La Tentación del Cazador

20. Tentación

La noche en Londres estaba más oscura de lo normal. El frío calaba hasta los huesos, pero ni la temperatura ni la tensión entre Katrina y Thomas parecían disminuir. Estaban en el pequeño apartamento, el aire denso de adrenalina aún flotaba entre ellos mientras observaban la pantalla del portátil, donde los archivos comprometidos brillaban con la promesa de una venganza y una huida.

Katrina se movió rápidamente hacia el pequeño bar que se encontraba en un rincón del salón, sirviéndose una copa de vino con gestos rápidos y mecánicos. Thomas observó cada uno de sus movimientos, notando la precisión con la que todo parecía ejecutarse. Era como si la mujer frente a él ya estuviera acostumbrada a manejar situaciones de este calibre, pero algo en sus ojos delataba un cansancio invisible, una fatiga que no se podía esconder.

Katrina había cerrado el ordenador portátil con firmeza después de haber leído los archivos una y otra vez, pero no podía evitar que su mente siguiera funcionando a mil por hora. Sabía que todo esto era solo el comienzo. Frederick era peligroso, pero ella también lo era.

—Necesitamos actuar rápido —dijo Thomas, su voz suave, casi como un susurro, como si cada palabra que pronunciara pudiese ser escuchada por alguien más. —Lo que propones, Katrina… es peligroso —murmuró, sin apartar la mirada. Su voz, aunque firme, tenía un toque de algo más, algo que no quería reconocer—. Estás jugando con fuego.

Katrina dejó escapar una risa baja, casi burlona, pero no se alejó. Al contrario, dio un paso más hacia él, hasta que los dos estuvieron casi tocándose. Podía sentir la calor de su cuerpo, la presencia de ella que lo invadía como un peso invisible.

—Ya estamos en el fuego, Thomas —respondió con una suavidad peligrosa en su tono, su aliento acariciando su rostro—. Y nunca he sido del tipo de personas que se alejan cuando el calor se intensifica.

El sonido de los coches en la distancia le dio una sensación inquietante, pero estaba acostumbrada. Nada la sorprendía ya. Al menos no de la forma en que Thomas lo hacía.

Se giró hacia él, encontrándolo en el centro de la habitación, sus manos sujetando una taza de café que parecía haberse enfriado hace ya un buen rato. Los ojos de Katrina se detuvieron en él, en la forma en que su mandíbula se tensaba cada vez que pensaba en algo más allá de su misión.

La mirada de Thomas estaba llena de intensidad, pero también de algo más, algo que había estado creciendo entre ellos sin que ninguno de los dos lo reconociera completamente. El silencio se hizo denso entre ellos, hasta que Katrina no pudo evitar acercarse un paso más.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó ella, con un tono de voz distinto, cargado de algo que no podía describir. Su mirada se deslizó hacia sus labios por un instante antes de volver a sus ojos.

Thomas la miró fijamente, sin apartar la vista de ella. Su respiración se volvió un poco más rápida, como si el aire estuviera cargado de una electricidad peligrosa.

—¿Hacer qué? —respondió él, la pregunta más como un desafío que como una verdadera duda. Sabía lo que estaba pasando, lo sentía en el aire, pero no estaba dispuesto a ser el primero en ceder.

Katrina dio un paso más hacia él, la tensión era palpable entre ellos. Casi podían oír el latido acelerado de sus corazones, marcando el ritmo de la atracción innegable que estaba creciendo entre ellos.

—Dejar que todo esto nos consuma —dijo Katrina, su voz ahora mucho más baja, casi un susurro.

Thomas la observó un largo segundo, sin saber si responder con palabras o simplemente seguir el impulso que lo había llevado hasta allí. Algo dentro de él le decía que no podía dejar que eso los controlara, pero también sabía que, a ese punto, ambos ya estaban demasiado involucrados.

—¿Y si no me importa? —respondió él, finalmente dando un paso hacia ella. Su tono había cambiado, la firmeza sustituida por algo más vulnerable, más humano.

Katrina levantó la mirada, sus ojos desafiantes pero también llenos de una necesidad silenciosa. No dijo nada durante unos segundos, pero la pregunta flotaba entre ellos, como la respuesta misma. ¿Qué hacer ahora? ¿Seguir con el plan? ¿O detenerse y permitir que lo que ya había comenzado los arrastrara hacia algo más peligroso?

—Thomas... —murmuró ella, acercándose aún más, hasta que sus cuerpos casi se tocaban. Podía sentir su calor, su presencia, y por un segundo, la misión, el peligro, todo se desvaneció.

Él la miró, y algo en sus ojos cambió. Lo que antes era pura determinación y lógica, ahora se mezclaba con algo más cálido, algo que quemaba.

—Katrina... —su voz fue más baja, cargada de una urgencia contenida. Como si estuviera luchando contra un deseo que ya no podía ignorar.

Un escalofrío recorrió la espalda de Thomas. Por un momento, deseó dar un paso atrás, romper esa conexión tan intensa que los mantenía atrapados en el mismo espacio. Pero no lo hizo. Se quedó allí, inmóvil, observando sus ojos. El juego verbal entre ellos, tan afilado como siempre, parecía escalar de forma silenciosa.

No pudo evitarlo. Sin pensarlo, sus manos llegaron a su cintura, atrapándola suavemente y atrayéndola hacia él. La expresión en los ojos de Katrina se suavizó por un momento, como si ella misma estuviera lidiando con algo dentro de ella, pero no apartó la mirada. En lugar de retroceder, sus labios se curvaron en una sonrisa enigmática.




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