La Tentación del Cazador

15. Ayuda

El zumbido de las sirenas en la distancia parecía lejano, pero para Katrina Morelli, ese sonido era un recordatorio constante del peligro que la acechaba. Apenas había logrado salir de la mansión con Thomas a su lado, ambos envueltos en una atmósfera llena de desconfianza y tensión.

Se encontraban en un callejón oscuro, bajo la luz parpadeante de un viejo farol. Katrina revisaba su mochila, asegurándose de que los documentos que había robado estuvieran intactos, mientras Thomas mantenía la vista fija en la entrada del callejón, alerta a cualquier movimiento.

—¿Vas a seguir mirándome como si fueras mi niñera? —preguntó Katrina con sarcasmo, sin levantar la vista.

—Tal vez porque estoy tratando de entender por qué demonios sigo ayudándote —respondió Thomas, cruzando los brazos. Su tono era severo, pero sus ojos mostraban una mezcla de frustración y curiosidad. Katrina cerró la mochila con un tirón y se levantó, enfrentándolo.

—¿Por qué no me arrestas, entonces? —Su voz era desafiante, pero había una leve chispa de vulnerabilidad escondida detrás de su máscara. Thomas la miró por un momento antes de responder, su mandíbula apretada.

—Porque necesito respuestas. Y porque, por alguna razón, siento que puedes ser más que esto. —Katrina soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza.

—No me vengas con discursos de redención. No soy una de esas criminales que busca un salvador.

—No estoy tratando de salvarte, Katrina —respondió Thomas con un tono firme, dando un paso hacia ella—. Pero estoy empezando a creer que hay algo más detrás de tus robos, algo que no quieres admitir.

—¿Ah, sí? ¿Y qué crees que es? —replicó ella, levantando una ceja.

Thomas la observó en silencio, tratando de leerla, de descifrar los muros que ella había levantado alrededor de sí misma. Pero antes de que pudiera responder, un ruido metálico al fondo del callejón los puso en alerta. Katrina dio un paso hacia atrás, colocando su mano instintivamente sobre un cuchillo oculto en su bota.

De la penumbra surgió un hombre alto y robusto, con una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda. Vestía un abrigo negro largo y caminaba con una confianza inquietante.

—Vaya, vaya. Si no es mi querida Katrina Morelli —dijo el hombre con una sonrisa ladeada—. ¿Y quién es tu nuevo amigo?

—Frederick —escupió Katrina, con veneno en su voz —. Pensé que estabas demasiado ocupado estafando a viejas indefensas como para seguirme.

—Siempre tengo tiempo para ti, querida. Después de todo, todavía tenemos asuntos pendientes. —Sus ojos se clavaron en los de ella, ignorando deliberadamente a Thomas. Thomas avanzó un paso, interponiéndose entre Katrina y Frederick.

—¿Quién eres tú? —preguntó, su voz fría y calculadora. Frederick lo evaluó con una mirada burlona antes de responder.

—Solo un viejo amigo. Aunque parece que tú y yo no vamos a llevarnos bien, agente del FBI. —Katrina apretó los dientes, maldiciendo internamente.

Frederick no solo era un peligroso estafador y ladrón, sino también alguien que conocía demasiado sobre ella. Su presencia no solo complicaba la situación, sino que la ponía en un riesgo mayor.

—¿Qué quieres, Frederick? —preguntó ella, tratando de mantener la calma.

—Lo mismo de siempre, Katrina. Tu ayuda. Hay una pintura que necesito, y tú eres la única con las habilidades necesarias para conseguirla.

—No estoy interesada —respondió ella, cortante. Frederick dio un paso más cerca, su tono se volvió amenazante.

—No creo que estés en posición de negarte. Especialmente con él aquí. —Señaló a Thomas con un gesto de la cabeza—. ¿Sabes lo fácil que sería para mí entregarte, Katrina? Una llamada, y estarías esposada en cuestión de minutos. —Thomas intervino, su postura rígida y lista para cualquier enfrentamiento.

—No creo que estés en posición de amenazarla. —Frederick soltó una carcajada seca.

—¿Y qué harás, agente? ¿Arrestarme? Buena suerte explicando por qué estabas aquí en primer lugar. —Katrina aprovechó el momento de distracción para sacar su cuchillo y apuntarlo hacia Frederick, sus ojos brillando bajo la luz de aquel farol.

—No me amenaces, Frederick. Sabes que no dudaré en hacer lo necesario para protegerme. —Frederick levantó las manos en un gesto de falsa rendición, pero su sonrisa burlona no desapareció.

—Tranquila, querida. Solo estaba bromeando. Pero si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme. —Se giró para marcharse, pero se detuvo un momento—. Oh, y un consejo: cuida tus espaldas. Nunca sabes quién podría apuñalarte. —Con esas palabras, desapareció en la oscuridad. —El silencio se instaló en el callejón, interrumpido solo por el distante sonido del tráfico. Katrina guardó el cuchillo y suspiró, dejando caer los hombros.

—Eso fue… interesante —comentó Thomas, rompiendo el silencio.

—Frederick siempre es interesante. —Katrina se cruzó de brazos, mirando hacia donde el hombre había desaparecido—. Y siempre es un problema. —Thomas se acercó, bajando la voz.

—¿Por qué no me dijiste que alguien como él estaba detrás de ti? —Katrina lo miró, su expresión endurecida.

—Porque no es tu problema, Thomas. Esto no es algo que puedas resolver con tu placa y tu moral de policía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.