard negó con la cabeza.

—Deberías salir de Londres. Dejar este lugar atrás por un tiempo.

—No puedo. —Katrina sostuvo su mirada—. Hay algo que necesito terminar aquí.

—¿El cuadro? —preguntó Bernard, bajando la voz.

Ella asintió, pero no dijo nada más. Sabía que Bernard tenía razón en parte, pero no podía abandonar el juego, no aún.

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Thomas estaba estacionado frente a un bar en el barrio de Shoreditch, el único lugar relacionado con las iniciales B.L.. Era un sitio discreto, con luces tenues y música suave filtrándose por las ventanas. Encendió su radio y habló con Leo.

—Estoy en el lugar. No hay señales de actividad sospechosa.

—Ten cuidado, Warren. Si ella está allí, podría no estar sola. —Thomas apagó la radio y entró al bar. El ambiente apestaba humo de cigarro y conversaciones en voz baja se escuchaban por doquier. Se dirigió a la barra y pidió un whisky, manteniendo los ojos en el lugar.

En una mesa del fondo, una figura conocida llamó su atención. Era Bernard, el hombre que había estado con Katrina en varias de sus operaciones. Estaba solo, revisando un pequeño cuaderno de notas. Thomas tomó su vaso y se acercó con calma.

—¿Puedo sentarme? —preguntó, con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Bernard levantó la vista, sorprendido, pero rápidamente compuso su expresión.

—No suelo compartir mesa con desconocidos.

—No soy un desconocido. —Thomas se sentó de todos modos, colocando el vaso sobre la mesa—. Thomas Warren, FBI. Estoy seguro de que has oído hablar de mí. —Bernard rió suavemente.

—Ah, sí. El hombre obsesionado con Katrina Morelli. ¿Qué quieres? —Thomas lo miró fijamente.

—La verdad. Sé que trabajas con ella. Sé que estuviste en Camden. Solo quiero saber a dónde fue después. —Bernard negó con la cabeza, sin perder su calma.

—No sé de qué hablas. —Thomas se inclinó hacia él.

—Mira, sé que ella no confiaría en ti si supiera que estás aquí hablando conmigo. Pero podemos hacer esto de la manera fácil o la difícil. —Bernard lo miró en silencio por un momento antes de responder.

—No sé dónde está. Pero si lo supiera, no te lo diría. —Thomas suspiró, sacando una foto de Katrina de su bolsillo y colocándola sobre la mesa.

—Ella es buena, lo admito. Pero todos tienen un punto débil. ¿Cuál es el suyo? —Bernard miró la foto por unos segundos antes de apartar la mirada.




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