La teoría de 3+1

5. DONNA

20 de septiembre

 

 DONNA

Sesenta minutos y tres mil seiscientos cincuenta y nueve segundos después, puedo dar inicio por fin a mi día.

Para mí, es necesario limpiar mi habitación todas las mañanas sin falta; por eso siempre me levanto una hora y media antes de que sea la hora que en realidad debería despertarme. A veces no quiero hacerlo, pero sé que después no podré quedarme tranquila.

Me alisto lo más rápido que puedo, con mi outfit previamente elegido el día anterior, sin que tenga ni una sola arruga y que cada prenda vaya en armonía; ni muy formal ni muy casual, algo intermedio para poder sentirme un poco mejor conmigo misma.

Victorya y Avril son muy distintas a mí. Por ejemplo: Victorya podría usar lo que sea, tiene porte de modelo de alta costura, cualquier cosa le queda bien y ella lo sabe; por otro lado, Avril suele ser mucho más relajada con su aspecto mientras que yo, soy como la combinación de ambas.

Salgo de casa mucho antes de que ellas lo hagan; las clases iniciaron hace casi dos semanas y aunque aún no decido por completo hacia cual carrera postularme, me gusta llegar antes a las aulas, elegir el sitio perfecto para sentarme y hacer un repaso mental de la clase que voy a ver.

Si no lo hago, termino muy frustrada.

Y es que, desde que llegué a este país, me he tenido que esforzar el doble para obtener las mejores calificaciones y lograr haber obtenido la beca que tengo ahora mismo. Cosa que en un principio me costó bastante, porque en Venezuela podía darme el lujo de ser un poco más tranquila en ese aspecto; tampoco era vaga pero nunca me quedaba despierta hasta la madrugada estudiando para un examen cosa que aquí, lo he hecho tantas veces que no puedo ni contarlas.

Cuentos mis pasos, asegurándome de que mis pies queden a la misma medida con cada paso dado al tiempo que una leve música instrumental suena a través de mis audífonos. Ese tipo de género musical ayuda a calmar mi mente, mucho mejor que cualquier otra cosa que pueda existir en este mundo lo haría.

Por suerte, el campus universitario está a la vuelta de la esquina, solo tengo que cruzar una calle y media y estaré dentro de la ciudad universitaria. Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta mientras miro a ambos lados de la calle con mucha cautela.

Comienzo a cruzar la calle justo cuando una canción ruidosa que no debería estar en mi Playlist aparece aturdiendo mis sentidos. Busco mi teléfono para cambiarla, confiada de que ningún carro está cerca.

No obstante, todo sucede muy rápido y a causa de la fuerte música, apenas logro escuchar la bocina del auto. Está muy cerca de mi cuando me doy cuenta; mi cuerpo intenta impulsarse a un lado, pero no asimilo muy bien lo que sucede y termino cayendo de golpe al suelo.

Un portazo retumba en mis oídos. Lo siguiente que veo es a alguien frente a mí murmurando una lluvia de palabras.

—¿Estás bien? ¿Estás herida? ¡Por Dios! ¡Estás sangrado! —exclama muy rápido.

Toco mi sien para ver que efectivamente, hay sangre entre mis dedos; sin embargo, procede de un raspón que me hice al caer en la carretera antes de que auto pasara justo al ras de mis pies.

Parpadeo hasta que logro orientarme por completo, entonces, observo al chico que se inclina sobre mí.

—¿Estás bien? —vuelve a preguntar y de pronto, sus labios entreabiertos se cierran de golpe.

—¿Donna?

—¿Donnan? —pregunto de la misma forma.

—¿Te encuentras bien? Lo lamento mucho yo… —Apoyo mis brazos sobre el asfalto para comenzar a levantarme y aun con el golpe, una desagradable e inquieta sensación aparece en mi mente. Necesito lavar mis manos y limpiar la herida antes de que se infecte.

Elevo mi vista solo para ver a la pequeña multitud que se ha reunido detrás de auto de Donnan.

—Estoy bien —murmuro poniéndome de pie y solo entonces me doy cuenta de que su mano agarra con bastante firmeza mi brazo; el contacto es cálido y envía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo al notar lo cerca que se encuentra de mí.

—Estás sangrando.

—Es solo un raspón por la caída, tranquilo tu auto no me tocó —Bajo la vista hacia mis manos y un gesto de horror se filtra en mi rostro. Mis palmas también se rasparon y hay pequeños cortes repartidos por todos mis dedos de los cuales brotan sangre mezclándose con la suciedad.

Ahora sí, creo que voy a desmayarme.

—Necesito lavarme las manos —murmuro más para mí misma que para nadie.

—Sí, claro —dice de inmediato, pero yo no puedo apartar la mirada de esos pequeños granitos de arena que están haciendo contacto con mi sangre—. Vamos, te ayudaré.

Ambas palmas sangran al igual que parte de mi antebrazo. No puedo ver que tan profundos son los raspones porque estoy más concentrada imaginándome los pequeños bichitos y la cantidad de microorganismos que debe de haber ese sucio pavimento. Apenas siento el pequeño empujón en mi espalda y al alzar la mirada lo siguiente que veo es el interior del auto en movimiento de Donnan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.