La teoría de 3+1

7. AVRIL

4 de octubre

 

AVRIL

 

Si tan solo tuviera más equilibrio, todo sería mucho más fácil.

Para una persona cuya coordinación se pierde por debajo de la palabra nula, intentar organizar libros en los estantes más altos de la biblioteca es un paso suicida y, aparentemente fui la única que se percató del montón de libros sin apilar en uno de los carritos que se usan para transportarlos por todo el lugar.

Subo otro peldaño de la escalera con rueditas mientras sostengo varios libros con uno de mis brazos. Me siento como si caminara sobre una cuerda floja y mis piernas estuvieran hechas de gelatinas.

Creo que debería ir a correr con Vic de vez en cuanto. Ella puede correr durante una hora sin cansarse ni un poco mientras que yo me fatigo con facilidad solo por caminar a veces.

—De todas maneras, Vic ha practicado deporte toda su vida —pienso en voz alta, casi murmurando—. Y si no me hubiera fracturado el pie en la escuela de ballet aquel año quizás habría seguido sus pasos —Al llegar a la parte alta, inicio acomodando cada libro en su lugar y me balanceo entre ambos pies para mantener el equilibro—: Debería inscribirme en clases de baile porque es para lo único que tengo coordinación, pero ¿A quién quieres engañar Avril? Eres muy floja.

—¿Vas a seguir hablando sola? Porque tendré que llevarte a un psiquiatra más bien —la voz me sobresalta. Maniobro los libros entre mi brazo y cuerpo para evitar que se caigan, los sostengo contra mi pecho al tiempo que giro un poco la cabeza para mirar por encima de mi hombro derecho.

Donnan se encuentra parado a unos metros más allá del inicio de la escalera con una expresión divertida bailando en su rostro.

—Todo el mundo habla consigo mismo todo el tiempo —argumento.

—Tienes razón —señala—: Pero, aun así, creo que mejor te llevaré a un hospital psiquiátrico en vez de a donde tenía planeado.

—Aún no hemos decidido quien ganó, podrías llevarte una sorpresa.

—Puede ser… —indica, sin sonar convencido—: ¿Vas a bajar de ahí? Porque no creo que puedas responder todas mis preguntas de esa forma. Aunque —Eleva los ojos por encima de los lentes de sol—: La vista no está mal después de todo.

—Por Dios —murmuro. Termino de acomodar cada libro y comienzo a descender sin prestar mucha atención mientras expongo—: Para ser alguien a quien no le gusta las historias actuales, suenas bastante cliché en tu forma de ligar con alguien.

—Nadie dijo algo sobre ligar.

—¿Empezamos con el nadie dijo nada? Sabes que… —Las palabras se atoran en mi garganta en cuando mi pie decide descartar uno de los peldaños y el otro resbala; por inercia mis manos tratan de agarrarse de la barandilla, pero ésta ya está lejos de mi alcance. Un agujero se asienta en mi estómago y mi respiración se corta mientras caigo.

Sin embargo, el golpe nunca llega.  

Al abrir los ojos, lo primero que veo es el techo, seguido de la maraña de cabello de Donnan. Lo observo, y él me devuelve la mirada entretenida. Un segundo después, descubro que estoy entre sus brazos. No sé cómo, pero me tiene cargada de forma nupcial, solo me falta el vestido de novia y el «felices para siempre» de los cuentos de hadas.

El calor amenaza con teñirme las mejillas por lo que me bajo de un salto, alejándome de su agarre. Finjo acomodar mi ropa solo para ganar tiempo y que no vea lo increíblemente avergonzada que me siento ahora mismo.

Pero claro, Donnan parece percatarse a la perfección de cada detalle que lo rodea. Carraspeo mi garganta antes de hablar.

—Gracias —formo una mueca. Porque por un segundo, me siento como Donna.

—Cuando nos conocimos estabas a punto de llorar y ahora casi te rompes un hueso. La próxima vez que nos veamos me aseguraré de traer un kit de emergencias y pañuelos por si acaso —Se ríe dejando ver la perfección de su dentadura blanca.

—Y yo traeré la bocina y un micrófono para verte perder —Pongo mis brazos en jarras. Donnan enarca una ceja.

—¿Estás segura de eso? Porque te dije que no pienso perder —Se cruza de brazos.

—Pues yo tampoco —enfatizo.

—Estoy comenzando a pensar que te gustan los desafíos, Avril.

—¿Apenas te vas dando cuenta? Creí que era obvio, así como el hecho de voy a ganar.

—Solo hay una manera de averigüarlo —Enarca una ceja.

Por Dios, Donnan no hagas eso frente a alguien que no puede ver a Tom Cruise en una película sin que comience a babear por él. Es decir, frente a una persona frágil ante el físico masculino.

Avril ¿Lista para la batalla?

 

—Dime los nombres de todas las cortes —Me cruzo de brazos, recostándome sobre el respaldar de la silla. Donnan eleva una de sus manos y, con una mirada cargada de picardía, enumera cada una.

—Corte de primavera, corte de verano, corte de otoño, corte de invierno, corte de amanecer, corte de día y corte oscura —Eleva la otra mano para terminar el conteo.




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