La Tentación del Cazador

19. Trampa

El aire frío de la noche envolvía las calles de Londres mientras Katrina y Thomas se movían con cautela por los callejones traseros del club. La caja que habían recuperado estaba asegurada en una mochila que Thomas cargaba sobre su espalda. A pesar del éxito inicial de su plan, ambos sabían que no estaban fuera de peligro.

—¿Tienes un lugar seguro donde podamos analizar esto? —preguntó Thomas en un susurro, girándose para mirar a Katrina. —Ella asintió, ajustándose el abrigo.

—Un piso en Chelsea. Lo uso como refugio cuando las cosas se complican. Nadie sabe que existe.

—Eso espero, porque Frederick nos seguirá como un sabueso —murmuró Thomas, sus ojos escaneando las sombras a su alrededor.

—No subestimes mi habilidad para desaparecer, agente. —Katrina le lanzó una mirada de suficiencia—. Pero ahora, mantén el paso. Quiero llegar antes de que nos intercepten.

La caminata hasta el piso transcurrió en silencio. Al llegar al edificio, Katrina condujo a Thomas a través de una entrada lateral, evitando cualquier tipo de cámara o testigo. Subieron dos pisos y entraron en un pequeño apartamento decorado con un estilo minimalista. La estancia principal era acogedora, con un sofá gris, una mesa de centro y una lámpara de pie que emitía una luz cálida.

—Pon la caja sobre la mesa —ordenó ella, quitándose el abrigo. Thomas obedeció, dejando la mochila con cuidado.

—¿Qué crees que hay dentro? —preguntó, observando cómo Katrina sacaba herramientas de un cajón.

—Algo lo suficientemente importante como para que Frederick estuviera dispuesto a pagar seis millones de libras —respondió ella, empezando a manipular el candado de la caja.

—¿Y si es una trampa? —Thomas cruzó los brazos, su tono lleno de desconfianza. Katrina lo miró con una sonrisa irónica.

—¿Te preocupa eso ahora? ¿Después de que robamos esto en una subasta llena de criminales? —Thomas no respondió, pero sus ojos permanecieron fijos en los movimientos de Katrina mientras ella trabajaba con precisión para abrir la caja. Tras varios minutos, un suave "clic" indicó que el candado había cedido.

Ambos se inclinaron hacia adelante mientras Katrina levantaba la tapa. Dentro de la caja había una carpeta negra con la etiqueta "Confidencial", junto con un pequeño dispositivo USB.

—Esto no tiene pinta de joyas o pinturas robadas —comentó Thomas, frunciendo el ceño.

—Eso significa que tiene aún más valor. —Katrina tomó la carpeta y la abrió, revelando una serie de documentos.

Los dos comenzaron a revisar el contenido, sus expresiones volviéndose más serias a medida que avanzaban.

—¿Son...? —Thomas dejó la frase inconclusa, pasando las páginas rápidamente.

—Información clasificada de empresas, gobiernos... Esto podría hundir a gente muy poderosa —murmuró Katrina, sus ojos brillando con interés. Thomas dejó caer los papeles sobre la mesa, apoyando las manos en su cintura.

—Esto es dinamita. Si Frederick consigue esto, puede chantajear a medio mundo.

—Por eso no podemos permitirlo. —Katrina cerró la carpeta de golpe—. Pero no significa que no podamos sacar algo de esto. —Thomas la miró con una mezcla de incredulidad y enfado.

—¿Estás diciendo que quieres usarlo para tu propio beneficio?

—No, estoy diciendo que podríamos negociar nuestra salida de este lío. —Katrina se cruzó de brazos—. No todo el mundo juega con las mismas reglas, agente. —Thomas iba a responder, pero un sonido sordo desde el exterior lo hizo callar.

Ambos se quedaron inmóviles, sus oídos atentos. Otro golpe, esta vez más fuerte, provenía de la entrada del apartamento.

—Nos encontraron —susurró Katrina, tomando rápidamente la caja y escondiéndola bajo el sofá.

Thomas sacó su arma de la funda, moviéndose hacia la puerta.

—Quédate detrás de mí.

—Ni en tus sueños —respondió ella, sacando un cuchillo pequeño de su bolso.

La puerta se abrió de golpe, y dos hombres armados irrumpieron en el apartamento. Katrina y Thomas reaccionaron al instante. Thomas disparó un tiro al aire, obligando a los intrusos a cubrirse, mientras Katrina se deslizó hacia un lado, lanzando su cuchillo con precisión y desarmando a uno de ellos.

—¡Dame apoyo! —gritó Thomas, enfrentándose al segundo hombre.

Katrina no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Se lanzó sobre el primero, usando movimientos rápidos y letales para inmovilizarlo. Mientras tanto, Thomas derribó al segundo con un golpe en la mandíbula, dejando a ambos intrusos inconscientes en el suelo.

—¿Son de Frederick? —preguntó Thomas, respirando con dificultad. Katrina revisó el bolsillo del hombre que había derribado, sacando una credencial.

—Sí. Pero no eran solo matones cualquiera. Son sus mejores hombres.

—Entonces no tenemos mucho tiempo. —Thomas se giró hacia la caja—. Necesitamos salir de aquí antes de que lleguen más. —Katrina asintió, recogiendo rápidamente los documentos y el USB. Sin embargo, cuando se disponían a salir, otro golpe sacudió la puerta trasera del apartamento.




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