La noche caía con rapidez, cubriendo el refugio en un manto de oscuridad que parecía acentuar la tensión que aún permanecía en el ambiente. Katrina se encontraba sentada en un viejo sofá, con las piernas cruzadas y un cigarrillo entre los dedos, algo poco común en ella, pero que de alguna manera parecía encajar en la incertidumbre del momento. Thomas, por su parte, estaba apoyado contra la pared, observándola con una mezcla de frustración y curiosidad.
El silencio era insoportable, un vacío lleno de palabras no dichas y emociones contenidas. Fue Katrina quien rompió la quietud, exhalando el humo lentamente antes de hablar.
—¿Siempre has sido así de silencioso, Warren? —preguntó, con un tono ligeramente burlón, pero que no lograba ocultar el cansancio en su voz. Thomas frunció el ceño, apartando la mirada hacia la ventana. La luna apenas era visible entre las nubes que comenzaban a cubrir el cielo.
—¿Siempre has sido así de evasiva? —respondió, con tono frío y cortante.
Katrina dejó escapar una risa suave, aunque sin verdadera alegría. Apagó el cigarrillo en un cenicero improvisado antes de levantarse y caminar hacia la pequeña cocina del refugio. Cada uno de sus movimientos era calculado, casi como si estuviera midiendo el impacto que tenía en el hombre que la seguía con la mirada.
—Supongo que es parte del encanto, ¿no? —dijo mientras servía un vaso de agua—. Mantener las cosas interesantes.
—Esto no es un juego, Katrina —replicó Thomas, su voz cargada de una mezcla de enojo y preocupación—. Estamos en medio de algo mucho más grande de lo que te imaginas. —Ella giró sobre sus talones, enfrentándolo con una expresión desafiante. El vaso de agua en su mano tembló ligeramente, aunque intentó disimularlo.
—¿Y tú crees que no lo sé? —espetó, acercándose a él con pasos firmes—. He estado en esto mucho antes de que tú siquiera supieras mi nombre. No necesito que vengas aquí a darme lecciones de lo que está en juego. —Thomas no retrocedió. —Su mandíbula se tensó mientras la observaba, su rostro impasible, aunque sus ojos delataban el conflicto interno que lo consumía. Había algo en ella, en su obstinación y su valentía, que lo desarmaba por completo.
—Entonces actúa como si lo supieras —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de intensidad—. Porque lo último que necesitamos es que esto se convierta en un desastre. —Katrina dejó escapar un suspiro exasperado, pasando una mano por su cabello en un claro gesto de frustración.
Durante un momento, ninguno de los dos dijo nada. El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero esta vez no era incómodo, sino cargado de una tensión que parecía llenar cada rincón de la habitación.
Finalmente, fue Thomas quien dio un paso adelante, acercándose lo suficiente como para que la distancia entre ellos se redujera a unos pocos centímetros nuevamente. Katrina levantó la mirada, encontrándose con sus ojos. Había algo diferente en él, una intensidad que no había visto antes.
—Escucha, Katrina —comenzó, su voz más suave ahora, aunque aún firme—. No estoy aquí para ser tu enemigo. Pero si vamos a salir de esto, necesitamos estar en la misma página. No hay margen para errores. —Ella lo miró durante un largo instante, como si estuviera evaluando la sinceridad de sus palabras. Finalmente, asintió, aunque con cierta reticencia.
—De acuerdo —dijo, su voz apenas un susurro—. Pero eso no significa que voy a seguir cada una de tus órdenes como un soldadito obediente. —Thomas dejó escapar una risa seca, negando con la cabeza.
—No esperaba menos de ti. —La tensión pareció aliviarse ligeramente con ese intercambio, pero ambos sabían que el verdadero desafío aún estaba por venir.
Katrina se apartó de él, volviendo al sofá mientras Thomas se dirigía a la mesa donde había desplegado algunos mapas y documentos. El refugio, aunque modesto, estaba equipado con todo lo necesario para planear lo que sería su próximo movimiento.
—Frederick no se quedará quieto después de esto —dijo Thomas, sin levantar la vista de los papeles—. Sabrá que estamos detrás de él. —Katrina asintió, tomando un sorbo de agua antes de hablar.
—Lo sé. Pero eso también significa que estará más propenso a cometer errores. La clave será anticiparnos a sus movimientos. —Thomas levantó la mirada, sorprendido por la frialdad con la que Katrina analizaba la situación.
Había algo en ella que iba más allá de la simple astucia. Era como si siempre estuviera dos pasos adelante, como si cada palabra que pronunciaba fuera parte de un plan mayor.
—Tienes un contacto dentro de su red, ¿no? —preguntó Thomas, inclinándose ligeramente hacia adelante. Katrina esbozó una sonrisa enigmática, dejando el vaso sobre la mesa frente a ella.
—Tal vez. Pero no esperes que te lo diga tan fácilmente. La confianza es algo que se gana, Warren.
—¿Y cómo se supone que lo gane? —replicó, cruzando los brazos sobre el pecho. Ella lo miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y diversión.
—Para empezar, podrías dejar de mirarme como si fuera a traicionarte en cualquier momento. —Thomas apretó los labios, sin saber qué responder.
Era cierto que había dudado de ella en más de una ocasión, pero no podía evitarlo. Todo en Katrina era un misterio, y los misterios, en su experiencia, siempre traían problemas.
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Editado: 21.12.2024